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En el siglo III, en Roma, san Valentín ponía en riesgo su vida para unir a los enamorados en matrimonio bajo el imperio de Claudio II, quien quería a todos sus soldados solteros porque decía que así eran mejores.

En los inicios del siglo XXI, en Hermosillo, bajo el imperio de los colegios privados, alguien ejerce como un santo y organiza entre los institutos un intercambio de amor con paletas, chocolates, flores, globos, props básicos en una etapa previa al matrimonio.

Sebastián se sale del radar social. Él no está en ninguna de las escuelas de niños con las que generalmente socializan las niñas de su liceo. Isabela disimula la envidia que le dan sus compañeras que reciben paletitas, claveles rojos, ellas, las intocables, ellas, cumpliendo la norma.

El año pasado, Isabela recibió un globo enorme en forma de labios al final del día. El «Isabela Bauman» de la boca de la miss lo había escuchado inverosímil. Leyó Adrián en la tarjetita y se infló.

Adrián también fue secreto. Aunque menos. Sabían los mejores amigos, algunas de su salón. Cada mes, Isabela y Adrián se daban un regalo. A los sesenta días, él le regaló una cadenita donde venía un corazón flechado y un Te Amo Isabela. Ella le quiso regalar una decena de chocolates dentro de una taza con estampado de un oso de peluche que detenía un I love you. La taza estaba envuelta en una caja como si fuera del jabón Tide, pero en vez de decir Tide decía Tiamo. Adrián abrió la caja de jabón enfrente de los amigos y sacó la taza con papel china adentro. A Isabela se le habían olvidado los chocolates en el refrigerador. La carcajada grupal, larga, eterna, que prosiguió al incidente la atormentó por noches.

La relación no llegó a un intercambio físico más allá de agarrarse las manos ni a un tercer regalo.

Isabela tiene ganas de regalarle a Sebastián una gorra de los Lakers que un hermano guarda con etiqueta en su clóset. Pero ni al caso ser la primera en dar algo. ¿Por qué él no le mandó nada? Porque todavía no son novios. Porque no le ha escrito tqm. ¿Por qué todavía no si ya lo hacían antes?

Isabela, abstraída, acomoda su mochila en la espalda para irse del salón de clases. Carlota, con una paleta en la boca, la ataca con un boobie power, golpe de ambos puños a ambos senos, que deja a Isabela plegada en dos.

¡Aaauuuuch!

Parecías calaca, Isa, andabas toda pálida, dice Carlota, se ríe más. Necesitabas color.

En la salida, Isabela ve a Carlota cargada de regalos. Isabela, manos libres, le sube la falda por atrás y le baja los shorts y los calzones. Carlota grita y las uniformadas alrededor sueltan risitas y uy uys.

Necesitabas color, Carlonguis, le dice Isabela, el triunfo en la sonrisa, no se da cuenta de una piedra y se tropieza.

La Choqui, flaca, peinada con gel, grita:

¡Sándwich!

Su llamado obtiene respuesta. Las uniformadas se juntan como abejas sobre panal, arriba de la derrumbada, acostadas. Flores machucadas, paletas rotas, lluvia de pétalos, gritos y carcajadas.


Segunda virginidad

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