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Compitiendo con caballos

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Vitezslav Gardavsky, el filósofo y mártir checo que murió en 1978, tomó Jeremías como su “modelo de hombre” en su campaña contra una sociedad que planeaba cuidadosamente cada detalle de su existencia material eliminando el misterio y el milagro, y extrayendo toda libertad a la vida. En su libro God Is Not Yet Dead (Dios aún no está muerto), dice que la terrible amenaza contra la vida no es la muerte, ni el dolor, ni ninguna variación en los desastres de los cuales tratamos obsesivamente de protegernos por medio de nuestros sistemas sociales y estratagemas personales. La terrible amenaza es “que podemos morir antes de nuestra muerte física, antes de que la muerte sea una necesidad natural. El verdadero horror yace en esta muerte prematura, una muerte después de la cual seguiremos viviendo por muchos años”.6

Existe un memorable pasaje referente a la vida de Jeremías cuando, agobiado por la oposición y absorto en la autocompasión, estuvo a punto de rendirse a esta muerte prematura. Él estaba listo para abandonar su llamado único en Dios y ser un número estadístico más en Jerusalén. En aquel momento crítico, escuchó la reprimenda: “Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del Jordán” (Jer. 12:5). El bioquímico Edwin Chargaff actualizó las preguntas: “¿Qué quieres alcanzar? ¿Grandes riquezas? ¿Un pollo más barato? ¿Una vida más feliz, más larga? ¿Es poder sobre tus vecinos lo que buscas? ¿O buscas mayor sabiduría y una piedad más profunda?”7

La vida es difícil, Jeremías. ¿Te vas a rendir con la primera señal de oposición que se presente? ¿Te vas a retirar cuando has descubierto que la vida es mucho más que tres comidas al día y un lugar cómodo donde dormir por la noche? ¿Vas a salir corriendo en el momento en que hombres y mujeres están más interesados en mantener tibios los pies que en vivir para la gloria de Dios? ¿Vas a vivir cobarde o valientemente? Te llamé para que tuvieras una vida plena, para que buscaras la rectitud, para que fijaras tu rumbo hacia la excelencia. Es más sencillo ser neurótico, lo sé. Es más sencillo ser un parásito. Es más sencillo relajarse en los brazos tiernos de La Media. Es menos complicado, pero no mejor. Más fácil, pero no más significativo. Más sencillo, pero no más satisfactorio. Te llamé a una vida con propósito más allá de lo que crees que eres capaz de vivir y te prometí las fuerzas adecuadas para cumplir tu destino. Ahora, a la primera señal de dificultad te quieres rendir. Si estás fatigado con esta muchedumbre corriente de mediocres apáticos, ¿cómo estarás cuando la verdadera carrera comience, la carrera contra los rápidos y determinados caballos de la excelencia? ¿Qué es lo que en realidad quieres, Jeremías, arrastrarte con la multitud, o correr con los caballos?

Es comprensible que existan cosas que nos alejen de la excelencia, el riesgo, la fe. Es más sencillo definirse a sí mismo mínimanente (“un bípedo desemplumado”) y vivir de manera segura dentro de aquella definición que ser definido máximamente (“poco menos que Dios”) y vivir aventuradamente en esta realidad. Es poco probable, creo yo, que Jeremías fuera espontáneo o rápido en su respuesta a la pregunta de Dios. Los ideales extáticos de una vida nueva han sido salpicados con el cinismo del mundo. El ímpetu eufórico del entusiasmo juvenil ya no estaba más en él. Él sopesó las opciones. Evaluó el costo. La duda lo llevó de un lado al otro. Cuando la respuesta llegó, ésta no fue verbal sino biográfica. Su vida fue la respuesta: “Competiré con los caballos”.

Correr con los caballos

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