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09 / 100 «EL NIÑO» TORRES
Оглавление«El Niño» Torres (Madrid, 20-3-1984), un chaval que a finales de la temporada 2000-01 nos hizo soñar con el ascenso que todavía tardaría un año en producirse, la imagen del club en aquellos tristes años, la referencia que tenían entonces miles de chicos colchoneros en el patio del colegio o en el parque, el orgullo de una grada huérfana de ídolos durante varios cursos. Más tarde, más orgullo: «el Niño» y Luis nos hicieron campeones de Europa, de la mano, junto a una gran generación de jugadores españoles cambiaron la historia del fútbol español. ¡Qué golazo aquel de la final de Viena en 2008!
Las dos personas imprescindibles en aquel título, dos leyendas rojiblancas.
Cómo no acordarse de los consejos previos a la final de Luis a Fernando y al resto de la selección que quedan recogidos al comienzo de este libro…
Aunque en 2007 se marchara a Inglaterra, Fernando siempre ha sido un atlético más. Todavía no me explico que no le llamaran la atención o le sancionaran en el Liverpool cuando se paseó por las calles de Madrid con la bandera del Atleti tras ganar el Mundial de 2010 en Suráfrica. O igual sí lo hicieron. Pocas veces se habrá visto eso.
Colchonero por su familia, en concreto por su abuelo materno, Eulalio, del que aprendió a sentir el orgullo de las rayas rojas y blancas en el pecho, a ser distinto entre los demás y a no animar a un equipo solo por sus victorias. «Me dio el mejor regalo que se le puede dar a un nieto, que es hacerle del Atleti», señaló el día de su despedida.
Torres cubrió todas las etapas del buen canterano: desde infantil al primer equipo, en el que debutó al final de la primera temporada en el «infierno»; sí, aquel en el que solo íbamos a estar un añito y estuvimos dos. Cosas de la vida y, por lo tanto, del fútbol. Fernando, que ya había ganado una Eurocopa sub-16 con la selección nacional, saltó al césped del coliseo del río Manzanares en un encuentro contra el Leganés el 27 de mayo de 2001, en un momento en que el equipo entrenado por Carlos Cantarero trataba de coger el último tren para volver a Primera. Y marcó su primer tanto en Albacete en la jornada siguiente para hacer creer a la afición que el ascenso era posible. No lo fue. Cosas del Atleti.
Aquel verano se cruzó en su camino una persona que, a la postre, sería crucial en su carrera: Luis Aragonés, al que unió su nombre para siempre, que le dosificó, con el que ascendería en 2002 y que le haría debutar en Primera ya en la Liga 2002-03. Sin embargo, la vuelta a la máxima categoría del fútbol español no fue un camino de rosas para el club y durante varias temporadas el juego y la clasificación del equipo no pasaron de discretos, por decir algo.
Hacía frío aquellos años a la orilla del Manzanares. Una temporada tras otra sin un mísero título, con las ilusiones muy justas. Fue en 2007, tras una derrota contra el Barça en casa por 0-6 y de que se escapara una plaza europea al final de la Liga, cuando al parecer decidió hacer las maletas. Liverpool era el lugar y allí se hizo un nombre entre los grandes del fútbol internacional. En 2008, campeón de Europa con España; en 2010, campeón del mundo y en la 2011-12, tras ser traspasado al Chelsea en el mercado de invierno de la 2010-11 en la operación más cara entre dos clubes de la Premier, la conquista de la Copa de Europa con el club londinense en Múnich frente al Bayern. La temporada la redondearía con la Eurocopa de Ucrania y Polonia en 2012.
Fernando vivía entonces los mejores años de su carrera.
Es gracioso o irritante, según se mire, cómo se ha puesto en duda la calidad de Torres. Críticas que se agudizaron cuando tras unos meses en el Milan regresó al Atleti en las Navidades de 2014 y llenó el Calderón en su presentación. Algo increíble: más de 45.000 personas en enero llenaron un estadio para dar la bienvenida a alguien. Algo único. Que si esto que si lo otro. Que si le falta un gran título con el Atleti. Fernando es uno de los jugadores españoles que tiene mejor palmarés en la historia del fútbol.
Y todavía le quedaba disputar otra final de la Liga de Campeones, la de Milán en mayo de 2016. Y todavía le quedaba estrenar y completar su palmarés vestido de rojo y blanco. Lo hizo el 16 de mayo de 2018 en su último encuentro internacional con el Atleti, en el que el club sumó su segunda Liga Europa, en Lyon, frente al Olympique de Marsella (3-0).
En Neptuno, dos días después, Torres recordó emocionado y ante miles de colchoneros cuando de niño fue a esa plaza a celebrar el doblete de 1996 y las «muchas cosas» que había ganado, y dijo: «Sin duda esta es la mejor, sin duda. Para todos los niños que tengan sueños, nada es imposible y, si eres del Atleti, menos. ¡Forza Atleti!»
PD: Rubén Díez (ver capítulo 81), un gran amigo y gran atlético, me ha hecho una apreciación sobre los años en los que Torres estuvo fuera del Atleti, de la que quiero dejar constancia: «En realidad todos nos fuimos con él para acompañarle. Pasamos a hacernos seguidores de los equipos para los que él jugó, en especial del Liverpool. Sus éxitos también lo fueron nuestros y sus fracasos, que fueron escasos, también. Porque si hay algo que diferencia al aficionado atlético es el estar con los suyos, más aún si cabe en las derrotas. Cada vez que Fernando cosechaba algún éxito con su club o con la Nacional, al día siguiente sacábamos pecho allá por donde fuésemos como lo hacen esos padres orgullosos de los éxitos que obtienen sus hijos. Verle celebrar un título ajeno portando la bandera del Atleti siempre nos provocó un sentimiento indescriptible, profundamente desgarrador y que a la vez nos enmudeció el corazón. Seguramente, Fernando disputó sus mejores minutos como futbolista lejos de la ribera del Manzanares, pero eso nunca importó. Fernando forma ya parte de ese Olimpo de leyendas rojiblancas, en un lugar privilegiado a la derecha de Don Luis, uno de sus “padres” futbolísticos y un mito para todos nosotros.»