Читать книгу Las guerras de Yugoslavia (1991-2015) - Eladi Romero García - Страница 6
Tiempos medievales
ОглавлениеLas causas de tanta diversidad en un espacio geográfico relativamente pequeño hay que buscarlas en los antecedentes históricos, sobre todo a partir de los siglos vi y vii d.C., cuando se produjeron en la región las invasiones de las distintas tribus eslavas. Antes, ese espacio perteneció a las tribus ilirias y posteriormente se romanizó. Los eslavos, en continua lucha con el Imperio bizantino, acabaron cristianizándose y se organizaron en diversas entidades políticas, conservando sus idiomas propios. La primera fractura surgida entre esos pueblos diversos tuvo como principal causa la religión, pues mientras los antepasados de eslovenos y croatas se adscribieron a la Iglesia católica de Roma, los abuelos de serbios, montenegrinos y macedonios gravitaron en torno a la Iglesia bizantina, precursora de la actualmente denominada Iglesia ortodoxa.
Durante la Edad Media, los distintos pueblos yugoslavos vivieron una evolución bien distinta. Sus tres ramas principales (eslovenos, croatas y serbios) lograron crear entidades feudales independientes, aunque los eslovenos, organizados en torno al ducado de Carantania, pronto cayeron en manos del Sacro Imperio Romano Germánico. En cambio, croatas y serbios formaron reinos que proyectaron una memoria histórica todavía destacable en cada una de dichas naciones. El reino croata cayó a principios del siglo xii en manos de un soberano magiar, con excepción de los territorios costeros de Istria y Dalmacia, controlados por la república de Venecia, y de la ciudad dálmata de Dubrovnik (Ragusa, en latino), un centro comercial autónomo que logró sortear mediante el pago de tributos la dominación primero de venecianos y posteriormente de turcos. En cambio, el reino-imperio-despotado (los tres nombres fueron empleados) serbio, que llegó a dominar partes de Bosnia y Macedonia (región disputada primero con bizantinos y posteriormente con los búlgaros), se mantuvo hasta 1459, aunque en sus últimos setenta años de existencia cada vez más acosado por los otomanos. De hecho, la batalla de Kosovo, en la que perdió la vida su rey Lazar en 1389, constituye un hito identitario de los serbios. En Bosnia también surgió un breve reino en el siglo xiv, efímero e inestable, a caballo entre serbios y húngaros, que también sucumbió ante los turcos en 1463. Curiosamente, la región de Montenegro, en la época medieval conocida como Zeta, que perteneció al reino serbio, logró conservar una amplia autonomía durante toda la dominación turca gracias a su abrupto relieve y al pago de tributos. Sus príncipes-obispos mantuvieron la identidad serbia y la religión ortodoxa, desarrollando incluso un agudo sentimiento antimusulmán que les llevó a combatir a menudo y muy sañudamente contra los otomanos. Uno de sus príncipes, Petar II Petrović-Njegoš (1813-1851), obispo y poeta, dejó constancia de este odio hacia los enemigos islámicos en un poema titulado La guirnalda de las montañas (Gorski Vijenac, en su idioma original), cuya primera edición apareció en Viena en 1847.
La guirnalda de las montañas, dedicado «a las cenizas del padre de Serbia» (es decir, a Đorđe Petrović, el cabecilla que inició la primera insurrección antiotomana de 1804 en Serbia), es considerado por algunos estudiosos como el primer precedente literario de lo que, durante los años 90 del siglo xx, los serbios denominaron limpieza étnica (traducción de etničko čišćenje) para hablar de su política de eliminación de croatas y musulmanes bosnios. Se trata de un conjunto de escenas campesinas basadas en la poesía oral tradicional, inspiradas en la épica aniquilación, por parte del vladika Danilo (un anterior gobernante montenegrino), de los musulmanes locales durante las Navidades de 1702. Especialmente celebrados fueron los versos dedicados a los que mantuvieron el credo cristiano frente aquellos que se convirtieron al islamismo, merecedores de ser exterminados sin compasión por apoyar que los turcos acabaran con la libertad de los cristianos montenegrinos. Entre otras lindezas, podemos leer: «Incendiaremos las casas turcas/ para que nuestra tierra no acoja/ ninguna traza de infieles servidores del diablo». Más adelante, cuando habla de la matanza de turcos en la comarca costera de Crmnica, afirma que allí no quedó nada de ellos aparte de los cuerpos sin cabeza y de las ruinas. Precisamente en 1990, vísperas de las guerras yugoslavas, se publicó en Belgrado una cuidada edición del citado poema, que era leído a menudo por el líder serbobosnio Radovan Karadžić, uno de los principales responsables de las matanzas llevadas a cabo por los suyos contra los musulmanes bosniacos durante los años 1992-95. Pese a ser obra de un gobernante montenegrino, La guirnalda de las montañas se considera el emblema de la identidad serbia.