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05 / 100 MILINKO PANTIC, SANTO Y SEÑA DEL DOBLETE

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Milinko Pantic, uno de los símbolos del doblete de la temporada 1995-96. Para los que piensan que el doblete es un bar que había en el fondo sur del Vicente Calderón o que debido a su edad no lo saben, con esta palabra se denomina la consecución de la Liga y la Copa del Rey por primera vez en los entonces 93 años de vida que tenía el club.

«Sole» Pantic, que metía goles a balón parado y nos salvó la cabeza de cabeza en una tarde de abril de 1996 en el estadio de La Romareda, en Zaragoza, en una prórroga agónica, ante el Dream Team de Johan Cruyff y de Pep Guardiola. Con la testa y a pase de Geli. El hombre de la derecha precisa metió el gol de su vida de cabeza. Paradojas colchoneras. Otra más.

El centrocampista, nacido el 5 de septiembre de 1966 en la ciudad serbia de Loznica, llegó en la pretemporada del verano de 1995 de la mano de otro serbio, Radomic Antic (ver capítulo 30), también vinculado como jugador y técnico a uno de los grandes clubes del fútbol balcánico, el Partizán de Belgrado.

Procedente del Panionios griego, el nombre del nuevo 10 rojiblanco no decía nada a la afición española e, incluso, él mismo ha reconocido que hubo gente que pensó que se trataba de un familiar que su paisano y entrenador había «colocado» en la plantilla. No vivía el club sus mejores momentos deportivos y la afición no salió precisamente a la calle a vitorear a aquel centrocampista del que apenas tenía referencia.

Los años anteriores, el Atleti había estado más cerca del descenso que de lograr una plaza en las competiciones continentales: en la temporada 1993-94 se había clasificado duodécimo y en la 1994-95, decimocuarto. En aquellos años en los que los jugadores y los técnicos entraban y salían sin pena ni gloria y con tres temporadas ya desde el último título, la Copa del Rey de 1992, nadie podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.

Y en ello tuvo un papel determinante Pantic.

El centrocampista de Loznica, acompañado por la gran calidad de los Caminero, Simeone, Kiko y Vizcaíno, entre otros, fue uno de los ejes del centro del campo en la medular rojiblanca, uno de los que tomaban las decisiones y que con su extraordinaria pierna derecha servía saques de esquina y faltas a diestro y siniestro. De esos que ven las cosas antes que los demás y que es la mejor ayuda de un entrenador, en este caso de Antic, gran aficionado al ajedrez. Algo tendrían que ver su táctica y estrategia a la hora de sacar un gran partido a cada peón, caballo o alfil de una plantilla corta. El equipo logró aquel curso del doblete casi la mitad de sus goles en jugadas a balón parado.

La temporada siguiente, la escuadra regresó a la máxima competición europea con toda la ilusión del mundo después de haber conseguido un hito en su historia. La base del conjunto de la campaña 1995-96 permaneció en el club bajo la dirección del serbio e hizo soñar a los aficionados con la consecución de la Copa de Europa. Sin embargo, tras una gran fase de grupos, el club de la ribera del Manzanares caería en una noche aciaga frente al Ajax en la prórroga y tras fallar Juan Eduardo Esnáider un penalti en la vuelta en el Calderón que nos dejó fuera en cuartos de final. Yo creo que aquel día empezó un declive que nos condujo a Segunda en 2000.

Uno de los mejores recuerdos que quedan de aquella competición continental tiene también como protagonista a Pantic, quien en Dortmund marcó otro tanto histórico. En este caso no por ser decisivo como el de La Romareda, sino por la belleza del mismo. Fue en la cuarta jornada de la fase de grupo cuando el Atleti visitó Alemania. En una falta que le habían hecho a Toni Muñoz en la banda izquierda, y a dos metros del área del Borussia, Milinko colocó la bola al segundo palo de forma magistral para culminar la remontada iniciada minutos antes por Roberto Fresnedoso y finalizar con una victoria ante el campeón alemán y a la postre campeón europeo en 1996. Siempre quedará el consuelo de habernos impuesto en su campo al vencedor de la competición.

Pantic, una persona orgullosa y que habla seis idiomas, dejó el club en 1998 y se hizo cargo del filial en 2011. Su calidad y, sobre todo, su humildad y compromiso son recordados en cada partido, antes en el Calderón y ahora en el Metropolitano, con un ramo de claveles que deja Margarita Luengo (ver capítulo 42) junto a un córner del fondo sur. Y pobre del que lo toque.

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