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SIJÉ, O DEL SECRETO DE UNAS VACACIONES (1928-1929)

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El libro Sijé, o Del secreto de unas vacaciones se publicó por primera vez, en forma de glosas, en El Día Gráfico, entre octubre de 1928 y enero de 1929. Sin embargo, el germen de la novela ya había aparecido en otra serie de glosas, firmadas con el pseudónimo «Un Ingenio de esta Corte», que Ors publicó en Blanco y Negro en septiembre de 1925. En forma de libro sólo se publicó, póstumamente, en el año 1981.

Tal como la ha definido Luis F. González-Cruz, Sijé es «un caso único en las letras contemporáneas»23, quizás la mejor obra narrativa orsiana. Se trata de una novela que sorprende por su «modernidad» y por su «novedad», que, siempre según este crítico, «nos permitirían emparentarla con las mejores páginas de Thomas Mann y de Marcel Proust». Además, es una obra narrativa excepcional por su variedad de métodos narrativos y modos estructurales, por las teorías filosóficas que contiene, por su marcado erotismo, por ser una vacación italiana: «Sijé fue una Voz, antes de ser un Cuerpo». Óscar Barrera ha destacado que «tanto en La Bien Plantada como en Sijé asistimos a un proceso de desintegración del ídolo de barro creado por la fantasía idealizadora de uno o más personajes»24, pero Antoni Mora ha intentado sintetizar globalmente el hilo narrativo de la novela:

«El hilo narrativo de Sijé sigue la peripecia de siete amigos, de vacaciones, primero en Suiza y luego en Italia, que conocen a una chica que se les une en el periplo. A ella la llaman Sijé, en parte por no querer saber su nombre, ni su vida “civil”, en parte como guiño a la chica que amó al amor, Psique. Pero ella también pasa a simbolizar el alma —psique— del grupo de amigos, lo que permite al narrador —identificado sólo como “Yo”— reflexionar acerca de la amistad, entre otras cosas. Se podría decir que este libro es como la exploración de una breve nota póstuma de Freud: “Psyché es extensa. No sabe nada”.

Sijé entra en el grupo de amigos con una ambigüedad andrógina que es consustancial al grupo mismo: tan pronto la divisan, dos de los amigos la invitan simultáneamente a subirse en su compartimento del tren, tomándola uno por un chico (“¿Despides a tu novia, muchacho?… ¡Si quieres, te llevo!”) y el otro por una chica (“¿Despides a tu novio, muchacha?… ¡Si quieres, te llevo!”). Es una chica, pero el equívoco ya está dicho. Más exactamente, ese equívoco está hecho: el “duende de la homosexualidad”, que diría Thomas Mann, recorre todo el relato, porque conforma una parte del cimiento de la amistad del grupo. Y que sólo afecte a una parte es clave para entender que no se trata de un grupo de amigos homosexuales, sino de un grupo de amigos entre los cuales fluye de una forma espontánea —e insistente— la homosexualidad. Desde antes de la entrada de la chica que parece un chico, ya ha quedado claro que algunos personajes, mirando el panorama de la playa vista desde la ventanilla del tren, se regodean con la belleza de los muchachos que se bañan. Y más aún: quien ejerce de maestro del grupo es un profesor retirado de Cambridge, llamado Fô, una suerte de moderno Sócrates que por poco no es acusado de corruptor de la juventud. “Su materia predilecta es la belleza pura, la amistad, el amor”. Y sobre estas cuestiones diserta el maestro a lo largo del relato, pues este trata de la amistad. Aquí oímos de su boca planteamientos que antes hemos leído firmados por d'Ors: sólo se puede pensar entre dos; incluso para que se constituya una personalidad se necesita del amigo. “Yo soy tu amigo; luego, existo. Si no fuese por ti, yo no lo sabría”».

Parece claro que uno de los temas de la novela es la amistad como una forma de amor. Uno de los siete amigos, aunque ausente hasta la mitad del relato, es Octavio de Romeu, verdadero heterónimo utilizado frecuentemente por Ors desde su juventud. Los siete personajes bien delineados son: Sijé, la única mujer del grupo; Fô, el sabio, pensador y filósofo; Alfredo Panzini, italiano, discípulo de Fô en Cambridge, ahora diplomático; Osbert, noble inglés; Rambaud-Valady, pintor francés; Agenor, gramático inglés de gran perfección física y espiritual, y el narrador, «yo», desdoblado en Octavio de Romeu. El número total del grupo es siete, número pitagórico al que el narrador atribuye poderes mágicos25.

Para Carlos d'Ors, Sijé es la antítesis de La Ben Plantada porque «representa lo fugaz, lo temporal. Mientras Teresa es representación espacial, Sijé es sucesión temporal»26. Sijé sería el personaje que simbolizaría la misteriosa sirena que aparece y desaparece, emerge y se sumerge, «el devenir heraclíteo»:

«Sijé es la propia psique humana, misteriosa e impenetrable. Sijé (la psique griega); es decir, Psique o Psiquis es, como ella, hermosa, pero ligera e inconstante, semejante al soplo del céfiro y al vuelo de la mariposa; tan grande es la volubilidad de su carácter».

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