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¿La pandemia del COVID-19 es un cisne negro?

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En virtud de todo lo comentado, bien vale preguntarse si el brote global de COVID-19 puede ser catalogado o no como un cisne negro.(29) No caben dudas de que la mutación de un virus –de la familia del coronavirus– originado en China reúne las características de impacto extremo y previsibilidad retrospectiva. Para todo el mundo ahora resulta evidente que los Estados, las empresas y las sociedades en general eran vulnerables a una pandemia. Ahora bien, ¿puede el COVID-19 ser etiquetado como una rareza?

La historia muestra que las enfermedades infecciosas, las epidemias y las pandemias han sido una de las principales causas de muerte masiva para la humanidad. Si bien el avance de la ciencia ha permitido frenar y eliminar gran parte de los patógenos que diezmaron poblaciones a lo largo de la historia, también es cierto que el explosivo proceso de urbanización, la conectividad física global y la destrucción de los ecosistemas operan en la dirección contraria y en cierta medida acentúan la amenaza. Por el momento, sabemos que existen unos 1.400 patógenos (virus, bacterias y hongos) que pueden infectar a seres humanos. Sin embargo, en la naturaleza hay una diversidad abrumadora de virus desconocidos: se estima que los mamíferos albergan unos 320.000 virus que aún no conocemos (30).

Cuadro 1.1. Grandes epidemias y pandemias de la historia



Fuentes: OMS, CDC. *Hasta agosto de 2020.

En los últimos años, cientos de expertos en el campo de las ciencias de la salud y la biología han presentado diversos trabajos y han escrito innumerable cantidad de papers advirtiendo sobre los peligros de la aparición de una pandemia letal, especialmente derivada de una mutación de la familia de los coronavirus (31). Asimismo, en 2015 Bill Gates le contó a los más de 18 millones de suscriptores de TED que el mundo no estaba preparado para enfrentar una pandemia y que cualquier inversión multilateral dirigida al desarrollo de un plan de prevención y contención sería largamente menos costosa que sus consecuencias.(32)

Por otro lado, como bien señala Juan Gabriel Tokatlian (33), tanto el informe de 2012 sobre Global Trends 2025 de la Oficina del Director del Consejo de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, como el informe de la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación (grupo investigador conjunto de la OMS y el Banco Mundial) presentado en septiembre de 2019, advertían sobre la amenaza real de una pandemia mortífera provocada por un patógeno respiratorio.

Por último, los dos presidentes de los EE. UU. anteriores a Donald Trump mostraron su preocupación por las consecuencias que podría ocasionar una pandemia. En noviembre de 2005, G. W. Bush brindó un discurso en el National Institute of Health describiendo los devastadores efectos de una pandemia en los EE. UU. La fascinación de Bush con el tema fue producto de la lectura del libro La gran gripe, del historiador John Barry.(34) Por su parte, Barack Obama advirtió en diciembre de 2014 ante la misma institución –ya con el antecedente a cuestas de la gripe H1N1 de 2009– que era el momento de construir una infraestructura nacional y global para poder dar respuesta a una mutación de la gripe como la que causó estragos en 2018.(35)

En el plano multilateral, los brotes infecciosos del siglo XXI generaron cambios en el interior de la OMS. Más allá de los cuestionamientos acerca de las responsabilidades de la institución en relación con el brote de COVID-19, se debe destacar la realización de una serie de recomendaciones a los países para reducir la brecha existente ante futuras amenazas. Con el SARS se revisaron en 2005 las Regulaciones internacionales de salud. Con la gripe H1N1 se creó el acuerdo llamado Marco de Preparación para una Pandemia de Influenza y en 2014 se creó el Sistema de Financiamiento de Emergencia ante Pandemias.

Estos mecanismos formaban parte del andamiaje institucional multilateral, el cual era conocido por todos sus miembros. De acuerdo a Tedros Adhanom Ghebreyesus, el Director General de la OMS, “el mundo no necesita otro plan, otro sistema, otro mecanismo, otro comité u otra institución. Se necesita fortalecer, implementar y financiar el sistema y la organización existentes”.(36) Independientemente de la defensa corporativa de la organización que preside, el etíope deja entrever una vez más que la evidencia es contundente para rechazar la tesis del cisne negro a la hora de referirnos a la pandemia del COVID-19.

Analizar esta crisis global como tal es una falacia narrativa, como explica el internacionalista argentino Norberto Pontiroli. Entender el brote de COVID-19 como un evento absolutamente impredecible ofrece una cierta zona de confort y abona una predisposición mental perezosa. Nos excusa de no habernos preparado. Y lo peor es que nos deja poco espacio para aprender de los errores, un lujo que el mundo hoy ciertamente no puede darse.(37)

La disputa por el poder global

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