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La dominación turca

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La invasión otomana y su dominio sobre los territorios balcánicos, que duró casi medio milenio, representaron una segunda fractura entre los pueblos de la zona. Los que vivieron la ocupación directa (serbios, macedonios, albaneses, búlgaros, rumanos...) se vieron aislados del desarrollo económico y cultural de Europa, quedando marcados por la lenta agonía del imperio, iniciada a fines del siglo xvii, después de su derrota ante los muros de Viena en 1683. Croatas y eslovenos, dependientes del imperio germánico de los Habsburgo, también sufrieron indirectamente la proximidad de los turcos al ser sus tierras fronterizas con su imperio. Así, durante casi tres siglos padecieron sistemáticamente los ataques, los saqueos y las razias otomanas, y por sus tierras cruzaron y se enfrentaron numerosos ejércitos de ambos bandos. La dominación otomana en Bosnia y en parte de la costa e interior croatas modificó sustancialmente la composición étnica de estas zonas. Muchos croatas emigraron hacia el norte, instalándose incluso en tierras austriacas. A su vez, las autoridades del imperio germánico asentaron a germanos y húngaros, y permitieron a los serbios que huían de los Balcanes quedarse en aquella región. Los Habsburgo, que ya dominaban la ciudad de Rijeka y parte de la península de Istria, crearon en 1578 una Frontera Militar (Vojna Krajina), destinada a defenderse de los otomanos en las actuales Eslavonia y Krajina (noreste y este de Croacia respectivamente). La fortaleza de Karlovac, construida en esta época, constituía uno de los principales puntos estratégicos.

Los territorios serbios quedaron en medio de las dos grandes potencias enemigas de la zona: el imperio de los Habsburgo austriacos y el Imperio otomano, constantemente inmersas en numerosos conflictos. Los serbios, siempre en continua rebeldía, aprovecharon estas guerras para sublevarse contra sus señores turcos. Así, durante la guerra austro-turca de 1593 a 1606, los serbios se rebelaron en el Banato (provincia fronteriza otomana actualmente dividida entre Hungría, Serbia y Rumanía) a partir de 1594, lo que provocó que el sultán Murad III, en venganza, ordenara quemar en Belgrado las reliquias de san Sava (un destacado santo serbio que vivió en el siglo xiii y fue el primer arzobispo de la iglesia ortodoxa local). Los serbios crearon otro centro de resistencia en Herzegovina, aunque cuando turcos y austriacos firmaron la paz, fueron abandonados a la venganza turca. Una secuencia de acontecimientos que se volvió común en los siglos siguientes.

Durante la guerra entre el Imperio otomano y la Liga Santa creada con el patrocinio del papa Inocencio XI (1683-1690), y que incluía a Austria, Polonia, Rusia y Venecia, los delegados cristianos incitaron a los serbios a rebelarse contra las autoridades turcas, y pronto las sublevaciones y las guerrillas se extendieron por diversas zonas de los Balcanes occidentales, desde Montenegro y la costa dálmata hasta la cuenca del Danubio y la Vieja Serbia (Macedonia, Serbia central, Kosovo y Metohija, nombre este último con el que se conoce el sudoeste de todo Kosovo). Cuando los austriacos abandonaron estas zonas, invitaron al pueblo serbio a seguirles hacia el norte. Teniendo que elegir entre la represalia otomana y vivir en un Estado cristiano, los serbios prefirieron la segunda opción dirigidos por el patriarca Arsenije III Čarnojević. Se calcula que con él cruzaron el Danubio unas 40.000 familias, muchas de ellas procedentes de Kosovo, instaladas ahora en la Vojvodina de los Habsburgo. El nuevo patriarcado ortodoxo se estableció en Sremski Karlovci.

Otro episodio importante en la historia serbia se desarrolló entre 1716 y 1718, cuando los territorios étnicamente eslavos de Dalmacia, Bosnia, Herzegovina, zona de Belgrado y la cuenca del Danubio se convirtieron en campo de batalla de una nueva guerra austro-otomana. Los serbios de nuevo tomaron partido por Austria. Con la firma de un tratado de paz en Požarevac (Passarowitz en alemán) de 1718, los otomanos perdieron sus posesiones en la cuenca del Danubio, además del norte de Serbia y norte de Bosnia, parte de Dalmacia y el Peloponeso. El último conflicto de la Edad Moderna entre austriacos y otomanos fue la guerra de Dubica (1788-91), llamada así por la comarca serbia donde se desarrolló.

Los cuatro siglos de dominio otomano también tuvieron un impacto drástico en la composición de la población de Bosnia, que cambió varias veces como resultado de las conquistas del imperio, las frecuentes guerras con las potencias europeas, las migraciones y las epidemias. Surgió así una comunidad musulmana nativa de habla eslava que, con el tiempo, se convirtió en el grupo etnorreligioso más importante, sobre todo como resultado de un aumento gradual del número de conversiones al islam. También destacó un número significativo de judíos sefardíes, llegados tras su expulsión de España a fines del siglo xv. Las comunidades cristianas bosnias también experimentaron cambios importantes. La población católica bosnia estaba protegida por un decreto imperial oficial, aunque sobre el terreno estas garantías a menudo se ignoraban, dando lugar a la disminución del número de sus integrantes. La comunidad ortodoxa del país, inicialmente confinada en Herzegovina (región del sur de Bosnia) y sudeste de Bosnia, se extendió por toda la región y experimentó una relativa prosperidad hasta el siglo xix.

Kosovo (al sudeste de la vieja Serbia), nombre que en serbio significa Mirlo, y Metohija (al oeste-sudoeste), que en serbio significa Tierra de los monasterios, constituían dos territorios que en la Edad Media habían sido controlados y habitados por los serbios. Dominados totalmente por los otomanos en 1459, muchos de sus antiguos habitantes eslavos emigrarían a lo largo de los siglos de ocupación otomana, mientras que la población no eslava, a la que podemos calificar ya como albanesa (entre la que se encontraban montañeses llegados de la actual Albania reinstalados por los turcos), se islamizó en masa, siendo utilizada en muchos casos por los nuevos señores como fuerza militar. El patriarcado de Peć, única autoridad eclesiástica ortodoxa permitida, sería finalmente abolido en 1766. Sin embargo, también hubo resistencias. De hecho, en 1689, el ejército austriaco, reforzado con serbios y albaneses contrarios a los otomanos, ocuparía brevemente Kosovo. La inmediata recuperación de la provincia por parte de los turcos acentuó la emigración eslava hacia el norte.

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