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ENCICLOPEDIA

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Para Héctor Subirats

Uno

No comprendo las razones de la Dirección. Me pidieron que diera un llamado Curso General y ahora no saben cómo pararlo. Es claro el boicot que me han declarado las autoridades administrativas, la Junta de Gobierno y el Colegio de Profesores.

La idea, ciertamente innovadora, y por lo tanto no exenta de riesgos, de impartir una cátedra amplia a los preuniversitarios provino de ellos. Un estudiante con conocimientos amplios seguramente elegiría mejor una carrera y tendría mayores perspectivas de vida que uno ignorante del mapa del conocimiento: la era de las especialidades ha llegado a su fin. Qué duda.

Ciertamente yo reunía todas la aptitudes impuestas al perfil que diseñaron: hay pocos enciclopedistas en el mundo que se precien de conocer los principales compendios del saber humano. Más aún: saberlos, practicarlos, ejecutarlos.

Además, precisamente eso significa enciclopedia: “ciclo educativo completo”.

Ellos me buscaron: con una fuerte suma de dinero por delante, me obligaron a renunciar a mi puesto de profesor de asignatura en la Universidad de Browninburgo.

¿Y ahora? Ahora quieren echarme. Quieren echarme por cumplir cabalmente con las tareas que me asignaron. Si no, ¿qué significan todos esos nuevos reglamentos aprobados, sin duda, para entorpecer mis enseñanzas?

Por lo demás, es un hecho que mi clase es tan popular que antes los alumnos preferían reprobar el examen con tal de volver a cursar la materia conmigo. Hoy ya no es posible: el reglamento prohíbe repetir. Y la verdad, no sé aún qué les gusta más: las clases en sí, mi manera de exponer los temas, la sorpresa, el espíritu enciclopedista o yo mismo.

He dado cursos de muchas cosas: de Literatura Escandinava Medieval (especialmente el Gylfaginning y el Skáldskaparmál), de Artes Marciales, de Cocina Práctica para Horno de Microondas, de Administración de Hospitales y Casas de Cuna, de Orografía de los Andes y los Alpes, de Latín Vulgar, de Dominó, de Arpa Jarocha y de Lavado de Ropa. Etcétera.

Y no todo ha sido capricho mío. Los pupilos lanzan al aire sus dudas y sus apetitos de conocimiento. Me preguntan: ¿Cómo se cultivan las zanahorias? ¿Es Hitler lo que nos han enseñado en los cursos de Historia? ¿Cree usted que Andy Warhol era un artista de vanguardia? ¿La marihuana causa adicción? ¿La cocaína? Etcétera. ¿La reacción profesional?: Cursos sobre Cultivo de las Raíces, Historia de la Segunda Guerra Mundial, El Arte y los Artilugios en el Siglo XX, Bondades y Efectos de las Drogas e Introducción a Escohotado.

Mis respuestas, por las que fui requerido en el Colegio, tenían que ser “la materia didáctica” del Curso. De eso no me cabe la menor duda. ¿Enseñar todo? Imposible. De cualquier manera, si ese hubiera sido el reto, habría llegado a lo mismo: el Cultivo de las Raíces, las Bondades de la Marihuana, etcétera.

Todos los días me abordan estudiantes para decirme que tal o cual enseñanza mía les ha sido útil en la vida. Algunos ejemplos: luego del curso que impartí sobre Elaboración de Aguardientes, uno de mis alumnos más avanzados compró una destilería y hoy es un tipo rico y próspero que me regala cada tres meses diez litros de aguardiente de caña con hierbas finas. Aguedita Minolta es conductora de un taxi, según me dice, gracias a la clase que di sobre Trabajos Alternativos. Lucas Vidal, alias El Muerto, tiene un consultorio homeopático que rige según los conocimientos que adquirió conmigo. Etcétera. Los casos de Chema Godoy (narrador), Irene Tournier (elevadorista), Chuy Mendieta (diputado) y Jerónima Salvatierra (lanzadora de jabalina) me llenan de gozo porque sé que su actual vida se gestó en alguna de mis cátedras.

Los problemas con la Dirección empezaron con mi clase Técnicas de Besado. Susan Roth –estudiante de Chicago con aspiraciones a ser actriz de reparto– preguntó, en el curso que di sobre Conversar es Hu mano: ¿nos podría enseñar, maestro, cómo besar ante una cámara? Por supuesto que al día siguiente impartí la materia Cómo Besar Ante los Otros. Para eso fui contratado, según me dijeron, para enseñar.

Sin embargo, el profesor de Dibujo Geométrico se inconformó con mi materia, llevó el caso a la Junta de Gobierno y me enviaron una “reprimenda”.

Viendo a Hannibal ad portas llamé a la Universidad de Browninburgo para solicitar mi reingreso, me aceptaron de nuevo en su nómina, renuncié al Director, me pidió que no me fuera: que modificaría el reglamento. Al fin, decidí quedarme.

El caso es que ahora todo el mundo está en mi contra.

Los colegas me aceptan como profesor. Me saludan cada vez que nos topamos en la cafetería o en los pasillos. Incluso comí con el decano Rasgado la semana pasada y no se incomodó conmigo. La maestra de Tablas Gimnásticas me regaló una virgen que ella misma pintó. Y así: en apariencia soy un maestro más.

Pero en el fondo: he sentido el desprecio de muchos colegas: Huberto, Fiur, don Robert Tapia, la dulce Catita, Lope, Poncelis y la doctora Angelina. No me cabe la menor duda: Veritas odium parit para alguien que Vitam impendere vero .

Profesores, tiranos y otros pinches chamacos

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