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SIGNIFICACIÓN DEL «GLOSARIO»
ОглавлениеEl lunes 1 de enero de 1906 un joven llamado Eugeni Ors (la «d» suplementaria del apellido no se estabilizó hasta un tiempo más tarde), convertido pocas semanas después en Xènius, publicaba por primera vez en las páginas del diario La Veu de Catalunya, el portavoz del catalanismo político conservador, la rúbrica «Glosari», una columna periodística que obtuvo una repercusión y una influencia extraordinarias. Durante más de quince años en lengua catalana, y todavía durante casi treinta años más de «Glosario» en castellano, Ors supo elaborar un género literario personal e inclasificable. Desde el «Glosari», Xènius mostraba una curiosidad enciclopédica, desarrollando una habilidad admirable para tratar los temas más diversos. En poco tiempo, consiguió convertirse en el líder visible, el «verbalizador» según palabra de Josep Murgades, de todo un programa cultural y estético de gran incidencia política que debía llevarlo a construir cada día «nuevos sistemas metafísicos aptos para la acción». Pocos días después de haber iniciado su colaboración regular en el diario, Eugeni Ors fue enviado como corresponsal especial a Algeciras, donde se había de celebrar una conferencia internacional para reglamentar la influencia de varias potencias extranjeras sobre el Imperio de Marruecos. Después de aquella estancia, durante todo el mes de febrero, Ors publicó una serie de crónicas que sustituyeron la recién iniciada colaboración en La Veu de Catalunya. Hasta el mes de mayo de aquel primer año de «Glosari», Ors compaginó también su sección en el periódico de la Lliga con una serie de «reportajes», firmados como Xènius, en el semanario El Poble Català. Terminada esa colaboración al convertirse el semanario en diario y al ocurrir la muerte del corresponsal de La Veu en París, Eugenio d'Ors fue elegido para sustituirlo. Ors llegó a París en el mes de mayo y, liberado de la doble colaboración periodística, recuperó el pseudónimo para las glosas y comenzó a utilizar su nombre para firmar una nueva serie de «crónicas» parisinas similares a las de Algeciras, algunas de gran extensión y generalmente de tema artístico. En una carta a Raimon Casellas, Ors le anunciaba precisamente: «Dentro de unos días irá la primera de las crónicas de París. Pienso firmarlas con mi nombre o con las iniciales de mi nombre, como las de Algeciras. Y, para que no se repita en un solo día la misma firma, he pensado firmar desde hoy los Glosarios de un modo distinto. Firmaré Xènius, pseudónimo que ahora debe ser exclusivo de La Veu. Y, para justificar el cambio, he escrito el Glosari de hoy»10; Así, efectivamente, a partir de la glosa «Entre parèntesis: de com el Glosador se diu Xènius» (La Veu, 9 de mayo de 1906), esta, sin embargo, firmada excepcionalmente «Ors & Xènius», el resto de glosas aparecieron ya definitivamente firmadas como Xènius, y es con esta firma con la que se convirtieron en la obra que ha quedado indefectiblemente asociada a la de Eugenio d'Ors. El uso del término «glosa», discutido en ese mismo momento debido a su grafía (en catalán debería ser «glossa»), aunque era aceptado por los diccionarios, fue defendido con un sutil argumento de diferenciación genérica en una carta privada que Ors envió muchos años más tarde, el 8 de noviembre de 1918, a Jaume Bofill i Mates: «Dejadme ahora sólo protestar del Glosador con doble s puesto en la magnánima dedicatoria. Yo escribo glosas, improvisaciones, canciones si se quiere, como las del minúsculamente épico glosador mallorquín, inspirado por la realidad circunstancial que le rodea, no glosas apostilla vinculadas como las de un alejandrino o un boloñés operando sobre textos muertos. El Glosario puede ser una sarta de contadas, no un vocabulario de palabras. Por otra parte, nuestro académico Diccionario (genuflexión) me ampara»11. Había, además, en el «Glosari» una clara voluntad estilística, máximo exponente de la prosa de arte, que con los años debería ser casi tan célebre como sus contenidos y su autor. Un estilo, o quizás mejor dicho: una multiplicidad de tentativas estilísticas, caracterizado, por decirlo con palabras de Gustave Lanson, por la preeminencia de las asociaciones estéticas por encima de los lazos lógicos y por la subordinación de la exactitud gramatical a la intensidad poética12. Si se ha objetado que tanto el gusto por la afectación en el léxico como la interferencia de las dos lenguas de cultura del escritor, el francés y el español, llevaban a Ors a incorporar a la lengua catalana formas arcaizantes, cultismos y calcos sintácticos de forma quizá gratuita, también se puede decir que el verdadero efecto estilístico de la escritura de Eugenio d'Ors se produce en la acumulación de elementos de diferentes órdenes (intelectuales, sentimentales, musicales) para conseguir una eficacia evidente en la creación de imágenes, y no debe ser gratuito, aquí, recordar su interés constante por el discurso pictórico.
