Читать книгу Una obediencia larga en la misma dirección - Eugene Peterson - Страница 11
2 EL ARREPENTIMIENTO “¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec!”
Оглавление1 En mi angustia invoqué al Señor,
y él me respondió.
2 Señor, líbrame de los labios mentirosos
y de las lenguas embusteras.
3 ¡Ah, lengua embustera!
¿Qué se te habrá de dar?
¿Qué se te habrá de añadir?
4 ¡Puntiagudas flechas de guerrero,
con ardientes brasas de retama!
5 ¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec,
que he acampado entre las tiendas de Cedar!
6 ¡Ya es mucho el tiempo que he acampado
entre los que aborrecen la paz!
7 Yo amo la paz,
pero si hablo de paz,
ellos hablan de guerra.
SALMO 120 NVI
Antes de que un hombre pueda hacer cosas, debe haber cosas que él no hará.
MENCIUS
Las gentes sumergidas en una cultura que está llena de mentiras y de maldad sienten que se están ahogando en ella; no pueden confiar en nada de lo que escuchan, no pueden depender de nadie que conozcan. Dicha insatisfacción con el mundo tal como es, es la preparación para viajar por la senda del discipulado cristiano. La insatisfacción, unida a un anhelo de paz y verdad, puede emplazarnos en un camino de peregrinación hacia la integridad en Dios.
La persona tiene que estar totalmente disgustada con el estado en que está todo antes de poder encontrar la motivación necesaria para emprender el camino cristiano. Mientras que pensemos que la siguiente elección podría eliminar el delito y establecer la justicia o que un nuevo avance científico podría salvar el medio ambiente o que otro aumento de sueldo nos podría poner a salvo de la ansiedad y llevarnos a una vida de tranquilidad, no estaremos listos para arriesgarnos a vivir las trabajosas incertidumbres propias de la vida de fe. La persona tiene que estar harta de la manera de hacer las cosas del mundo antes de que ella adquiera un apetito por el mundo de la gracia.
El Salmo 120 es la canción de semejante persona, cansada de las mentiras y paralizada por el odio, una persona doblada en dos por el dolor que siente por lo que está ocurriendo en el mundo que la rodea. Pero no es un simple clamor, es un dolor que penetra a través de la desesperación y estimula un nuevo comienzo: un viaje hacia Dios que se convierte en una vida de paz.
Los quince cánticos de los peregrinos describen elementos comunes a todos aquellos que se colocan a sí mismos de aprendices con el Señor Jesucristo y que viajan por la senda cristiana. El primero de ellos es el que los empuja a marchar. No es un cántico bonito—no hay nada ni inquietantemente melancólico ni líricamente feliz en él. Es duro. Es discordante. Pero logra que las cosas empiecen.