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3.3 Anunciantes: Las emisoras y la publicidad

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En 1934, en la programación de OAX4A, aparte de las casas que venden aparatos de radio (Casa Dávila, por ejemplo) y las fabricantes de discos (RCA Victor), aparece como auspiciadora la cervecera Pilsen Callao.

Con el surgimiento de nuevas emisoras de carácter comercial, se sostuvo que esas estaciones no estaban autorizadas a contratar propaganda de productos o empresas no vinculadas directamente a ellas; así, Weston y Grellaud, por ejemplo, solo podrían publicitar sus laboratorios. OAX, en cambio, sí estaría autorizada a contratar todo tipo de propaganda comercial. En algunos medios se denunció como inconstitucional esta situación (Buen Humor, 1 de julio de 1934), y ya a fines de 1935 y comienzos de 1936 aparecían en los diarios anuncios de programas pagados por diferentes firmas. Así, Chiclets Adams invitaba a los oyentes a “organizar una fiesta en su casa” con el programa bailable que obsequiaba en Radio Grellaud los domingos de 18.00 a 19.00 horas (La Crónica, 21 de setiembre de 1935); la Casa Welsh daba las 12.00 horas en Radio Internacional, evocando el cañonazo que antaño la indicaba desde el cerro San Cristóbal;16 Max Factor Internacional auspiciaba programas musicales de quince minutos dos veces por semana, Almacenes Santa Catalina presentaba varios espacios en Internacional, lo mismo que la Casa del Mueble de F. Cuadros Grillo en Goicochea, y la mueblería El Eslabón permitía que saliera al aire uno de los más prestigiosos programas de esos años (La hora notable de El Eslabón) en Grellaud.

La elaboración de los avisos comerciales para ser emitidos por radio, sin embargo, no era aún muy sofisticada. En una encuesta realizada por el diario El Universal a locutores en 1936, varios de ellos se quejaban de las dificultades que les significaba la lectura de algunos avisos. A la pregunta de “cuáles son los problemas que diariamente confronta el speaker”, Roberto Cruzalegui, de Grellaud, respondía:

La mala redacción de los textos de avisos de algunos anunciadores que se empecinan en que se diga frases disparatadas. A este respecto soy de la opinión de que las direcciones de radio den a los speakers autoridad suficiente para rechazar la redacción de anuncios que no sean lógicos, morales y bien escritos. Porque al fin y al cabo es la voz del speaker la que escucha el público diciendo disparates y él quien tiene que recibir luego el chaparrón de las críticas (El Universal, 30 de noviembre de 1936).

Por su parte, algunos oyentes y cronistas se quejaban del exceso de avisos, emitidos en largas tandas (El Universal, 23 de junio de 1935). En respuesta a uno de estos reclamos, y a la vez con clara intención publicitaria, Radio Goicochea comunicó que había elaborado un folleto titulado Cómo se anuncia en radio, como “primer aporte técnico a la ciencia de anunciar y que está a disposición de los señores anunciadores que lo soliciten”. En el texto se sugería el empleo de anuncios de treinta palabras como máximo cada quince minutos. Según la emisora de la calle Ocoña:

En otros sistemas empíricos por muy escuchada que sea una broadcasting, se proporciona al comerciante anunciador la posibilidad de que los oyentes atiendan un aviso perdido entre otros 62, en el espacio de una hora. En Radio Goicochea el comerciante, en cambio, no paga el 1/62 de la atención de un oyente medio en una hora, sino solamente 1/8 aproximadamente. Y el oyente no es sometido a la “tortura del anuncio” porque 30 palabras cada quince minutos lejos de fatigarle le hacen aplicar su atención a un objeto distinto del programa musical que está escuchando, y este cambio significa más bien un descanso para su atención. De allí que la eficacia del anuncio irradiado en Radio Goicochea es indiscutible, y que el placer que experimenta el oyente al escuchar sus programas es también tan indiscutible que, en menos de un mes, Radio Goicochea se ha convertido en la estación más sólida del Perú, y su anuncio es el más solicitado (El Universal, 24 de julio de 1935).

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