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IDENTIDAD REGIONAL (*) (1)

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La complejidad de los procesos de identidad

La identidad es una creación colectiva, cultural, en continuo devenir. La identidad es creatividad permanente, exploración incansable. En este proceso, “el yo y el otro se proyectan en un porvenir común. El yo no conoce una existencia distinta al evitar al otro sino estableciendo una relación con él. [...]. El problema no está, pues, en evitar al otro sino en entrar en relación con él permaneciendo fiel a sí mismo”. (1)

De este modo, son las relaciones interpersonales e intergrupos las que forjan la identidad de los actores; la transformación de estas relaciones hace que las identidades se vuelvan caducas y obsoletas, y requiere la elaboración de nuevas identidades.

En nuestra época la identidad ya no puede estar basada exclusivamente en la búsqueda y culto a sus propias raíces y tradiciones. Esta tendencia traería consigo gérmenes de asfixia. Por consiguiente, la identidad no tiene sentido si no se enfrenta y se asocia con las diferencias del presente y del porvenir.

Estas pocas ideas sirven tanto para las regiones como para cualquier otro grupo. En la confrontación con otras regiones y grupos, una región construye su identidad según múltiples modalidades.

Incluso cuando una región no tiene una gran especificidad cultural, se construye una identidad que se vuelve un elemento muy significativo de su desarrollo. Habitualmente, los actores regionales utilizan otros términos distintos al de identidad: imagen de marca, emblema, símbolo, etcétera. Cada uno de estos términos tiene evidentemente su especificidad; para simplificar no utilizaremos más que el término identidad regional.

La identidad regional es la imagen que los individuos y los grupos de una región moldean en sus relaciones con otras regiones. Esta imagen de uno mismo puede ser más o menos compleja y basarse, ya sea en un patrimonio cultural pasado o presente, en un entorno natural, en la historia, en un proyecto de futuro, en una actividad económica específica o, finalmente, en una combinación de estos variados factores. Si bien la identidad cultural es un proceso cultural, no sólo tiene fundamentos culturales. Finalmente, subrayemos también que esta representación es más o menos negociada con actores exteriores a la región.

A menudo, esta identidad regional es estimulante para sus habitantes, suscita orgullo y adhesión, una fuente de cohesión regional, una voluntad de actuar a favor de su región. Sin duda esta identidad es raramente unánime: lo que es emblema para unos es estigma para otros. Además la identidad regional es a menudo criticada porque, según algunos, contiene el riesgo de que la región se repliegue en sí misma, cuando el horizonte de todos se mundializa. Por lo tanto, es mucho mejor construir actitudes cosmopolitas. Este debate resurge en contextos muy distintos y, sin embargo, no hay incompatibilidad entre identidad regional y apertura al mundo, sino al contrario: cuanto más amplia y generosa es la apertura, más fuerte y compartida debe ser la identidad regional. Una región será tanto mejor socio dinámico y auténtico de las otras regiones de Europa y del resto del mundo, cuanto más llena de vida esté su identidad. Dicho esto, la identidad regional no es la panacea universal y no sería bueno que lo fuera, pero es un aspecto importante del desarrollo regional.

Para decirlo así, todas las políticas culturales desembocan en la idea de la construcción, defensa, revitalización, y promoción de una identidad regional, en el marco nacional o en las escenas europea y mundial. En todas las regiones estudiadas, las siguientes políticas culturales también tienen finalidades de identidad: organización de uno o varios festivales de música, teatro, cine, etcétera; realización de exposiciones de arte o de historia en relación con los museos regionales y locales; creación y estímulo de grupos de artistas que no sólo brillan en la región sino en todo el país y en el extranjero; rehabilitación del patrimonio arquitectónico urbano y rural; protección de los emplazamientos naturales; publicación y promoción de obras literarias, artísticas y científicas regionales o cosmopolitas.

Aun cuando estas manifestaciones tengan un tono cosmopolita, vanguardista o elitista, y por ello sean criticadas por los habitantes de su región, aun en este caso (y puede que sobre todo en este caso), contribuyen a dar a conocer la región, a que sea reconocida, a realzar su prestigio y renombre, a reforzar su identidad.

Es por estas razones que las autoridades de las regiones reivindican más o menos exclusividad en materia de política cultural. Conocen mejor que nadie la realidad cultural y, por tanto, pueden estimularla, contribuir a su enriquecimiento y a hacerla progresar. A menudo, este punto de vista es contestado por las autoridades nacionales, dado que, por un lado, la política cultural también es importante para un Estado–Nación en sus relaciones internacionales y, por otro, sólo una cultura nacional, dicen, puede ser de vanguardia y realmente innovadora.

