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Capítulo 4 División, reunificación y “presidencias históricas”

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El diferente delineamiento de los intelectuales y políticos que se habían opuesto a Rosas desde el exilio y habían aplaudido la campaña de Urquiza no se debió únicamente a la tradicional aspiración de Buenos Aires por liderar la Argentina, sino también en la percepción de algunos liberales de que en la Confederación aún persistían restos del característico conservadurismo de los caudillos provinciales. En su libro Facundo, Sarmiento había llamado “bárbaros” a esos caudillos, en contraste con los intelectuales y políticos liberales a quienes él calificaba como “civilizados”.

En términos de política exterior, Urquiza logró el reconocimiento de España a la independencia de la Argentina, otorgó a Gran Bretaña el derecho de navegar los ríos argentinos y restableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Las discusiones sobre el derecho a navegar los ríos dominaron las relaciones con el Brasil y Paraguay. Urquiza pudo establecer buenas relaciones con Paraguay mediando entre su gobierno y los Estados Unidos en un conflicto que se intensificó en 1859 cuando una flota norteamericana con 2400 hombres apareció en el puerto de Rosario con la intención de atacar a Paraguay. Solano López, presidente de Paraguay, recompensó esta ayuda mediando en la reunificación de la Confederación Argentina con el Estado de Buenos Aires.

El presidente Urquiza creó el Ejército Nacional. Llamó a la primera elección de senadores y representantes e inauguró el primer Congreso Nacional. El Congreso aprobó la ley que creó el sistema judicial federal y nombró la primera Corte Suprema. Urquiza nacionalizó la Universidad de Córdoba y varias escuelas secundarias e impulsó una política inmigratoria para establecer asentamientos de campesinos inmigrantes en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos.

Pero la Confederación enfrentó grandes dificultades para implementar los cambios establecidos en la Constitución. No pudo financiar sus ambiciosos planes por modernizar la infraestructura, eliminar las aduanas domésticas, crear un banco y una moneda nacional, y promover la inmigración de agricultores europeos para crear asentamientos agrícolas. El intento de crear una oficina de aduanas alternativa en el puerto de Rosario tampoco tuvo éxito. Ello, sumado a la falta de recursos fiscales, hundió a la Confederación Argentina.

En cambio, el Estado de Buenos Aires, que mantenía sus ingresos aduaneros y cuyo banco seguía imprimiendo dinero, gozó de un período de prosperidad que fortaleció su determinación ya sea por ingresar a la Confederación manteniendo sus prerrogativas o declarar su independencia. Mitre lideró del Partido Nacional que defendía la primera alternativa. Valentín Alsina lideró el Partido Autonomista que abogaba por lo segundo.

Gracias a la fortaleza de sus finanzas, el Estado de Buenos Aires no solo pudo recrear su banco, sino también renegociar con la Baring Brothers. Se comprometió a pagar la deuda más el interés acumulado y firmó un acuerdo de reembolso. Baring Brothers reanudó su papel de agente financiero con el derecho de colocar deuda argentina en el mercado londinense.

En 1859, el gobernador de Buenos Aires, Valentín Alsina, ordenó a Mitre invadir Entre Ríos, pero Urquiza lo derrotó en Cepeda y Alsina se vio obligado a dimitir. Mitre se convirtió en gobernador y finalmente acordó negociar la incorporación de Buenos Aires a la Confederación mediante una reforma constitucional que garantizaría los privilegios de su provincia.

Estas negociaciones desembocaron en el Pacto de San José de Flores, que reconoció el derecho de la provincia de Buenos Aires a mantener su banco e imprimir su propia moneda, pero mantuvo la disposición constitucional de la federalización de la recaudación aduanera del puerto de Buenos Aires. Mitre convenció a Derqui de que Buenos Aires debía mantener el control de su aduana durante algún tiempo mientras ofrecía al resto del país una compensación monetaria. Buenos Aires aportaría 1.500.000 pesos fuertes por año al tesoro de la Confederación. En 1860, la Asamblea Constituyente aprobó la reforma, con lo que la Confederación Argentina y la provincia de Buenos Aires se unieron en la Nación Argentina.

Los conflictos entre el gobierno nacional y el de la provincia de Buenos Aires perduraron en temas tales como la intervención del gobierno nacional en asuntos provinciales. En particular, tras una revuelta política en San Juan para reemplazar al gobernador federal por Antonino Aberanstain, amigo cercano de Domingo Faustino Sarmiento, intervino el presidente Derqui. Envió al gobernador de San Luis, Juan Saá, a luchar contra los líderes de la revuelta. El Ejército Nacional capturó a Aberanstain y lo ejecutó. Esta decisión enfureció a Mitre, que tomó represalias suspendiendo la contribución monetaria comprometida al gobierno nacional.

Derqui se trasladó a Córdoba para comandar un ejército con­tra Buenos Aires. Desde Entre Ríos Urquiza también marchó contra Buenos Aires en la batalla de Pavón. Sorprendentemente, a pesar de los ataques iniciales exitosos, Urquiza decidió retirarse. Mitre ganó la batalla, la guerra y la presidencia.

La cuestión de establecer la ciudad de Buenos Aires como la capital de la nación estaba pendiente y llevó a una lucha entre Mitre y Alsina. En 1880 la Legislatura de Buenos Aires finalmente promulgó una ley reconociendo la federalización de la ciudad de Buenos Aires, como capital de la Nación.

Desde 1854 hasta 1859 el Estado de Buenos Aires había tratado de mantener un presupuesto equilibrado: introdujo una reforma tributaria ampliando la base imponible a las exportaciones, restableció el crédito externo y evitó el uso de financiamiento inflacionario. Sin embargo, entre 1859 y 1862, debido a diversos conflictos militares, incurrió en un déficit significativo, emitió gran cantidad de deuda, y su banco puso grandes cantidades de dinero en circulación. El gobierno de la Confederación, por otra parte, nunca tuvo la posibilidad de imprimir dinero por lo que había acumulado una deuda signi­ficativa con los acreedores nacionales. En 1862, el gobierno de Mitre recuperó los ingresos aduaneros para la nación, pero heredó las deudas tanto de la provincia de Buenos Aires como de la Confederación.

El horizonte aún se perfilaba tormentoso, pero al menos Argentina ya era una nación organizada y unificada, con una constitución ampliamente aceptada.

Mitre, Sarmiento y Avellaneda completaron tres períodos sucesivos de seis años entre 1862 y 1880, conocido como el período de las “presidencias históricas”. A pesar de persistentes conflictos violentos con varias provincias, de la prolongada guerra con Paraguay y de la lucha contra los nativos en la frontera, las tres presidencias contribuyeron de manera significativa al desarrollo institucional y económico del país.

También se beneficiaron de la normalización de las relaciones financieras con Gran Bretaña, iniciada antes de la reunificación, por la reestructuración del préstamo de la Baring Brothers que la Argentina había incumplido en 1827. El gobierno de Mitre, por ejemplo, consiguió financiamiento internacional para la guerra con Paraguay y para desarrollar infraestructura.

Los prósperos años de Sarmiento se enfocaron en promover la educación, pero la salud pública se convirtió en un problema evidente tras una epidemia de fiebre amarilla que mató a más de 14.000 personas en Buenos Aires.

Avellaneda enfrentó la primera crisis financiera y de deuda del país después de la normalización de las relaciones financieras externas. Su exitosa gestión de la crisis acompañó la expansión territorial luego que la Campaña del Desierto sentara las bases para el impresionante progreso económico que comenzó después de 1880.

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