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Dos

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Ya comparecí ante la Junta de Gobierno para exponer los fundamentos de mi Curso. Me cuestionaron mucho sobre mis técnicas pedagógicas, en especial las concernientes a los diversos subtemas de las áreas de Práctica Sexual, Consumo de Drogas y Cocina para Dos.

Como al día siguiente me tocaba responder a la pregunta de Rolan do Rijosa, “¿Cómo escoger entre una cosa y otra?”, expuse ante la Junta el abecé de mi clase Fundamentos de la Elección y el Libre Albedrío.

Supongo que mi exposición fue algo más que elocuente ya que los indecisos tomaron una postura (en especial el vacilante Poncelis y la inestable doctora Angelina): sería expulsado del Colegio por los siguientes motivos:

1) Incitación a la rebelión

2) Comportamiento políticamente incorrecto

3) Improvisación de conceptos

4) Conducta reprobable y

5) Faltas al reglamento interno (en especial me echaron en cara el artículo 49: “El maestro no podrá, bajo ninguna circunstancia, desnudarse en el aula ni besar a un(a) alumno(a)”).

Afuera del lugar donde se llevó a cabo la reunión con la Junta, el Aula Magna Charles Fourier, el estudiantado esperaba las conclusiones. Con un altavoz, el Director dijo a los presentes que su maestro había decidido “renunciar”. Mientras él hacía su falso anuncio yo negaba con el dedo índice todo lo que decía. Los estudiantes lo abuchearon.

Sin embargo, custodiado por dos elementos de seguridad, fui a mi cubículo a recoger mis pertenencias. Aunque les advertí que, como decía el filósofo Bías: omnia mea mecum porto, me obligaron a llevarme los retratos de François-Marie Arouet, Denis Diderot, Pierre Larousse y Walter Yust, mi corbata, mi taza para el café y las cartas que me habían escrito mis alumnos a lo largo de los diez años que impartí cátedra en el Colegio.

Profesores, tiranos y otros pinches chamacos

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