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El analista debe ser al menos tres
ОглавлениеAl comienzo de su Seminario 22, en tono jocoso Lacan dice que el analista debe ser al menos dos: el que produce efectos y el que los teoriza24. Ahora bien, dado que ha regresado al primer plano la preocupación de los analistas por preservar el discurso analítico en el mundo, habitual un siglo atrás25, no basta con que el analista sea dos (el que desde su sillón produce efectos y el que ante el escritorio o la pizarra los teoriza): debe además salir a la calle para preservar, restaurar o crear en su ciudad las condiciones de posibilidad para que esos efectos tengan lugar26. ¡Hiperactividad justificada y garantizada! El analista debe ser al menos tres pues tres son los niveles donde «la operación analítica» tiene que mantener «la distancia entre I y a»27, como dice Lacan, o más bien la distancia entre el rasgo unario común y el rasgo singular de goce28, y, si no la mantiene en cualquiera de ellos, los otros dos se verán indefectiblemente afectados, ya que la ética que está en juego es una y la misma en todos.
El primero de esos tres niveles es el de lo que ocurre entre analista y analizante en la intimidad del consultorio. Allí los efectos son producto de la interpretación, y ésta, más allá de las formas que tome, no puede ser cualquiera: debe separar del blablablá compartido cada rasgo singular de goce que surja en el discurso del analizante y hacer que ese rasgo prevalezca sobre lo universal. En esto no ha de hacer concesiones, y por eso Freud compara al analista con el cirujano que deja de lado hasta «su compasión humana [para] realizar una operación lo más acorde a las reglas del arte»29, aunque para ello a veces tenga que suspender la cortesía. (Ésta es, al fin y al cabo, una lengua hecha para dirigirse al amo, y el analista sólo puede usarla con ironía, como el cirujano del cuento30.) En la experiencia analítica, por lo demás, quien diagnostica, define el campo quirúrgico y autoriza la intervención es, sin excepciones, el analizante31.
Por lo que a este nivel atañe, el porvenir del psicoanálisis depende, pues, de la absoluta y respetuosa sumisión del analista a la singularidad del analizante en la dirección de la cura. En ésta, deben caer todas las identificaciones para aislar eso singular con lo cual no hay identificación posible: sólo resta ingeniárselas con lo que queda en pie cuando todo cae32.
El segundo nivel es el que tiene lugar en el lazo entre analistas. Quien teoriza los efectos del análisis se dirige ante todo a quienes aun sin pertenecer a su misma flota se ocupan como él de guiar esos indóciles navíos que son las experiencias analíticas. En ese nivel, mantener la distancia entre el rasgo unario común y el rasgo singular de goce es la función que Lacan asignó a la Escuela33. Ésta utiliza el discurso analítico para tratar los efectos segregativos de todo lazo «dominial»34; en especial, los efectos de esa inevitable intrusión de la lógica libidinal de grupos nacida en sus institutos de enseñanza35. Aquí, el porvenir del psicoanálisis es el del pase36, siempre que la Escuela cumpla con su función. ¿Y cómo saber que lo hace? Recordando los dos textos donde Lacan planteó, en los años cincuenta, «el problema de la Sociedad psicoanalítica»37. Dado que la estructura de la masa muestra que bajo el ideal siempre está el padre, para una Escuela constituirán señales de alarma la veneración religiosa, la sobrestimación de la fidelidad, el culto al prócer y el apego a la genealogía, mientras que los destellos de irreverencia, los desplazamientos libidinales, la desidealización de los grandes hombres y la preocupación por el futuro de la causa analítica serán signos de una orientación correcta38.
Mantener la distancia entre el rasgo unario común y el rasgo singular de goce en el tercer nivel, el del analista ciudadano, es la operación analítica más difícil y, al mismo tiempo, la que menos atención ha recibido hasta el momento. Dado que hoy en día el porvenir del psicoanálisis depende más que nunca del papel que en el mundo desempeñen los psicoanalistas, nos ocuparemos del asunto con mayor detalle.