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Alcestes

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Aunque Beethoven subtituló su ópera Fidelio «El amor conyugal», si hay otra que merece tal sobrenombre es la conmovedora historia de Alcestes y Admeto que de nuevo Calzabigi extrajo y modificó del Alcestis de Eurípides para elaborar el libreto de Alceste, de Cristoph Willibald Gluck. En esta obra, fundamental en la reforma del género operístico que emprendió el compositor, éste y su libretista repiten el tema del rescate de la muerte a las puertas del inframundo, ya tratado en su anterior colaboración, Orfeo y Eurídice.

Como prólogo a su obra, Gluck escribió:

Me he esforzado por restringir la música a su verdadero oficio de servir a la poesía por medio de la expresión y siguiendo las situaciones de la historia, sin interrumpir la acción ni ahogarla con una inútil superfluidad de adornos... No quería arrestar a un actor en el mayor calor del diálogo para esperar a un ritornello (repetición) tedioso, ni retenerlo en medio de una palabra en una vocal favorable a su voz.... He buscado abolir todos los abusos contra los que el sentido común y la razón han gritado en vano...

Una primera versión de Alceste se estrenó en Viena cantada en italiano, pero años más tarde Gluck presentó la definitiva en París cantada en francés. En la versión italiana el deus ex machina que acaba librando de la muerte a los protagonistas es Apolo, pero en la francesa lo consigue un amigo de la familia tan influyente como Hércules.

Admeto, rey de Tesalia, está gravemente enfermo, y el oráculo vaticina que morirá salvo que alguien lo haga por él. Nadie está por la labor y será su amada esposa Alcestes quien ofrezca su vida («Morir por lo que amamos es un esfuerzo demasiado suave»). Los dioses del infierno (las «Divinités du Styx» de la célebre aria) aceptan el trato y Alcestes se dispone a ingresar en él pero Admeto, súbitamente recuperado, se entera y corre a impedirlo. A las puertas del reino de la Muerte, los esposos pugnan por sacrificarse el uno por el otro hasta que Hércules les monta una bronca a los dioses infernales y logra que Apolo los devuelva a los dos a una vida de felicidad… hasta que algún día, ya sin remedio posible, la muerte los separe para siempre.

Otra historia de la ópera

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