Читать книгу Una obediencia larga en la misma dirección - Eugene Peterson - Страница 15

3 LA PROVIDENCIA “El SEÑOR te protegerá; de todo mal protegerá tu vida”

Оглавление

1 A las montañas levanto mis ojos;

¿de dónde ha de venir mi ayuda?

2 Mi ayuda proviene del Señor,

creador del cielo y de la tierra.

3 No permitirá que tu pie resbale;

jamás duerme el que te cuida.

4 Jamás duerme ni se adormece

el que cuida de Israel.

5 El Señor es quien te cuida,

el Señor es tu sombra protectora.

6 De día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

7 El Señor te protegerá;

de todo mal protegerá tu vida.

8 El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,

desde ahora y para siempre.

SALMO 121 NVI

Sin embargo, el desviarse de la verdad por el bien de alguna posibilidad de esperanza propia no puede ser jamás algo sabio, no importa cuán pequeña sea la desviación.

No es nuestro juicio de la situación lo que nos puede mostrar lo que es sabio, sino únicamente la verdad de la Palabra de Dios. Solamente aquí yace la promesa de la fidelidad y ayuda de Dios. Será siempre verdad que el itinerario más sabio para el discípulo es atenerse siempre a la Palabra de Dios en toda su sencillez.

DIETRICH BONHOEFFER


En el momento en que le decimos no al mundo y sí a Dios, se solucionan todos nuestros problemas, todas nuestras preguntas encuentran respuesta, y se terminan todas nuestras dificultades. Nada puede perturbar la tranquilidad de un alma en paz con Dios. Nada puede interferir con la bendita seguridad de que todo está bien entre mí y mi Salvador. Nada ni nadie puede contrariar la deliciosa relación que se ha establecido por medio de la fe en Jesucristo. Nosotros, los cristianos, nos encontramos entre esa compañía privilegiada de personas que no tienen accidentes, nunca se pelean con su esposo o esposa, cuyos camaradas jamás los malentienden, cuyos hijos siempre obedecen.

Si llegara a suceder alguna de esas cosas: una duda aplastante, un arranque de ira, una soledad desesperada, un accidente que nos envía al hospital, una rencilla que nos mete en problemas, una rebeldía que nos coloca a la defensiva, un malentendido que nos hace aparecer como que hicimos algo malo, es una señal de que algo anda mal con nuestra relación con Dios. Hemos, consciente o inconscientemente, retirado nuestro sí a Dios; y Dios, impaciente con nuestra fe tan voluble, se ha marchado para ocuparse de alguien que merece más su atención.

¿Es acaso eso lo que creen? Si lo es, tengo fantásticas noticias para ustedes. Están equivocados.

A veces, que nos digan que estamos equivocados nos avergüenza, hasta nos humilla. Deseamos correr y esconder la cara de tanta vergüenza que sentimos. Pero hay veces en que descubrir que estábamos equivocados nos brinda un alivio repentino e inmediato, y podemos levantar nuestro rostro con esperanza. Ya no tenemos que seguir tratando obstinadamente de hacer algo que no funciona.

Hace algunos años atrás, me encontraba en el jardín del fondo de mi casa con la cortadora de césped volteada de lado. Estaba intentando quitarle la cuchilla para poder afilarla. Con la llave inglesa más grande que tenía, estaba tratando de aflojar una tuerca, pero no podía. Tomé un tubo de cuatro pies de largo y lo deslicé sobre la manija de la llave inglesa para poder hacer palanca; me apoyé sobre ella, pero nada. Luego tomé una roca grande y comencé a golpear el tubo. A esta altura de los acontecimientos, estaba comenzando a involucrarme emocionalmente con mi cortadora de césped.

Luego se acercó mi vecino y me dijo que él solía tener una cortadora de césped igual a la mía y que, si se recordaba correctamente, los filetes del perno iban hacia el otro lado. Revertí mis esfuerzos y, efectivamente, la tuerca giró sin ningún problema.

Me alegré al descubrir que estaba equivocado. Me salvó de mi frustración y fracaso. Jamás podría haber realizado ese trabajo, aún poniendo todo mi esfuerzo, si lo hubiera intentado hacer a mí manera.

El Salmo 121 es una voz callada que nos dice con dulzura y gracia que es posible que estemos equivocados en la forma en que encaramos la vida cristiana y, luego, muy sencillamente, nos enseña la forma correcta de hacerlo. Como tal es la secuela necesaria al salmo anterior, el cual nos inicia en el camino cristiano. Le puso nombre a los sentimientos confusos y desconcertantes de alienación y desconfianza que nos llevaban a estar insatisfechos e intranquilos en medio de una forma de vida que ignora o rechaza a Dios, y nos empujaba al arrepentimiento que renuncia al «diablo y todas sus obras» y que afirma el camino de la fe en Jesucristo.

Pero apenas nos zambullimos, con expectativa y entusiasmo, en el río de la fe cristiana, se nos llena la nariz de agua y salimos tosiendo y ahogándonos a la superficie. No bien comenzamos a caminar con confianza por el camino de la fe, nos tropezamos con un obstáculo y nos caemos sobre la superficie dura, lastimándonos las rodillas y los codos. Para muchos, la primera gran sorpresa de la vida cristiana se presenta bajo el aspecto de los problemas que encontramos en ella. De alguna manera, no es lo que habíamos imaginado: habíamos esperado algo muy diferente; teníamos la mente puesta en el Edén o en la Nueva Jerusalén. Pero somos conscientes de repente que se trata de algo muy diferente, y buscamos ayuda a nuestro alrededor, soslayando el horizonte para ver si encontramos a alguien que nos pueda prestar ayuda: «A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?»

El Salmo 121 es el vecino que se acerca y nos dice que la forma en que lo estamos haciendo no es la correcta, y que estamos buscando ayuda en el lugar equivocado. El Salmo 121 se dirige a aquellos de nosotros quienes «haciendo caso omiso de Dios, miran fijamente a la distancia a su alrededor, y dan vueltas largas y sinuosas en búsqueda de remedios para sus problemas.»14

Una obediencia larga en la misma dirección

Подняться наверх