Читать книгу Las guerras de Yugoslavia (1991-2015) - Eladi Romero García - Страница 8
Nacionalismo decimonónico
ОглавлениеA finales del siglo xviii, la decadencia del Imperio otomano, obligado a replegarse al sur del Danubio, resultaba ya evidente. En contraposición observamos una reafirmación del poder de los Habsburgo en la región, con gobernantes reformistas como María Teresa o José II, impulsores de las ideas renovadoras en sus territorios. Como resultado, surge un nacionalismo romántico que no tardará en manifestarse en una serie de intelectuales eslavos, interesados en recuperar su propia identidad a través de la historia y la lengua. Desde el punto de vista político, asistimos por un lado a las conquistas napoleónicas, anexionando a su imperio las posesiones de Dalmacia y las regiones al sur del Danubio (1805) y constituyendo las llamadas Provincias Ilíricas (1809). La capitalidad de este territorio se instaló en la ciudad eslovena de Liubliana. De esta forma, se estimulaba el nacionalismo eslavo en la región. Por otro, vemos a los serbios manteniendo una dura lucha con los otomanos para obtener la autonomía, alcanzada en 1829 como consecuencia de los dos grandes levantamientos: el de 1804 (protagonizado por un humilde personaje llamado Đorđe Petrović, más conocido como Karađorđe o Jorge el Negro) y el de 1815, aunque tropas otomanas continuarían de guarnición en Belgrado hasta 1867. El nuevo príncipe serbio fue Miloš Obrenović, promotor de la segunda sublevación y fundador de una dinastía, cuyos hombres asesinaron a Karađorđe. En 1835, el mismo Obrenović dotó a sus súbditos de una constitución, proclamada en Kragujevac. Además, su gobierno se caracterizó por la aplicación de una limpieza étnica avant la lettre, desarrollando una reforma agraria que comportó la expropiación de propiedades pertenecientes a gentes de fe islámica, y a la vez una persecución en las ciudades de la población musulmana, que vio cómo sus mezquitas eran destruidas y su cultura poco menos que prohibida. Belgrado, a fines del siglo xviii una ciudad en gran parte turca, perdió numerosos edificios islámicos, y de hecho hoy día solo se conserva una única mezquita de la época de la dominación, la mezquita Bajrakli. La idea era crear un Estado con una sola etnia y una única religión. De forma parecida actuarían los serbobosnios durante la guerra de Bosnia de finales del siglo xx.
El concepto de una gran Serbia unida cobró intelectualmente fuerza a mediados del siglo xix gracias a Ilija Garašanin (1812-1874), militar y político serbio, partidario de la dinastía de los Karađorđe y contrario a los Obrenović. En 1844 redactó para el príncipe Alejandro Karađorđević, que había logrado el poder dos años antes, un proyecto secreto solo publicado en 1906 en el que defendía la formación de un gran reino serbio heredero de su antiguo precedente medieval, habitado por todos los serbios que vivían en los Balcanes, incluidos los de Croacia, Bosnia y Herzegovina Macedonia y Kosovo. Para ello, aconsejaba buscar siempre el apoyo de Rusia. Ciento cincuenta años después, sus ideas se mostraron violentamente vigentes precisamente en Bosnia y Croacia, gracias en parte al apoyo obtenido por la nueva Rusia de Borís Yeltsin. No en vano una edición de dicho proyecto fue publicada en Belgrado en 1991, con el título de Načertanije Ilije Garašanina: program spoljašnje i nacionalne politike Srbije na koncu 1844 godine (Ilija Garašanin: Programa nacional de política exterior y nacional de Serbia a fines de 1844).
Fue en este clima de fervor intelectual cuando comenzó a cobrar cuerpo la idea yugoslava, basada en una lengua y una cultura comunes. Portavoz de tal programa fue Ljudevit Gaj (1809-1872), un destacado lingüista croata iniciador del llamado Movimiento Ilirio de autoafirmación nacional, contrario a la germanización y magiarización que pretendían imponer las autoridades imperiales. Su nombre se deriva del hecho de que los eslavos del sur se consideraban herederos de los antiguos ilirios. Su proyecto, desarrollado por una serie de jóvenes intelectuales durante los años 30 y 40 del siglo xix, era el de desarrollar un estado-nación croata en el seno del Imperio austro-húngaro que uniera a los eslavos del sur. Zagreb se convertirá en la capital de este llamado Renacimiento Nacional Croata.
En años posteriores, el lingüista serbio Vuk Stefanović Karadžić (1787-1864) difundió la idea del lenguaje como la característica principal de una nación. De hecho, en 1850 una serie de expertos croatas, eslovenos y serbios (incluido el propio Karadžić) firmaron el acuerdo para adoptar una lengua serbocroata común.