Читать книгу Profesores, tiranos y otros pinches chamacos - Francisco Hinojosa - Страница 17
Seis
ОглавлениеDurante los primeros meses no fue difícil gobernar y administrar el Colegio. Los problemas comenzaron cuando las aulas se saturaron y se convocó al primer mitin.
El CENA (Consejo de Estudiantes No Admitidos) reclamó su derecho a enciclopedizarse. Las protestas fueron subiendo de tono, colapsaron la ciudad, llegaron al despacho del secretario de Educación, se coludieron con la prensa y se extendieron por todo el país.
El presidente me envió un fax a mi casa (que para ese entonces ya compartía con la tal Mashenka): me decía “Tiene que hencontrar una solusión para que hesto no perturve a mi goviernos”. Le regresé el fax: “Mañana impartiré yo mismo una materia de cátedra sobre Ortografía al Enviar un Fax”.
El presidente comprendió mi mensaje, fue al curso, tomó notas, hizo dos preguntas (acerca del uso de la erre y de la hache) y pasó al frente a encontrar los errores de la frase “pero Que zuerte a cido averte konosido”. Sacó un nada despreciable 6.5 de calificación: si bien respondió al azar, el conocimiento y las buenas decisiones de gobierno no son ajenas al sabio albur.
Al terminar la clase, los del CENA, que estaban esperando a que terminara la cátedra, lanzaron sus consignas contra él (“No seas transa, danos enseñanza”, “No seas regio, queremos el Colegio”, “Te apena, te apena, que no tengamos clases los del CENA”).
El pobre recibió un botellazo en el cráneo, que yo mismo le suturé, y se fue a platicar conmigo a mi oficina. Le expuse lo siguiente: “La sociedad reclama enseñanza”. Me dijo: “Llo hamo la edukasión”. “Demuéstrelo”. “Husted pida”. “Deme la Universidad”. “Ez Sulla”. “¿Con presupuesto?”. “Husted pida”.
Al día siguiente mandé a la dulce Catita con todas mis peticiones: éticas, humanas, materiales y financieras.