Читать книгу Teoría y análisis de la cultura - Gilberto Giménez Montiel - Страница 13
La memoria colectiva
ОглавлениеAcabamos de ver cómo una de las facetas de la identidad regional reside en el hecho de asentarse en la historia y en el patrimonio de la región. Los capítulos precedentes suministran numerosas ilustraciones en este sentido. ¿De qué manera la herencia histórica y patrimonial puede generar la identidad de una región?
El concepto de memoria colectiva permite hacer la unión entre herencia e identidad. Remontémonos a M. Halbwachs, creador del concepto de memoria colectiva. Si la historia quiere ser objetiva y acentúa las discontinuidades temporales, al contrario, la memoria colectiva “es el grupo visto desde dentro”. Presenta un cuadro o un sistema de imágenes para persuadir a los miembros del grupo de que continúa siendo el mismo, a pesar de los cambios ocurridos. La memoria colectiva actúa de tal manera que los cambios se resuelven en semejanzas que constituyen los rasgos fundamentales del grupo. (6) Así, la memoria colectiva es una imagen del pasado construida por la colectividad. La ubicación en el espacio tiende a fijar la memoria colectiva de un grupo:
Cuando un grupo está localizado en una parte del espacio la transforma a su imagen, pero al mismo tiempo, se dobla y se adapta ante cosas materiales que se le resisten. Se encierra en el marco que ha construido. La imagen del medio exterior y de las relaciones estables que mantiene con él pasa al primer plano de la idea que se hace de sí mismo. Penetra en todos los elementos de su conciencia, modera y regula su evolución. La imagen de las cosas participa en la inercia de éstas. (7)
Así, el concepto de memoria colectiva permite comprender cómo la historia y el patrimonio intervienen en la dinámica social: hay memoria colectiva cuando hay apropiación del patrimonio y de la historia por parte del grupo. Es necesario añadir a estas observaciones que esta apropiación no se hace “naturalmente” por la colectividad. Estos procesos tienen lugar mediante el juego de sus actores; la memoria colectiva se transforma de la misma manera. Una investigación reciente nos ha permitido verificar estas ideas. (8)
De estas palabras se deduce que el patrimonio arquitectónico, su restauración, así como los museos que lo prolongan, son montajes con los que una colectividad territorial se da a conocer entre sus miembros y entre los extranjeros. Frecuentemente ocurre lo mismo con las fiestas: son la oportunidad que tiene una comunidad para mimar una cierta fase de su historia, más o menos mítica, y con ello poner de relieve su identidad. Subrayemos que estos procesos no son nunca mecánicos: la identidad de las regiones y localidades no determina automáticamente a los demás sectores de la vida social.
Los fabricantes de identidad
Los procesos de identidad referidos hasta ahora, son el hecho de una multitud de actores. Con la aparición de nuevas técnicas de comunicación y de información, bajo el nombre de marketing público, se constituye una categoría de profesionales especializados en la elaboración de imágenes de marca no sólo para productos y empresas sino también para colectividades públicas: municipios, provincias, regiones, estados. El libro Décentralisation à l’affiche (9) da una buena idea de lo que son los fabricantes de identidad. Las funciones de esta forma de comunicación son por lo menos de tres tipos:
• Informar a los habitantes de una colectividad territorial sobre los múltiples servicios a su disposición;
• Informar a los ciudadanos acerca de las acciones que son desarrolladas por las autoridades;
• “Dar forma, precisar, incluso crear un discurso global sobre la colectividad”, (10) en otras palabras, se trata de moldear la identidad de una colectividad.
Tomemos el ejemplo de la región norte del Pas de Calais. Ésta tiene un problema de imagen traducido en la expresión “El Infierno del Norte”. Esta imagen negativa constituye un freno para el desarrollo regional compartido con todas las regiones con un antiguo pasado industrial:
Hasta mediados del siglo XIX, la imagen de las localidades que constituían el norte del Pas de Calais era fuerte, atractiva, contrastada, diversificada. A partir de la gran época industrial se redujo al terreno económico e industrial. En los años sesenta esta reducción se agravó con una connotación de regresión y declive. El estereotipo, en su forma dura y reciente, es el resultado de una cristalización de varios ingredientes (trabajo/producción+caseríos de mineros/adoquines+clima) que ocurrió inesperadamente en el momento en que la evolución de las mentalidades afirmaba los valores del ocio y del sol. Los mismos habitantes de la región han integrado esta imagen negativa y el estereotipo se ha reforzado. Para cambiar era necesario que sus habitantes mirasen su región con otros ojos”. (11)
Con base en esta constatación, las autoridades de la región, en 1982 empiezan un programa de estudio sobre la imagen regional y el establecimiento de un programa de comunicación. Estos trabajos muestran claramente que el estigma regional impide el establecimiento tanto de empresas como de técnicos y mandos en la región.
Se lanza entonces una campaña que cuenta con cinco temas: la formación de la juventud, los ejes de comunicación con Europa, la vida cultural, la calidad de vida y el entorno natural. El principio de esta campaña se inscribe en un concepto de la región: es una multitud de formas de vida cultural, natural, social y económica. “Imposible reducir la imagen de una región a una única cara. De entre todas las realidades, se deben escoger las más convincentes en función del objetivo escogido y del objetivo de la comunicación”. (12)
Los profesionales de la comunicación, además, ponen de manifiesto que el Nord Pas de Calais participa en la civilización del norte de Europa. A partir de este análisis, se destacan unas palabras clave para marcar claramente la identidad nórdica del Pas de Calais: “orgullosos como los vikingos”, “tenaces como los flamencos”, “conquistadores como los holandeses”, “cultivados como los ingleses”, “rigurosos como los alemanes”.