Finalmente, notemos que cada vez con mayor frecuencia los poderes locales y regionales emprenden acciones voluntaristas para crear o defender una identidad. Generalmente, estas acciones no utilizan el término identidad sino denominaciones más sofisticadas, por ejemplo “estrategias de comunicación en marketing municipal y regional”. (3)

Estas acciones ilustran la importancia de la identidad en el desarrollo regional.

Precisemos todavía más el concepto de identidad. Pensamos, en función de numerosas investigaciones sociológicas y psicosociológicas, que cada grupo y por consiguiente cada región, no existe más que si tiene una identidad. Esta afirmación no quiere decir que todos los grupos, y por tanto todas las regiones, tengan una identidad. Algunos manifiestan una imagen de sí mismos muy fuerte, para otros, la identidad puede estar cerca del nivel cero. Dicho esto, una región sin identidad “está conducida por otros” y hay una alta probabilidad de que esté dominada. Inversamente, la existencia de una identidad regional incitará a los habitantes a comportarse en función de esta representación, incluso a transformarla. Por otra parte, la ausencia de identidad regional no significa que sus habitantes no tengan identidad: la identidad de un individuo puede ser local, social, funcional y no necesariamente regional. Igualmente, todos los habitantes de una misma región no se identifican necesariamente con su región, aunque esta última tenga una fuerte identidad.

Precisemos también que existen varios tipos de identidad. Junto a P. Centlivres, distinguimos por lo menos tres:

• Identidad histórica y patrimonial: está construida sobre acontecimientos pasados importantes para una colectividad, o sobre un patrimonio sociocultural, natural y socioeconómico.

• Identidad proyectiva: está, al contrario, basada en un proyecto regional. En otras palabras, esta identidad es una representación más o menos elaborada del futuro de la región, habida cuenta de su pasado.

• Identidad vivida: es el reflejo de la vida cotidiana y del modo de vida actual en la región. Se pueden encontrar, combinados, elementos históricos, proyectivos y patrimoniales.

Regularmente, estos tres tipos se entrelazan para definir y constituir la identidad regional; a veces, por el contrario, pueden recuperarse aisladamente por los actores regionales. Dicho esto, la identidad, sea cual fuere su tipo, puede ser positiva o negativa. En el primer caso, al igual que P. Bourdieu y P. Centlivres, hablamos de emblema, es decir, de signos o de símbolos escogidos por los miembros de la colectividad entre los múltiples elementos de su tejido sociocultural regional para presentarse al prójimo y distinguirse de él. Es por medio de los emblemas regionales que se efectúa la distinción regional.

A la identidad negativa se le conoce como estereotipo o estigma. (4) Implica la negación y desvalorización de la región y de sus miembros. La mayoría de las veces, el estereotipo o el estigma está construido por actores exteriores a la región, y a menudo es inherente a una relación de dominación. Muy frecuentemente, el objetivo de las luchas regionales es abolir el estigma. Con ello se quebrantan la dominación socioeconómica y sociopolítica provocada por el estigma y permiten la elaboración de un emblema.

Precisemos también que la identidad regional es un proceso:

No puede dejar de serlo sin correr el riesgo de paralizarse en una historia anticuada o en un territorio abstracto. La identidad colectiva debe producir constantemente nuevas formas so pena de confundirse con una construcción folclórica o una imagen sectaria. En este reajuste de la identidad y de la toma de conciencia en relación a otras colectividades, es necesario destacar el importante papel, pero poco destacado, de los que viven fuera de su región de origen: los emigrantes temporales, los miembros de la diáspora. Son ellos los que poseen la distancia crítica que permite elaborar una imagen de uno mismo, son ellos los que están situados en el centro de la confrontación entre dos tipos de vida. Si la emigración puede ser el momento de un conflicto de identidad, permite volver a poner en duda la identidad cultural autóctona en lo que tiene de paralizante, y rellenarla de rol crítico. (5)

Hemos visto la importancia de esta diáspora en las Azores (cf. capítulo 2).* En resumen, la identidad, sea cual fuere su naturaleza, se encuentra en el origen de prácticas y actitudes que pueden ser ofensivas o defensivas.

