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Juan Manuel de Rosas
ОглавлениеTras la renuncia de Rivadavia, hubo varios gobernadores provisorios, como Manuel Dorrego, destacado líder militar, socio de Rosas. Dorrego tuvo que aceptar la independencia de Uruguay, no solo del Brasil, sino también de la Argentina, como parte de las negociaciones de paz. Esta decisión enfureció a las élites liberales y militares encabezadas por el ex gobernador Juan Lavalle, quien decidió rebelarse contra Dorrego. En lugar de retirarse a Santa Fe para buscar el apoyo de Estanislao López, como recomendó Rosas, Dorrego se quedó en Buenos Aires y Lavalle lo capturó y ordenó su ejecución, otro acto de crueldad que alimentó el antagonismo entre unitarios y federales.
En 1829, San Martín intentó regresar con la intención de ayudar a poner fin a la guerra civil. Al acercarse al puerto de Buenos Aires, oyó hablar del clima de violencia provocado por la ejecución de Dorrego, por lo que decidió no desembarcar en Buenos Aires, sino que permaneció unos meses en Montevideo antes de viajar a Francia, donde vivió hasta su muerte en 1850.
Tras la ejecución de Manuel Dorrego, el gobernador Lavalle ordenó a José María Paz que organizara la lucha contra los caudillos federales del interior. Había luchado bajo el mando de Belgrano en el Ejército del Norte, participado en la guerra contra el Brasil y Juan Martín de Pueyrredón lo había enviado a pelear contra Estanislao López en Santa Fe. También había cumplido órdenes de Rivadavia. El general Paz decidió iniciar su campaña contra los caudillos federales en 1829 y marchó a Córdoba forzando la renuncia de Juan Bautista Bustos, que había gobernado la provincia desde 1820. Bustos buscó el apoyo de Facundo Quiroga de La Rioja; pero Paz derrotó a Quiroga en La Tablada en 1829 y nuevamente en Oncativo en 1830.
Por su parte, Estanislao López y Rosas aunaron fuerzas para derrotar a Lavalle, forzándolo a exiliarse en Uruguay. Así, Rosas se convirtió en el nuevo gobernador de Buenos Aires e inició el ejercicio de un poder que no abandonaría hasta 1852. La guerra civil y los conflictos externos no desaparecerían durante sus más de dos décadas de gobierno. En agosto de 1830, nueve de las catorce provincias se habían unido a la Liga Unitaria liderada por Paz. Por su parte, Rosas había creado la Liga Federal con Santa Fe y Entre Ríos. Los soldados de Estanislao López capturaron y encarcelaron al general Paz; Rosas renunció como gobernador en 1832 después de derrotar a la Liga Unitaria y durante los tres años siguientes dedicó sus esfuerzos a asegurar la frontera con los nativos.
Desde la época del virreinato, los mapuches y ranqueles incursionaban y atacaban aldeas rurales y estancias ganaderas. Rosas se hizo cargo de los esfuerzos militares para derrotarlos, una tarea inconclusa que databa de la época de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia. Durante la nueva campaña, Rosas mató unos 3200 indígenas, tomó 1200 prisioneros y rescató unos 1000 cautivos. Su estrategia consistía en dar un trato razonable a las tribus que consideraba amigas, pudiendo extender la frontera más al sur y al oeste en unos 200.000 kilómetros cuadrados adicionales para las provincias de Buenos Aires y Córdoba. Autorizó que las tribus amigas se establecieran en los territorios conquistados.
En 1835, se convirtió nuevamente en gobernador de Buenos Aires, esta vez con poderes dictatoriales y encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, nuevo nombre dado a las Provincias Unidas del Río de la Plata. La guerra civil en curso se intensificaba a medida que los países vecinos prestaban apoyo a los gobernadores opositores.
En 1837, un año después de la creación de la Confederación Peruano Boliviana, Andrés de Santa Cruz, líder de la Confederación, se preparaba a invadir Tucumán y declarar la guerra a la Confederación Argentina con el apoyo de Francia, que impuso un bloqueo naval a Buenos Aires que duró dos años.
Por otro lado, los intelectuales liberales que vivían en Montevideo instaron a Lavalle, exiliado en esa ciudad, a reanudar su lucha contra Rosas con el apoyo de Francia y de la Confederación Peruano Boliviana. Lavalle esperó en vano obtener un amplio apoyo de las provincias. Además, cuando los franceses iniciaron las negociaciones de paz con Rosas, retiraron su apoyo financiero a Lavalle, cuyas tropas estaban desmoralizadas. Lavalle evitó a las tropas federales y se retiró hacia el norte con un pequeño grupo de hombres. Fue asesinado cuando intentaba escapar tras sufrir una derrota en La Rioja en 1841.
Mientras tanto, en el vecino Uruguay, dos partidos políticos representaban ideologías e intereses opuestos. Los conservadores o “blancos” defendían los intereses agrícolas del campo con Manuel Oribe, amigo cercano de Rosas, como su líder. Los liberales o “colorados” representaban los intereses comerciales de Montevideo, cuyo líder, Fructuoso Rivera, favorecía a los exiliados argentinos.
En junio de 1838, un ejército liderado por Rivera derrocó al presidente Oribe y declaró la guerra a Rosas. El conflicto duraría trece años. En 1843, el ejército argentino invadió Uruguay en nombre de Oribe y sitió Montevideo por nueve años. Durante este período, José María Paz –liberado en 1939 y exiliado en Montevideo– reanudó su lucha contra Rosas y se trasladó a Corrientes y Asunción, abogando por una coalición de los gobiernos uruguayo, paraguayo y correntino en un nuevo intento por derrotar a Rosas. Los paraguayos temían que Rosas pretendiera recuperar sus territorios para la Confederación Argentina.
Esta virtual coalición tenía interés en mantener barcos extranjeros navegando libremente por los ríos Paraná y Uruguay para facilitar el comercio exterior sin la intermediación de Buenos Aires. Con el apoyo de Francia y Gran Bretaña, bloquearon el puerto de Buenos Aires y organizaron expediciones navales para garantizar que Asunción, Corrientes y Montevideo pudieran comerciar libremente entre sí y con Europa. El bloqueo duró desde 1845 hasta 1849, cuando las dos potencias europeas iniciaron negociaciones de paz. Como resultado, Rosas obtuvo un acuerdo favorable que reforzaba el sitio de Montevideo. Pero la intervención brasileña en nombre de los colorados derrotó a Oribe, y Rosas tuvo que levantar el sitio.
Mientras tanto, el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, organizaba una sublevación. Había sido un aliado de Rosas durante la guerra civil, pero como muchos otros caudillos y todos los liberales y unitarios, desaprobaba las demoras y excusas para justificar la indefinida postergación de la organización constitucional del país. Los intelectuales exiliados en Chile, Uruguay, Paraguay y el Brasil apoyaron a Urquiza, que luchó y derrotó a Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. Algunos de estos intelectuales aceptaron alejarse de los ideales unitarios del pasado que habían generado tanta oposición en las provincias. Presentaron propuestas para la organización del país y el consenso se construyó alrededor de la idea de un gobierno representativo, republicano y federal.