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PREFACIO AL VIGÉSIMO ANIVERSARIO

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En los veinte años que han transcurrido desde que escribí este libro, han tenido lugar enormes cambios sin excepciones en todo el mundo y en la iglesia. Me han dicho constantemente y desde prácticamente todas las direcciones que corro el peligro de convertirme en algo irrelevante si no me mantengo al día con los últimos desarrollos en computadoras y aparatos eléctricos y transportes y medios de comunicación. De modo que, cuando me senté a corregir Una larga obediencia en la misma dirección para la edición de su vigésimo aniversario, estaba preparado para realizar muchos cambios.

No he realizado casi ninguno. Sucede que hay algunas cosas que no cambian. Dios no cambia: él busca y él salva. Y nuestra respuesta a Dios al revelarse a sí mismo en Jesús no cambia: escuchamos y lo seguimos. O no lo hacemos. Cuando nos ocupamos de las cosas básicas—Dios y nuestra necesidad de él—estamos sobre una roca firme. Comenzamos cada día por el principio, sin mucho revuelo.

De modo que el libro sale publicado en esta nueva edición prácticamente igual al que escribí inicialmente. Le agregué un epílogo para reafirmar la manera en que se unen las Escrituras y la oración para proporcionar energía y dirección a aquellos de nosotros que tenemos la intención de seguir a Jesús. Algunos pocos nombres de celebridades han sido reemplazados por nombres nuevos (¡las personas famosas cambian con bastante rapidez!), y he cambiado unas pocas reseñas de asuntos de actualidad. Pero eso es prácticamente todo. Me tranquiliza darme cuenta una vez más de que no tenemos que estudiar ansiosamente al mundo que nos rodea para poder mantenernos al día con Dios y su manera de relacionarse con nosotros.

De hecho, los quince cánticos de los peregrinos (Salmos 120-134), los cuales proporcionan aquí el texto para desarrollar el «discipulado en una sociedad instantánea,» proveyeron el ímpetu para embarcarme en una nueva traducción en inglés, The Message. Al principio, todo lo que tenía planeado era traducir los Salmos al lenguaje idiomático de Norteamérica que escuchaba que la gente utilizaba en las calles y en los centros de compra y en los partidos de fútbol americano. Yo sabía que seguir a Jesús no podría jamás desarrollarse en una «larga obediencia» sin una vida de oración más profunda y que los Salmos habían sido siempre la forma primordial por medio de la cual aprendieron los cristianos a orar todo lo que vivían, y a vivir todo lo que oraban a lo largo de su trayecto.

Sin embargo, la gente que yo conocía no oraba los Salmos. Eso me desconcertaba; los cristianos habían siempre orado los Salmos; ¿por qué entonces no lo hacían mis amigos y mis vecinos? Luego me di cuenta de que se debía a que el lenguaje, con cadencias y hermoso y armonioso, parecía algo remoto y alejado de sus vidas cotidianas desapacibles y desordenadas y discordantes. Pero cuando nuestros antepasados hebreos oraron y escribieron inicialmente estos Salmos, ellos eran tan desapacibles y desordenados y discordantes como lo que experimentamos hoy día. Yo deseaba traducirlos del original hebreo y transmitir la energía cruda, tosca y robusta que es tan característica de esas oraciones. Deseaba que la gente comenzara nuevamente a orarlos, no sólo admirarlos a la distancia, y por lo tanto aprender a poner en oración todo lo que experimentaban y sentían y pensaban al seguir a Jesús, y no sólo lo que pensaban que era correcto orar en la iglesia.

Y así fue que la consecuencia no intencionada de la escritura de Una larga obediencia en la misma dirección fue esta nueva traducción del Cántico de los peregrinos, y luego de todos los Salmos y del Nuevo Testamento (y finalmente, de toda la Biblia).

Una obediencia larga en la misma dirección

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