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ÓPERAS SIN MUERTE

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Naturalmente, no todas las óperas acaban con la muerte de algún personaje, aunque constituyen la minoría del repertorio (un 30% de las top 100).

En la temporada 2018/19 sólo en cinco de las veinte más representadas no hay muertes:

La flauta mágica (Mozart)

El barbero de Sevilla (Rossini)

Las bodas de Fígaro (Mozart)

Cosí fan tutte (Mozart)

El elixir de amor (Donizetti)

Otros grandes títulos de óperas de todos los tiempos en las que no fallece nadie son:

Armida, de Jean-Baptiste Lully

Rinaldo, de Georg Friedrich Händel

La serva padrona, de Giovanni Battista Pergolesi

Fidelio, de Ludwig van Beethoven

La vestal, de Gasparo Spontini

La italiana en Argel y La cenicienta, de Gioacchino Rossini

Los puritanos, de Vincenzo Bellini

Don Pasquale y La hija del regimiento de Gaetano Donizetti

Falstaff, de Giuseppe Verdi.

Mignon, de Ambroise Thomas

La novia vendida, de Bedrich Smetana

Los maestros cantores de Núremberg, de Richard Wagner

El príncipe Igor, de Alexander Borodin

Sadko, de Nicolai Rimski-Korsakov

Iolanta, de Piotr Ilich Chaikovski

La chica del Oeste, de Giacomo Puccini

Las excursiones del señor Broucek, de Leos Janacek

El caballero de la rosa, Ariadna en Naxos y La mujer sin sombra, de Richard Strauss

Palestrina, de Hans Pfitzner

El amor de las tres naranjas, de Sergéi Prokofiev

Matías el pintor, de Paul Hindemith

El sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten

La nariz, de Dimitri Shostakovich

La mitad de estás óperas son cómicas (bufas) o comedias, lo que significa que hay pocas grandes óperas serias en el repertorio que finalicen sin personajes fallecidos, es decir, que escasean los dramas sin muerte, como si ésta fuese un desenlace difícilmente evitable

Otra historia de la ópera

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