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Claves de patrones de vida

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1 Decide qué acciones religiosas quisieras enseñarle a tu hijo.

2 Hazlo regularmente, nunca lo olvides.

3 Haz que el aprendizaje sea divertido. Acompáñalo con tu amor.

Sentimientos y actitudes

Durante sus primeros tres o cuatro años de vida, los pequeños actúan movidos por lo que sienten, más bien que por lo que piensan. Para ellos, los sentimientos siempre están al frente y en el centro. Experimentan la vida a través de sus emociones. Puedes saber de inmediato lo que está ocurriendo en su mente porque rápidamente muestran su infelicidad, temor o desagrado. Los niños hasta recuerdan eventos del pasado a través de los sentimientos. Susanita y la tía Betty conversan acerca de un paseo que hicieron por el bosque. La tía recuerda los grandes árboles y las ardillas que corrían por allí, mientras que Susanita recuerda cuán cansada y temerosa se sentía. A medida que maduran, comienzan a desarrollarse mentalmente y ganan más control sobre sus sentimientos. El razonamiento viene a desempeñar un papel más importante, cuando llegan a los 5 o 6 años.

Muchos de los recuerdos de la temprana niñez son mayormente emotivos. Tales sentimientos se desarrollan en formas de actitudes hacia: Dios, la oración, la adoración y la iglesia. Los pequeños perciben nuestros propios sentimientos y actitudes, y aprenden la religión por lo que ven en la casa y en la iglesia. Cuando ansías que llegue el momento de ir a la iglesia y participas gozosamente en el culto, tu niño percibirá tu gozo y se sentirá también feliz. Un culto de familia largo y aburrido que requiere que el hijo se siente en silencio durante todo el rato escuchando cosas que no entiende, probablemente producirá en él sentimientos negativos que, más tarde, desarrollarán actitudes negativas hacia toda la idea del culto familiar. Si el aula de la Escuela Sabática luce brillantemente decorada con figuras de animales, flores y Jesús rodeado de niños, y si los líderes son alegres y amigables sin ser abrumadores, y si el programa es divertido, tu pequeño de tres años tendrá sentimientos y recuerdos felices de la Escuela Sabática. Por otra parte, si el aula se encuentra en un subsuelo oscuro que huele a encerrado, con una pintura opaca y descascarada, cajas apiladas de cualquier manera en las esquinas, y una bombilla eléctrica colgada del techo, y si los líderes fruncen mucho el ceño y no tienen planeado nada interesante, tu niño preescolar tendrá recuerdos negativos de la Escuela Sabática.

Los niños son extremadamente conscientes de los olores y la atmósfera, de las caras sonrientes y de los ceños fruncidos. Leen el lenguaje corporal quizá mejor que los adultos y tienen un agudo sentido para darse cuenta de quién realmente los quiere y quién los considera una molestia. Todo esto alimenta sus recuerdos y actitudes relativas a los eventos religiosos. Los niños preescolares son extremadamente impresionables. Captarán naturalmente tu propia actitud hacia la religión. No necesitas tratar de hacer que esto ocurra; ocurrirá naturalmente, aun cuando tú no lo quieras.

Procesos del pensamiento

Un día, yo estaba de visita en la división de cuna de una iglesia adventista. Después de pocos minutos, me di cuenta de que las maestras tenían un programa completo acerca de las siete últimas plagas. ¡Yo estaba espantada! Los niños de 2 a 4 años tienen muchos temores debido a que son pequeños y todavía no entienden todo. ¡En la Escuela Sabática deberíamos ayudar a los niños a tratar con sus temores, y no añadirles más!

Para terminar el programa, pusieron a dos niños al frente del aula, sentados en el suelo con un paraguas sobre ellos, y las maestras sostenían un arcoíris de papel sobre el paraguas. Una de las maestras dijo: “¡Ahora el arcoíris de la promesa de Dios nos protegerá!”

Los pequeños piensan concretamente. Cuando les enseñas a los niños, debes decirles exactamente lo que quieres decir de una manera tan literal como sea posible. El simbolismo levanta un muro entre el niño y tú, que él debe escalar antes de poder entender lo que realmente estás tratando de enseñarle. ¿Qué estaban aprendiendo los niños de esa actividad? Que cuando llueve, te metes debajo del paraguas, probablemente. Ciertamente, la noción simbólica de que el arcoíris de la promesa de Dios nos protege les pasó por encima, sin entenderla.