Desarrollo 10: un ejemplo de actor regionalista y su identidad
El movimiento Militantes Franco–Montañeses (MFM), es un actor de una gran eficacia. Sin entrar en detalles digamos que su rol ha sido particularmente decisivo en la lucha contra el establecimiento en la región de una plaza de armas y contra ciertas formas de turismo. Muy animado en los años sesenta y setenta, está latente desde hace unos años. No obstante, es el prototipo de actor regionalista. En pocas palabras, ¿de quién se trata?
Desde los años sesenta, los MFM desarrollan luchas políticas, económicas y sociales: mantener a toda costa la vocación agrícola de las montañas francas y evitar el dominio del país por promotores y especuladores.
Estas luchas también son culturales ya que implican una resistencia contra equipamientos que amenazan con “desnaturalizar” la región.
Los Militantes Franco–Montañeses también han realizado acciones simbólicas, tanto para sensibilizar a la opinión francomontañesa y suiza, como para hacer fracasar grandes operaciones desnaturalizadoras. Su oposición a determinadas formas de turismo es una clase de lucha presente en todas partes de Europa.
La afluencia temporal de turistas no provoca problemas en sí misma. Que diez o cincuenta basilienses estén aquí durante el fin de semana es poco molesto. No es su llegada la que da problemas sino el hecho de que acaparan terrenos y casas. El proceso es comparable a una especie de gangrena: cada metro cuadrado que se compra puede darse por perdido, ya no vive, se vuelve improductivo, no sirve para nada [...]. Y encima, no del todo satisfechos con cercar sus propiedades con barreras y prohibir acercarse, algunos propietarios del exterior especulan con las fincas que compran.
Por añadidura, no aportan absolutamente nada a la región, dado que estos “residentes” no pagan más que una modesta tasa de residencia. La inversión para la viabilidad del terreno, el agua, las alcantarillas y las vías de comunicación van a cargo del Ayuntamiento. Hasta las tiendas de comestibles del lugar no sacan ningún beneficio, pues quienes ocupan las segundas residencias normalmente traen consigo las provisiones. [...]. Y eso cuando vienen. De hecho, no se les ve más que rara vez, y su casa queda la mayoría de las veces con las persianas cerradas. Algunos de estos “residentes” no vienen más que tres o cuatro veces al año. Puesto que ocupan una buena parte del pueblo, contribuyen al alza de los precios de alquiler. A veces, la proporción de residentes secundarios se hace tan importante que el déficit demográfico se vuelve insalvable [...]. Además se creen verdaderos reyes, se pasean a caballo por cualquier parte, lo que ha requerido el montaje de pistas señalizadas, y la mayoría de las veces muestran desprecio hacia los habitantes del lugar [...]. En efecto, tienen sobre nosotros la superioridad del dinero. Representan la potencia real, la del capital, y saben explotarla. En este terreno no podemos competir con ellos. Si están en un negocio en el que un francomontañés también intenta cerrar un trato, este último está perdido antes de empezar.
En resumen, no nos oponemos a cualquier forma de turismo, y entendemos bastante bien que los ciudadanos quieran probar el aire de las Montañas Francas. Pero criticamos toda forma acaparadora de turismo [...]. De hecho, estamos abiertos a cualquier forma de turismo, siempre que respete la región y sus habitantes, lo que no es pedir demasiado. Admitimos que se ponga el pie en las montañas francas, pero no que se compre el terreno para instalarse egoístamente. (13)
¿Quiénes son los Militares Franco-Montañeses? No es un movimiento que defienda una identidad retrógrada de la región. Son conscientes de que las prácticas derivadas de ello podrían ser nefastas y perversas, ya que amenazarían con el repliegue y, por consiguiente, con el ahogo y la capacidad de supervivencia.
Los MFM no se contentan con proteger un paisaje o un edificio, con mantener obstinadamente un modo de vida. Formulan proyectos, y entonces la alternativa es: cambiar según el modelo dependiente o cambiar a nuestra manera, según nuestras propias aspiraciones y de forma tan autónoma como sea posible.
Lo que nos parece vital es que el poder de decisión quede en las montañas francas. Queremos una industria y un turismo a la medida de la región, e insistimos en que las decisiones puedan tomarse in situ, de modo que no estemos a merced de las grandes empresas que nos rodean. [...]. En todas las acciones debemos trabajar con la población. Es con ella con la que dirigimos nuestro combate. [...]. Ahora tenemos representantes en las instituciones políticas, en la Cámara Agraria, en el centro de recreo. Nuestra lucha pasa por momentos de actividad intensa, y otros en los que las acciones concretas son más escasas [...]. En resumen, nuestro principal adversario es el dinero, la especulación. Es un poder real sobre el cual la población tiene poca influencia, ya que vivimos en un sistema económico que da todo el poder al dinero. [...]. No depende de nosotros quedarnos en las montañas francas, en la medida en que dependemos, a veces de manera muy directa, de las posibilidades de empleo de las sucursales de empresas localizadas lejos de aquí. Este es el caso de más o menos toda la población. Hasta la agricultura depende de las subvenciones que recibe de otras partes con ciertas dificultades. [...]. En el sistema actual, teniendo en cuenta las relaciones de poder existentes, tenemos pocas posibilidades de conseguir los objetivos que nos hemos fijado. No estamos faltos de ideas, pero tropezamos con los principios, con la legalidad, con el poder económico. (14)