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ОглавлениеLo que viene de lo real
Vicente Palomera
1. Una carta de Freud
En una carta, del 3 de enero de 1899, Freud informa a Fliess haber descubierto una nueva pieza de autoanálisis, anterior a la formación del síntoma y también a la fantasía:
Caro Wilhelm,
Soy pues el primero en dar noticia de sí. Tras la desaparición del relámpago queda un aura de luz que ilumina largamente el turbio cielo. Para mí todavía no se ha extinguido. En el claror divisé de repente todavía algunas cosas, y ni siquiera las primeras contrariedades profesionales del Año Nuevo han podido menoscabar mi buen humor.
En primer lugar, una pieza pequeña de autoanálisis se ha abierto paso y confirmado que las fantasías son productos de épocas posteriores que se proyectan retroactivamente desde el presente de entonces hasta la niñez temprana, y también se ha ofrecido el camino por el cual ello acontece,… una vez más, a través de un vínculo verbal.
A la pregunta «¿Qué sucedió en la niñez temprana?», la respuesta es: «Nada, pero un germen de moción sexual estuvo presente» (Nichts, aber es war ein Keim sexueller Regung da). La cosa sería agradable y simple de contar, pero escrita ocuparía medio pliego, por lo que la dejo para el congreso de Pascua, junto a otras elucidaciones sobre de la historia de mis primeros años.
En segundo lugar, he entendido el significado de un nuevo elemento psíquico que concibo como universalmente significativo y como una etapa preliminar del síntoma (todavía anterior a la fantasía)70.
¿Cómo dar cuenta de esta pequeña pieza de la que habla Freud? Esta carta es fundamental porque nos ayuda a entender varias consideraciones sobre lo real en juego en el encuentro traumático con el goce. Freud escribe sobre lo que Jacques Lacan nombra como inconsciente real, un inconsciente anterior a las formaciones del inconsciente que se descifran, que producen sentido. Es decir, esa «pieza pequeña» de la que habla Freud no es sino el correlato de un inconsciente que se construye como defensa ante lo que hace agujero (tropmantisme o troumatisme71). Freud lo escribe así: «¿Qué sucedió en la niñez temprana?», la respuesta es: «Nada, pero un germen de moción sexual estuvo presente».
Brevemente, lo que esta carta contiene es:
1º. que el sujeto, o mejor, el parlêtre se halla confrontado directamente a un goce que no ha sido reconocido;
2º. que hay un indecible en dicho encuentro, cuerpo extraño que será necesario «sintomatizar»; y,
3º. que la irrupción de ese goce implica una ruptura de la homeostasis que el sujeto disfrutaba hasta entonces.
2. El goce separado del sentido
Es a partir de la nueva axiomática que Lacan introduce en su seminario Encore (1972-73) la que nos permite entender mejor el alcance de una clínica que no toma al Otro como punto de partida, sino la cuestión del goce. Define el goce como una propiedad del cuerpo viviente y subraya que responde al régimen del Uno, es decir, que se trata de un goce sin el Otro. El sujeto está siempre solo con el goce experimentado en su cuerpo.
Lo que Lacan destaca es que, en el encuentro con el goce, el sujeto es cogido por sorpresa. Además, se presenta siempre como inasimilable al significante y como fundamentalmente separado del sentido. Surge, pues, como una algo extraño, exterior y si Lacan dice que «el goce ex-siste al sujeto» es para subrayar que el goce se presenta siempre con una dimensión de exterioridad. Subrayará esta dimensión de exterioridad72 en un pasaje del seminario R.S.I. al hablar de la angustia que experimenta Juanito cuando se halla confrontado por primera vez a su erección:
¿La angustia qué es? Es lo que, del interior del cuerpo, ex–siste cuando algo lo despierta, lo atormenta. Vean Juanito. Si se precipita en la fobia es para dar cuerpo (…) al embarazo que tiene de ese falo, de este goce fálico que ha venido a asociarse a su cuerpo y para el cual se inventa toda una serie de equivalencias diversamente piafantes bajo la fobia que se dice del caballo73.
Si Freud habla del trauma como «el grano de arena en el centro de la perla psiconeurótica» es debido a que en la supuesta determinación psiconeurótica hay un grano de arena, un elemento que no entra en la causalidad que el sujeto quiere otorgarle. El encuentro traumático de Juanito hace fácilmente evocable el símil freudiano. En efecto, Juanito constata súbitamente que tiene un pequeño órgano que se mueve y quiere darle un sentido. Lacan vuelve sobre el caso de Juanito en más ocasiones a lo largo de 1975. Así, en las Conferencias y charlas en las Universidades norteamericanas, Lacan dice que
[…] por más lejos que vaya este sentido, ningún varoncito experimenta nunca que este pene le esté fijado naturalmente. Siempre considera al pene como traumático. Quiero decir que piensa que pertenece al exterior del cuerpo. Por eso es que lo mira como una cosa separada, como un caballo que comienza a levantarse y a cocear.
