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DIOS, EL PADRE CELESTIAL

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Características personales

 Dios y sus normas para nosotros tienen un mismo propósito. Él es nuestro Modelo y la personificación de su Ley (Sal. 119:68; Juan 13:15).

 Dios no dice una cosa por otra. Él es el mismo ayer, hoy y mañana. Podemos confiar en él por cuanto cumple sus promesas. Sus normas no varían (Heb. 13:8; 1 Rey. 8:56; 2 Ped. 3:9).

 Dios está siempre accesible cuando lo necesitamos, pero no impone su presencia en nosotros ni nos obliga a obedecer sus normas contra nuestra voluntad (Mat. 28:20; Apoc. 3:20; 2 Ped. 3:9).

Requerimientos

 Dios ha establecido claramente pautas para la conducta (Mat. 5:48; 2 Tim. 3:16, 17; Éxo. 20; 1 Juan 2:4, 5).

 Dios equilibra la misericordia y la justicia. Es justo (Sal. 85:10; 89:14).

 Los requerimientos de Dios son realistas (Sal. 19:7, 8).

 Dios trata con cada persona de un modo individual. Considera el trasfondo y las oportunidades de la persona (Juan 3:1-21; 4:5-26).

 Los requerimientos de Dios no varían. Son los mismos ayer, hoy y mañana (Sal. 119:89, 142, 144; Mat. 5:17, 18).

 Dios espera logros elevados y buena conducta. Manifiesta confianza en la voluntad individual de obedecer (Deut. 10:12-14; Mat. 18:14).

Métodos

 Dios toma en cuenta la voluntad y la decisión del individuo. No suprime la fuerza de voluntad. Por respeto a la libre voluntad y elección individual, no fuerza a nadie en contra de sus deseos (Jos. 24:15).

 Dios provee aliento, opciones y guía (Gén. 28:15).

 Dios considera los motivos subyacentes de cada acción. No juzga solo por las apariencias (1 Sam. 16:7).

 Dios está atento a nuestras necesidades y se anticipa a ellas (Isa. 65:24).

 Dios nos asegura que está de nuestro lado (Jos. 1:9).

 Dios es consecuente en los mensajes que da a través de su Palabra y la disciplina que aplica (Job 5:17, 18; Jer. 30:11).

 La disciplina de Dios tiene un propósito. No es para dejar escapar su ira, sino para ayudarnos a crecer (Heb. 12:6; Apoc. 3:19).

 Dios usa frecuentemente las consecuencias naturales para enseñarnos (Ose. 14:1).

 Dios ofrece incentivos en forma de recompensas (Éxo. 15:26; 2 Tim. 4:7, 8; Apoc. 3:21).

 Dios envió a su Hijo Jesús a fin de mostrar su amor y proveernos salvación (Juan 3:16; 1 Juan 4:9, 10).

Cómo trata Dios con el fracaso

 Dios está siempre listo para perdonar y olvidar, y borrará nuestro pasado para siempre (Sal. 103:3, 12; Isa. 1:18; Dan. 9:9).

 Dios ama a la persona, a pesar de su conducta. Al mismo tiempo que aborrece las malas acciones, todavía ama sin egoísmo (Prov. 6:16-19; Juan 8:3-11; Rom. 5:8).

 Dios nos da una segunda oportunidad, llevándonos de vuelta a las mismas circunstancias otra vez para fortalecernos (Joel 2:12, 13; Zac. 1:3; Fil. 4:13).

 El amor de Dios no es condicional. Nos acepta como somos sin pedirnos prueba de que hemos cambiado nuestra conducta; nos ama “en las buenas y en las malas” (Jer. 31:3; 1 Juan 4:10, 19).

 Dios es optimista acerca de nuestro futuro. Ve lo que podemos llegar a ser mediante Cristo (Jer. 31:17; Efe. 2:4-7).

 Dios es persistente. No se da por vencido fácilmente, él busca activamente al descarriado. Su paciencia no tiene fin (Ose. 11:8, 9; Luc. 15:11-24).

 Dios provee descanso de la batalla, cuando es necesario: un cambio de actividad y estímulo en el momento apropiado (Mat. 11:28; Mar. 6:31).

¡Dios nunca se da por vencido!

Segundo, examina tu conocimiento de los estilos de paternidad completando el cuadro de “Control de Temperatura”, al final de este capítulo. Esto te dará también algunas ideas acerca de cómo funcionan realmente los diferentes estilos de paternidad en la vida diaria.

Tercero, dile a tus niños que estás tratando de cambiar. Ellos esperarán que tú actúes como siempre lo has hecho y, de esta manera, te probarán para ver si realmente has cambiado. Las cosas pueden empeorar antes de mejorar, pero al fin tus relaciones con tus hijos serán mucho mejores. El esfuerzo vale la pena.

Cuarto, ora cada día por sabiduría celestial. Ora muchas veces al día pidiendo a Dios que te dé el amor y el afecto que tus hijos necesitan. Ora también para que te dé la fortaleza de enseñar a tus hijos usando firmeza combinada con amor.

Enséñales a amar

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