Más que un simple cronista, Ors se presentaba como un periodista de ideas siempre atento al presente, dispuesto a oír «las palpitaciones del tiempo». Por encima de todo, creía en un género literario que le permitía, en una clara voluntad programática, formular conceptos que se concretaban en palabras clave que se extendieron (o se impusieron), con mayor o menor fortuna, en la vida social, cultural y política de la Cataluña de la época. Porque, según sus propias palabras, su principal objetivo era «acuñar conceptos como quien acuña moneda». Entre estos conceptos está el de noucentisme («novecentismo»), que le funcionó perfectamente como relato fundador y autojustificativo. El término fue utilizado en el año 1906, en primer lugar, en su forma adjetiva noucentista para denominar a los jóvenes noucentistes, es decir (gracias al doble significado de nou, «nueve» y «nuevo» en catalán), a los hombres del novecientos y a los partidarios de lo «nuevo».
Pero la glosa no era tan sólo un artículo de expresión personal firmado por un fino observador de la realidad ciudadana. En sus glosas había poesía y ensayo, narración y análisis; tanto aparecía un triste recuerdo infantil de un Ors atemorizado y perdido en la Rambla de Canaletes como la genial captación poética de un instante en la playa de la Barceloneta. En el «Glosari», aparecen también, combinadas con lecturas innumerables y decenas de referencias a la actualidad cultural europea o norteamericana, conversaciones de café y potins ciudadanos, consejos útiles para la vida práctica y temas de la vida cotidiana. Xènius mostraba toda su insaciable curiosidad intentando revitalizar el espíritu crítico de una sociedad que probablemente estaba más adormecida de lo que él mismo imaginaba.
Su repercusión internacional superó en seguida el ámbito catalán y hasta el español. Pongamos sólo un ejemplo. Desde Alemania, el catalanófilo Eberhard Vogel, filólogo, catedrático en la Escuela Real Técnica Superior de Aquisgrán, traductor del catalán al alemán y autor de un diccionario alemán-catalán, también se hizo eco del pensamiento de Eugenio d'Ors. Vogel publicaba, en el semanario antiliberal de Múnich Allgemeine Rundschau. Wochenschrift für Politik und Kultur, una serie de crónicas sobre cultura española. En uno de sus artículos, «Ein Sokrates des modernen Spanien» (núm. 14, 1 de marzo de 1913, pág. 289), Vogel explicaba su primera reacción como lector del Glosario:
«Hace seis años empecé a leer diariamente La Veu de Catalunya y encontré en sus columnas una contribución diaria, con el nombre de Glosari, firmada por un tal Xènius. Este diario está escrito en catalán y por eso es poco conocido en el extranjero, pero por su línea neutral y la variedad de los temas culturales que trata es mucho más que un diario de un partido de izquierda o de derecha: es un portavoz destacado de los regionalistas catalanes, cuyo programa está ganando cada vez más seguidores. Tengo que admitir que durante un tiempo [el Glosari] no me gustó. Me pareció que el pseudónimo Xènius (guía turístico) procedía sobre todo a un defensor de una línea espiritual francesa al que, de vez en cuando, le gustaba mostrarse como conocedor de la forma alemana de pensar y trabajar. Por casualidad descubrí su nombre real: Eugeni d'Ors».13
Vogel tuvo que superar una reticencia inicial. En un primer momento, había considerado a Ors como un escritor hábil, «pirotécnico», del que le incomodaba la forma «juguetona y saltarina», a veces superficial, de tratar los temas diarios. Le molestaba el Ors más sibarita, el que se interesaba por las formas estéticas de la cultura contemporánea, como la moda, el baile o los hábitos de la comida. Pero muy pronto, asegura, empezó a valorar la curiosidad de Xènius, su interés por todas las ciencias, y su gran capacidad para formarse un criterio independiente en temas diversos e inusuales. Aquel que primero le había parecido que sólo era un «brillante ecléctico» se le aparecía rápidamente como un filósofo de gran profundidad moral que, desde su labor del Instituto de Estudios Catalanes, «que ahora ya tiene más renombre en el extranjero que todas las universidades españolas», conseguía remover las conciencias de una sociedad que seguía con fervor:
«Le di el nombre de Sócrates moderno por sus contribuciones en La Veu, que divulgó, seguramente por falta de un diario de gran alcance, al estilo de Sócrates, que solía hacerla mezclándose entre los jóvenes en mercados y campos de deportes. […] En todo caso, quien quiera acercarse a la nueva Cataluña, la levadura madre de España, debería aceptar como evangelio La Ben Plantada y La Nacionalitat Catalana, de Enric Prat de la Riba».