Las variaciones de la identidad regional

Bajo las definiciones propuestas más arriba y al considerar los resultados de investigaciones efectuadas recientemente, así como de experiencias observadas en el marco del Proyecto Cultura y Región, podemos intentar construir una tipología de actores regionales y de su identidad.

Esta tipología no es más que una hipótesis de investigación y acción, por ello no emitimos ningún juicio de valor acerca de los individuos, los grupos y su región.

Los apáticos y los resignados se caracterizan por el hecho de no identificarse ni con su municipio ni con su región. Para ellos, explícitamente, uno y otra no existen. Su identidad y proyectos personales son vagos, incluso ausentes; participan poco, o no participan en absoluto, en las redes locales y regionales, y se adaptan bastante mal a las circunstancias. Son consumidores solitarios y no críticos de la cultura de masas. Este tipo frecuentemente engloba a mujeres, inmigrantes, individuos sin actividad profesional, asalariados poco cualificados y tercera edad.

Los emigrantes potenciales tampoco se identifican con la región en donde tienen el domicilio. En cambio, cuentan con un proyecto y una identidad personales irrealizables en su domicilio actual. El espacio al cual pertenecen actualmente tiene poca significación para ellos; están al acecho del momento oportuno para emigrar. Pertenecientes más bien a las capas medias, son críticos y están llenos de desprecio hacia la vida social, cultural y política de la región en donde tienen el domicilio, de la cual no ven más que los estigmas. A menudo, una vez realizada la emigración, estos actores desarrollan sentimientos nostálgicos en relación con su región, y elaboran representaciones de ella a veces idílicas.

Los modernizadores están bien integrados social, económica y políticamente. Son adictos a la modernidad bajo todas sus formas y actúan para introducirla tan sistemática y rápidamente como sea posible: modernización de los equipamientos colectivos, de las empresas, del hábitat y los enseres domésticos, etcétera. Son abiertos y favorables a todas las novedades, sin espíritu crítico. Aunque fuertemente integrados en la región, no se identifican con su historia y su patrimonio, que para ellos significan tradiciones obsoletas, mentalidad pueblerina, retraso. Los modernizadores son poco numerosos pero influyentes; se reclutan en todos los grupos sociales, sus “relaciones exteriores” son múltiples y positivas. Por lo general asumen roles regionales oficiales de tipo económico, político, social y cultural. Su estilo es frecuentemente tecnocrático.

Los tradicionalistas tienen una identidad histórica, patrimonial y emblemática muy fuerte, así como un proyecto regional que consiste en parar la región en su estadio de desarrollo actual o, todavía mejor, en reconstruirla de acuerdo con un modelo antiguo y mítico. Rehúsan activamente cualquier cambio y militan en acciones de naturaleza conservadora.

Los regionalistas tienen por principal preocupación el desarrollo de su región, pero no a cualquier precio ni de cualquier manera, tal como preconizan y hacen los actores modernizantes. Las especificidades naturales, históricas y culturales representan para los regionalistas valores positivos de los cuales se sienten orgullosos. Constituyen emblemas. Los toman en cuenta para elaborar un proyecto regional. Por otra parte, los regionalistas están abiertos a la modernidad, pero a condición de respetar su proyecto regional. Este tipo de actor es minoritario, mal organizado o simplemente, por principio, sin organizarse. Se trata frecuentemente de jóvenes, pero no exclusivamente. A menudo participan en los nuevos movimientos sociales de la sociedad programada.

Acerca de esta tipología se hacen necesarias tres observaciones: 1) los individuos o grupos que pertenecen a uno u otro de estos tres tipos no lo son de una vez para siempre. Es frecuente el paso de un tipo a otro; 2) los poderes y las alianzas de los actores regionales varían considerablemente según la posición de cada región en la escala centro–periferia. La problemática de la identidad es, sobre todo, el tema de regiones periféricas; 3) La identidad regional (pero lo mismo ocurre con la identidad local y nacional), es plural o comparable a un caleidoscopio. En una misma región coexiste un stock de identidades, algunas positivas, otras negativas, patrimoniales, etcétera. Según el poder de los actores dirigentes predominará una configuración de identidad; variará según las coyunturas y no impedirá a los otros actores afirmar su propia identidad. Esta fluidez no quita ninguna importancia a los procesos de identidad, es uno de los retos del desarrollo regional.

Precisiones sobre el concepto de identidad regional

Teoría y análisis de la cultura

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