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Dignidad y disposición

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Muchos hechos críticos suceden antes de mi concepción y nacimiento que predeterminan la realidad que experimento: hechos biológicos que me hacen ser un bípedo que camina y no un pez que nada; hechos geográficos que me proveen un clima agradable en lugar de la era del hielo; hechos científicos que permiten que los médicos nos visiten cuando estamos enfermos y no curanderos brujos; hechos políticos que me hacen ser un ciudadano en una democracia y no un siervo en un estado feudal. Pero los hechos más importantes de todos son los que Dios hizo antes de que fuera concebido, antes de que naciera. Él me conocía, por lo tanto no soy un accidente; él me escogió, por lo tanto no puede ser un cero; él me dio, por lo tanto no debo ser un consumidor.

Existen esfuerzos frenéticos en nuestra cultura para rescatar arruinadas autoestimas reforzando a la gente por medio de palabras alentadoras y de afirmación, que les dicen que son espectaculares, que son el número uno, y que recibirán algo muy bueno en el momento justo. El resultado no consiste en personas grandes sino pequeñas, en egos pigmeos. Pero, ¿cómo logramos tener un sentido de importancia sin inflar el ego? ¿Cómo nos hacemos importantes sin volvernos auto-importantes, seguros sin ser arrogantes, dignificados sin lucir ridículos?

Jeremías fijó el modelo. ¿Alguna vez vivió alguien tan bien sin estos reservorios profundos de dignidad y disposición –sin rastros de superficialidad— como lo hizo Jeremías? Lo hizo partiendo de la meditación en el maravilloso antes de su vida, y vivió este trasfondo sin ir contra él. Esto, y no Anatot, era de donde venía Jeremías, y el acento en su hablar delataría su origen a cualquiera con un oído sensible.

Es difícil cultivar este tipo de profunda conciencia en la memoria. No recibimos ayuda de nuestros contemporáneos quienes raramente se remontan más allá de los minutos de su anterior encuentro en un intento por comprender la agenda de su humanidad. Estamos tan acostumbrados a considerar todo a través del prisma de nuestros sentimientos actuales y de nuestras más recientes adquisiciones que es un cambio radical considerar al vasto antes. Pero si hemos de vivir bien, es necesario que lo hagamos. De otra forma, tendremos una vida débil e insegura, ignorantes de la gloria que nos conoce, elegidos y dados a otros por Dios.

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