También, en la «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma» declara que
[…] ese caballo que va y viene, que tiene una cierta manera de deslizarse a lo largo de los andenes arrastrando un carro, encarna aquello con lo que tiene que vérselas, y en lo cual no comprende exactamente nada, debido al hecho de que tiene un cierto tipo de madre y un cierto tipo de padre. Su síntoma, es la expresión, la significación de ese rechazo, después de todo, de ese Wiwimacher, que él tiene, enganchado en alguna parte de su bajo vientre. Lacan precisa que el goce que ha resultado de ese Wiwimacher le es extraño, inasimilable, hasta el punto de estar en el principio de su fobia.
Confrontado a la irrupción de este goce que hace intrusión y que le angustia, la reacción de Juanito consistirá en un rechazo de este goce. Es decir, el miedo lleva a Juanito a rechazar este goce indecible, rechazo de algo que «se goza» en su cuerpo sin que entienda qué le pasa.
Que el goce fálico se torne anómalo con respecto al goce del cuerpo es algo que se ha observado muchas veces. Lacan vuelve a comentar el fuera-del-cuerpo del goce fálico a propósito del testimonio de Mishima, en 1974:
No es una luz ese Mishima. Para decirnos que fue San Sebastián quien le ofreció la ocasión de eyacular por primera vez, esta eyaculación tuvo que dejarlo estupefacto. Todos los días vemos tipos que nos cuentan que de su primera masturbación se acordarán siempre, es algo que rompe la pantalla. En efecto, comprendemos bien por qué rompe la pantalla; porque no viene desde adentro de la pantalla. El cuerpo se introduce en la economía del goce a través de la imagen del cuerpo74.
¿Qué puede significar en el plano ético que una imagen occidental sagrada, que representa un mártir cristiano, pueda producir semejante efecto en un escritor japonés? Sabemos que llevó a Mishima a construir un fantasma que habla de una voluntad de ser un San Sebastián japonés, llevándolo al final en un pasaje al acto siguiendo la modalidad ritual del seppuku.
3. Rechazo en lo real
¿Qué estatuto hay que dar a este goce con el que todo sujeto se encuentra? Para dar cuenta de esta modalidad de defensa del goce, Miller propone en su Curso sobre Los signos del goce75, el concepto de forclusión, lo que implica hablar de «rechazo en lo real» de ese objeto indecible, goce que como tal es inasimilable por el significante: «el discurso tiene una intención de rechazo de lo que se entromete; a saber: el goce». Miller propone generalizar el uso del término de forclusión que normalmente usamos para la psicosis en relación al Nombre-del-Padre y aplicarlo a la neurosis. ¿Qué implica esta generalización de la forclusión? Miller responde diciendo que para todo sujeto, no solo en la psicosis, sino en todos los casos, hay un indecible, un goce innombrable: «la forclusión no es simplemente no hay, no hay Nombre del Padre, sino un rechazo en lo real». Lo que comporta este modo generalizado de la forclusión es que reaparezca en lo real un goce que desborda todo juicio de existencia, es decir, la existencia de un goce en la medida en que está separado de todo sentido.
¿Cómo entender esta formulación de Miller «reaparece en lo real un goce que desborda todo juicio de existencia»? ¿Qué relación hay entre el goce y lo real? O mejor, ¿qué hay en el goce que le lleve al sujeto a hacer la experiencia de lo real?
Si Lacan se refiere a Juanito es porque puede darnos una idea. ¿Qué le ocurre cuando empieza a abordar la cuestión de la relación sexual? La experiencia que hace en ese momento es la experiencia de un imposible respecto al goce. En otras palabras, la prueba que sufre en ese momento de encuentro con su erección es la de la soledad. Está solo con este goce del cuerpo que no entiende, un goce que se le presenta como fuera de sentido.
Juanito descubre que el Otro paterno no tiene la respuesta, es no tiene las palabras para decir como apañárselas con ese goce y, por tanto, se encuentra confrontado a un agujero. Este Otro con el que contaba hasta el punto de creer en la ilusión de una posible proporción sexual, de una perfecta armonía o adecuación perfecta con este Otro que él quería conseguir, resulta que el Otro no responde. La consecuencia es una separación radical: el sujeto se encuentra exiliado, separado del Otro. Por tanto, lo traumático para el sujeto no es la sexualidad como tal, sino el hecho de que ella se revela como un agujero en el saber.
El hecho de que sea el goce el que haga que la dimensión de lo real aparezca para el sujeto tiene una consecuencia decisiva. En el caso de Juanito hemos visto que estaba confrontado a algo que produjo una irrupción, algo fuera de sentido que desencadena su miedo. Entonces, el problema que se le planteaba era el tener que elegir, esto es: decidir si iba o no a reconocer su implicación en este «goce Otro» que ha venido a pegarse a su cuerpo.
En la medida en que el goce desborda cualquier juicio de existencia y no puede ser admitido en lo simbólico, la pregunta es saber cómo podemos pensar en una articulación con lo simbólico, con el Otro: si lo simbólico y lo real están separados, ¿cómo podemos anudarlos para que este goce que reaparece en lo real pueda ser nombrado y localizado? ¿qué nos permite tratar este goce que ex-siste al sujeto? La respuesta de Lacan a todas estas preguntas es el sinthoma. Es el sinthoma lo que nos permite dar este paso, precisamente porque es el sinthoma lo que anuda el cuerpo (imaginario), el inconsciente (simbólico) y el goce (real). Es pues el sinthoma el instrumento que le puede permitir al sujeto nombrar este real que ex-siste.