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A MODO DE CONCLUSIÓN: EUGENIO D'ORS, UN ANTIMODERNO
ОглавлениеSiguiendo la estela de La Bien Plantada, Ors publicó a lo largo de su vida algunos de sus títulos narrativos más significativos, generalmente series estivales, en torno a una figura femenina. De hecho, parece que Ors albergó siempre la esperanza de ver reunidas en un solo libro sus narraciones protagonizadas por personajes femeninos. Se trataba de un volumen que debía titularse Las Oceánidas, en alusión a aquel pasaje del Prometeo encadenado de Esquilo en que las Hijas del Mar se acercan a Prometeo para asegurarle consuelo45. Eran, pues, las Oceánidas figuras consoladoras, inspiradoras, y también figuras arquetípicas de la feminidad46. Por supuesto, Prometeo vendría a ser el mismo Eugenio d'Ors, al que se identificaría simbólicamente. O no tan simbólicamente, puesto que protagonizaría también la tragedia en catalán, en un acto, titulada El Nou Prometeu encadenat, publicada en 1920.
En el texto que sirve de prólogo a la primera edición en catalán de Tina y la Guerra Grande (1935), Ors se refería a las «Oceánidas» como título genérico para calificar a una «serie de parábolas sobre el Eterno femenino y sus consolaciones» y citaba explícitamente La Bien Plantada (1911), seguida de Cartas a Tina-Tina y la Guerra Grande (1914), Gualba, la de mil voces (1915), Sijé (1928-1929) y La verdadera historia de Lidia de Cadaqués (1948-1953), pero añadía también El sueño es vida (1922), Eugenio y su demonio (publicada en 1943) y las narraciones inéditas La Xantipa y La Majordoma47.
Así pues, Ors es uno de esos escritores que parecen ceder menos a la exigencia de su imaginación creadora que al deseo de extender ampliamente, a través de la novela, las ideas que igualmente exponen en sus artículos, estudios o ensayos. Estas narraciones orsianas basadas en figuras femeninas hacen de la palabra parabólica el fundamento de su significación literaria. Hablar en forma de parábolas es ya una forma de hablar en imágenes. La palabra parabólica implica forzosamente concebir el texto literario como enigmático y misterioso, susceptible de múltiples interpretaciones, alejado de lecturas meramente referenciales o realistas. De ahí que sea bueno volver a las mismas palabras de Ors sobre la novela:
«¿Para qué, contar? Las cuentas pueden suplir, con ventaja, a los cuentos. El todo está en sustituir lo novelesco por la consideración de que la suma de los ángulos interiores de un triángulo vale dos ángulos rectos. Y en alejar al “hombre de carne y hueso” poniendo en su lugar al Ángel, que define, al definir su secreto, su eternidad»48.
Como ha señalado Joan Ramon Resina, no hay que pretender meter el clavo por la cabeza e intentar hacer cuadrar las narraciones de Eugenio d'Ors en una visión rígida del género novelesco. Lo que caracteriza a las ficciones orsianas es la discontinuidad, dice el mismo crítico, la «carencia de principio y de fin, la secuencialidad de los momentos estáticos de carácter figural, es decir, tableaux vivants, o bien cameos, imágenes sueltas, definiciones». O, para decirlo en términos del mismo Ors, «ecuaciones algebraicas con desglosamientos de los factores, que siempre se equilibran en torno a la igualdad». Pero, en su estudio sobre las glosas de La Bien Plantada, Resina recuerda, sobre todo, que no es tanto que el lector se sienta absorbido por la vida que pueda palpitar en estos textos, «sino que se mantiene en una relación puramente intelectual con ellos. Esta relación comparte con la experiencia estética kantiana la prioridad del juicio sobre el placer. El mundo narrativo de Ors es tan esquemático que en ocasiones se aproxima a la pintura de ideas, mundificando lo conceptual y subjetivo, como más tarde definirá José Ortega y Gasset la técnica del arte nuevo»49.
Para evitar apelaciones con connotaciones desdeñosas, el profesor Antoine Compagnon propuso llamar «antimodernos» a aquellos escritores que pretenden a la modernidad pero que a su vez no quieren renunciar a la tradición, a aquellos autores que reaccionaron contra la modernidad, pero no por conservadurismo sino como una respuesta surgida desde el seno de la misma modernidad50. En una de sus múltiples definiciones y ejemplificaciones, Compagnon afirma que los escritores antimodernos no son los adversarios de lo moderno, sino los pensadores de lo moderno, sus mismos teóricos. Una aproximación conceptual que, está claro, conviene a Eugenio d'Ors, siempre interesado por la vanguardia, pero también permanentemente situado en la retaguardia de esta misma vanguardia.
X. P.