Читать книгу Correr con los caballos - Eugene Peterson - Страница 20
Eligiendo equipo
ОглавлениеEl segundo punto de información que tenemos del trasfondo de Jeremías es este: “antes que nacieras, te santifiqué”. Santificar significa apartar para Dios. Significa que el humano no es una rueda de la suerte. Significa que una persona no es el teclado de un piano en el cual las circunstancias tocan los tonos de moda.2 Significa que somos escogidos de la corriente irreflexiva de la circunstancialidad para algo más importante que Dios está haciendo.
¿Qué es lo que Dios está haciendo? El está salvando, rescatando, bendiciendo, proveyendo, juzgando, sanando, iluminando. Hay una guerra espiritual en progreso, una batalla moral suprema. Existe la maldad y la crueldad, la infelicidad y la enfermedad. Existe la superstición y la ignorancia, la brutalidad y el dolor. Dios está en una continua y sostenida batalla contra todo esto. Dios es a favor de la vida y en contra de la muerte. Dios es a favor del amor y en contra del odio. Dios es a favor de la esperanza y en contra de la desesperación. Dios es a favor del cielo y en contra del infierno. No existe un terreno neutral en el universo. Cada metro cuadrado es un espacio en guerra.
Antes de siquiera haber nacido, Jeremías fue enlistado en bando de Dios en esta guerra. No le fue dado un par de años para mirar alrededor y decidir en qué lado estaría, o si se decidiría a escoger alguno. Él ya había sido escogido como combatiente del lado de Dios. Y todos lo somos. Nadie existe como un simple espectador. O asumimos la vida a la cual hemos sido consagrados o nos apartamos traicioneramente de ella. No podemos decir: “¡Espera un momento! Todavía no estoy listo. Espera hasta que haya evaluado todas las posibilidades.”3
Por mucho tiempo los cristianos se llamaron los unos a los otros “santos”. Todos eran santos sin importar si sus vidas eran fáciles o difíciles, o lo experimentados o inexperimentados que fueran. La palabra santo no se refería a la cualidad o virtud de sus actos, sino a la tipo de vida para la cual habían sido escogidos, la vida en el campo de batalla. No era un título dado después de alguna obra espectacular, sino la marca de aquel en cuyo lado estaban. La palabra santo es la forma nominal del verbo santificar que dio forma espiritual a Jeremías aún antes de que tuviera forma biológica.
En el vecindario en el cual viví cuando estaba en primer grado todos los demás niños eran mayores que yo. Cuando teníamos juegos entre los vecinos y había que formar los equipos, yo era siempre el último en ser elegido. En una ocasión –probablemente más de una, pero esta quedo grabada en mi memoria— después que todos los demás habían sido elegidos, me quede solo parado en medio de los dos equipos. Los capitanes discutían entre sí sobre quien tendría que elegirme. De repente me di cuenta que tenerme era una desventaja. A medida que avanzaba la discusión entre ellos pasé de ser un cero a ser un número negativo.
Con Dios no sucede así. Ni un cero ni un número negativo. Tengo un lugar apartado el cual sólo yo puedo llenar. Nadie puede substituirme. Nadie puede reemplazarme. Antes de que fuera buena para cualquier cosa, Dios decidió que era bueno para lo que él estaba haciendo. Mi lugar en la vida no depende de lo bien que salga en el examen de admisión. Mi lugar en la vida no es determinado por el mercado disponible para mi tipo de personalidad.
Dios está fuera para ganar al mundo con amor y cada persona ha sido seleccionada de la misma forma que lo fue Jeremías, para ser apartados y ganar al mundo con él. Dios no espera a ver cómo nos desenvolvemos para decidir si nos elegirá o no. Antes de que naciéramos nos escogió para ser parte de su equipo, nos santificó.