Читать книгу Niña y Basurero - Grimanesa Lazaro - Страница 13
ОглавлениеSólo una maestra me caía bien. Una de veintidós o veintitrés años que viajaba a diario desde la ciudad. Decidí abrirme y hablarle del problema que tenía con Lucero. La niña casi no hablaba con nadie. Ella me recomendó que tuviera amigas. Darle el ejemplo y también dejar de pensar todo el día en mi hija. Que viera que en este mundo tan extraño no sólo existíamos nosotras dos, y que podíamos poner energía en otros seres vivos.
La nueva amiga no podía ser ni ella ni la mamá de otro nene de la escuela. Tenía que buscar a alguien fuera de ese círculo. Expandirme. Sacar la cabeza de debajo de la tierra húmeda donde alguna lombriz jugosa podía entrar a mi cerebro por el oído.
Yo había tenido amigas en la escuela. No tenía mucha información de ellas en la actualidad, pero una vivía cerca. El sábado, después de cocinar y bañarme para sacarme el olor a ajo, vestí a Lucero con un pantalón largo. No quería que le picaran los mosquitos y teníamos medio kilómetro hasta la casa de Vanesa.
Llegué y vi a su mamá cortando el pasto de la entrada con un machete. Se alegró mucho de verme. No dejaba de repetir que no reconocía a Lucero de lo grande que estaba. Vanesa estaba durmiendo la siesta. Me dejó entrar sola por el patio hasta la casa. Tres o cuatro perros comenzaron a ladrarnos. Alcé a la niña y caminé sin mirarlos a los ojos, intentando patearlos de vez en cuando sin que me vieran.
Vanesa estaba sobre la cama con el celular en la mano. Ella todavía no tenía novio ni hijos. Parecía muy entretenida mandando mensajes. Me comentó que salía con dos hombres distintos. Uno le había regalado ese celular. Tenía cámara y me mostró fotos que se habían sacado en un paseo en bote por El Cadillal.
Le pregunté si quería venir a casa a tomar mates algún día. Me preguntó por qué estaba desaparecida. Que lo de mi mamá había pasado hacía mucho. Que ya era hora de abandonar el luto. No me sorprendió su reacción y a ella tampoco le sorprendió que yo no tuviera una respuesta.
Mi hija no le llamaba la atención. Decía que no tenía feeling con los chicos. Me pidió que no la dejara tocar nada, que los esmaltes eran de colección de una revista. Lucero era un bicho bolita sobre mis rodillas. Le daban miedo las personas.
—Esta noche vamos al complejo. Vienen un par de bandas de cumbia, venden cerveza. Te hace falta salir —me dijo divertida. Desde que había entrado por la puerta había sabido que iba a terminar diciendo que sí.
—Bueno, dejame hablar con mi hermana a ver si la puede venir a cuidar a la Lucero.
—La podés traer. La dejamos con mi vieja. Si ella no tiene drama.
—No, no se va a dormir. La dejo con mi viejo si no. Pero ¿vos te vas a encontrar con alguien? Porque si me dejás sola me aburro.
—Vela, si te estoy diciendo que salgamos las dos.