Cuando le enseñes a tu hijito en casa, a menudo te verás con este mismo problema de comprensión. Las ideas bíblicas son simbólicas a menudo y necesitan explicaciones claras y concretas para los pequeños. Piensa simplemente qué significa el símbolo y explícalo de esa manera. Por ejemplo, el símbolo de Jesús como el pastor que cuida de las ovejas, representa el cuidado de Jesús por nosotros. Enséñalo de esa manera a los preescolares. Durante sus primeros años, los niños no entienden las cosas como lo hacemos nosotros. Interpretan de una manera diferente, debido a su proceso inmaduro de pensamiento.

Por ejemplo, para los pequeños es difícil reconocer que una persona pueda ser dos cosas diferentes al mismo tiempo. Un ejemplo clásico de tal modo de pensar es el relato que nos viene de la Casa Blanca, cuando Carolyn Kennedy era una niñita. Alguien le preguntó:

–¿Tu papá es el presidente? –Carolyn sacudió vigorosamente su cabeza y dijo:

–¡No!, es mi papi.

En su mente, él no podía ser su papá y el presidente al mismo tiempo. La misma manera de pensar, a menudo, obra también en el área de la religión. A la pregunta “¿Tu papá es adventista?”, la respuesta típica sería: “¡No!, es mi papi”. Los pequeños, generalmente, no entienden que son miembros de una denominación en particular. Se perciben a ellos mismos como niños y niñas miembros de una familia. La idea de que una persona puede ser más de una cosa a la vez viene más tarde.

Frecuentemente, los pequeños se adherirán a una pequeña idea del relato, y ese concepto llegará a ser el punto principal que puedan recordar. Todo lo demás se perderá tras ese único punto. Raquel, una de mis estudiantes, me contó una historia de su hijo de tres años que ilustra este principio perfectamente.

Era el tiempo del relato para los niños en la iglesia de Bobby. El ministro comenzó a hablar de los insectos. Explicó mucho acerca de los insectos y cómo Dios los hizo, hablando con gran detalle de las diferentes clases y especies. Finalmente, llegó a la parte del relato.

–Un día –dijo–, un niñito que jugaba en su jardín vio una langosta que pasaba saltando. El niño siguió a la langosta a través del jardín hasta la cerca. Por supuesto, la langosta saltó la cerca de modo que el niño no pudo alcanzarla; pero cuando llegó a la cerca y miró hacia el otro lado, vio a una bebita sentada sobre la grama, junto al cruce de caminos. El niño sabía que la bebita no debía estar allí afuera, de modo que corrió adentro a contárselo a su madre. Ella corrió afuera, levantó a la niñita y la llevó dentro de la casa. Luego llamó a la madre de la bebita, quien vino de inmediato a recogerla. La mamá de la niñita estaba feliz de que el pequeño hubiera encontrado a su bebé. La moraleja de la historia era que Dios usa aun a los insectos para ayudar a la gente.

A la hora de la comida, Raquel le preguntó a Bobby:

–¿Te gustó el relato de la langosta y de los insectos que el ministro contó hoy en la iglesia?

Ella pensaba que le habría gustado el relato, porque era muy aficionado a los insectos.

–No fue acerca de una langosta –respondió Bobby–, fue acerca del camino a la cruz de Jesús.

Mi amiga Raquel demoró en reaccionar y pensó “¿El camino a la cruz de Jesús? ¿De dónde sacó eso?” Ni siquiera el sermón había mencionado ese tema. De modo que le preguntó si estaba seguro.

–Sí –dijo Bobby, firmemente–, fue acerca del camino a la cruz de Jesús, y Jesús se detenía por el camino y recogía algunas flores.

¿Qué había sucedido? Bobby había oído, evidentemente, las palabras “cruce de caminos” [crossroads, en inglés] cuando el hombre que había contado el relato hacía cierto énfasis en el hecho de que la casa estaba en una intersección muy concurrida. Recientemente, Bobby había oído un relato acerca de Jesús cargando su cruz. Impresionado por él, tan pronto como oyó “cruce de caminos”, se ligó a la palabra y rápidamente hizo una conexión mental con Jesús y la cruz. De esta manera, toda la historia cobró ese significado.

La reacción de Bobby es la típica de los pequeños. Tú puedes observar la misma reacción en tus pequeños. Por esto, cuando les estás enseñando a tus preescolares los relatos de la Biblia u otras historias edificantes, pregúntales de qué se trata la narración. Su respuesta puede ser muy iluminadora y te dará la oportunidad de ayudarles a corregir su pensamiento.

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