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Las respuestas y los escombros
ОглавлениеPara concluir el análisis comparativo entre los tres episodios, es menester señalar algunos aspectos que serán retomados en los siguientes capítulos, pero que merecen ser considerados por el lector en este punto.
El primero es el tipo de respuesta global que rápidamente se ha dado a las crisis. Pos-11S primó un liderazgo de tipo unilateral de los EE. UU., que llevó adelante una cruzada antiterrorista sin importar los reparos de muchos de sus aliados y de los organismos internacionales. La intervención en Irak en 2003 sin contar con la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue el mayor ejemplo. Poscrisis financiera primó un liderazgo de tipo multilateral de los EE. UU., en el que se apostó a la búsqueda de soluciones globales para problemas globales. La ampliación del foro de discusión (del G7 al G20) para abordar colectivamente la crisis fue una muestra cabal del nuevo enfoque. Como se verá en el capítulo III, la actual crisis del COVID-19 evidenció una clara falta de liderazgo por parte de la potencia hegemónica en el plano internacional. El mensaje que indirectamente se lanzó desde Washington fue el de “soluciones nacionales” (America First) para los “problemas globales”.
En segundo lugar, resulta interesante vincular esta visible falta de liderazgo por parte de EE. UU. durante la pandemia del COVID-19 con los atentados de 2001 y la crisis financiera de 2008. La guerra contra el terrorismo dañó la credibilidad y reputación internacional de EE. UU. por su “imperialismo exacerbado” (imperial overreach). Las masivas manifestaciones en todo el mundo que se oponían al carácter ilegítimo de la guerra y el aumento de un sentimiento antiyanqui en todo el mundo echaron por tierra la idea de una hegemonía benevolente de los EE. UU. durante la pos-Guerra Fría.
Por su parte, la crisis económica y financiera desnudó un rígido sistema económico y movió las placas tectónicas del tablero político-institucional estadounidense, lo que posibilitó, tiempo después, que una controvertida figura como Donald Trump llegase a la presidencia. El incompetente manejo de la pandemia –tanto a nivel local como global– debe ser puesto en perspectiva. Tal como advierte el académico y ex asesor del gobierno de India, Arvind Subramanian, el colapso del liderazgo global de EE. UU. es producto de una “devastadora y acumulativa saga”(20).
Por último, y retomando la frase del académico irlandés Paul Gillespie que da inicio a este capítulo, las consecuencias económicas y sociales de la crisis del 2008 implicaron –como analizaremos más adelante– un renovado “malestar con la globalización”(21), ya no solo limitado a la periferia como en los años noventa, sino también extendido ahora al mundo desarrollado. Como bien señala el asesor económico principal de Allianz, Mohamed A. El-Erian, la reacción anti-establishment en Europa y EE. UU. dio lugar a movimientos políticos extremos que han tenido algunos hitos sorprendentes, como fue el caso del Brexit (22).
En definitiva, la crisis de la gobernanza global y las tensiones sobre el proceso de globalización, acentuadas con la actual pandemia no pueden entenderse de manera escindida de tendencias preexistentes. Como bien afirma el historiador económico Pablo Gerchunoff, nunca nada cambia del todo en los procesos históricos; buscando entre los escombros siempre se encuentra el pasado (23).