Читать книгу Segunda virginidad - Fernanda Ballesteros - Страница 8

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Sebastián llama otra vez. Sebastián le pregunta si todavía trae la pulsera que le regaló en Kino, la que le compró al lado del puesto de piñas, cocos y mariscos, donde había también delfines, pipas y cimarrones de palofierro. Sebastián le tomó la muñeca y se la puso, estambres con un Isabela escrito en azul rey, fondo azul cerúleo. El calor se había esparcido en los cachetes de ella.

Isabela ahora se tapa la cicatriz suicida del ABC con la pulsera. Maldita Vero, cómo le rascó con ganas, parecía un coraje atorado, ahora Isa va a tener que encontrar métodos en los años que le quedan de vida para esconderse un intento superfalso de suicidio de un jueguito todo chafa. El método actual: los hilos del ex. La pulsera de un novio escondido, falso, tapando la cicatriz de un acto falso.

A Sebastián le gusta saber que todavía la trae. Trae su tono de coqueto, cada frase que dice la acaba en Isa: oye, Isa, a ver, Isa, dime, Isa, quiere saber todo lo que ha hecho desde que no se hablan, con quién ha hablado, a dónde ha ido, si se ha dado un beso de lengua con alguien más.

Dime la verdad.

Isabela le dice:

Dime tú primero.

Sebastián le dice que sí, el viernes pasado, en Boston, con una de allá que conoció en la graduación de su primo. En un camión que rentaron con luces y música alta, en vez de asientos era una pista para bailar, iban tomando vodka.

Fue ella la que se acercó, dice Sebastián.

Isabela, con el corajito-orgullo, imaginándose a una rubia casquivana divina, le contesta que ella también se dio un beso de lengua. Sebastián no le cree. Isabela dice los detalles para confirmarle: el sábado en una quinceañera.

Dime con quién, dice Sebastián.

No te voy a decir, dice Isabela.

Pues lo mío era mentira, dice Sebastián, yo no me di beso con nadie. Yo seguía pensando en ti.

Isabela pega la lengua al paladar sucio.


Segunda virginidad

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