Читать книгу Peregrinaje al Bicampeonato - Gustavo Villafranca Cobelli - Страница 11
MI PRIMERA VEZ
ОглавлениеComenzó el mes de febrero y partimos de vacaciones con un grupo en el que íbamos tres amigos y dos amigas a conocer Chiloé y sus festivales costumbristas. Hicimos las correspondientes escalas antes de llegar a la isla, una de las primeras fue en Pucón. Aquellos días de verano, además de admirar la magnitud del volcán Villarrica, la tranquilidad del lago y el hermoso entorno, quedé marcado por la cantidad de gente con gorros y camisetas de la “U”. Era impresionante. De niño siempre me había fijado en los argentinos que llegaban a la quinta región a veranear, hinchas que lucían los distintos colores de los grandes equipos de ese país y su selección, pero nunca había observado a alguien usando los colores de algún club chileno. Sí se veían algunos fanáticos con la camiseta de Zamorano en el Real Madrid, del Milán o las selecciones que estuvieron en el Mundial de Estados Unidos 1994. Entonces, lo que estaba presenciando era un fenómeno de fanatismo único en la historia reciente de Chile: la gran notoriedad que estaban tomando los seguidores de la “U”.
El día 15 de febrero de 1995 llegamos muy temprano a Puerto Montt y, mientras mis amigos se quedaron armando el camping, yo partí con ansiedad a recorrer el centro de la ciudad, pues en la noche se enfrentaban Universidad de Chile con Universidad Católica. Ese partido no solo tenía el morbo de la revancha respecto a aquel famoso duelo que ganó la “U” 1 × 0 con gol del Matador, sino que era la oportunidad de Sergio Fabián Vázquez, Néstor Raúl Gorosito y Alberto Federico Acosta de demostrar que ellos habían sido los campeones, en concordancia a sus declaraciones a diferentes medios. Asimismo, era la primera vez que sería testigo de un partido de la “U” por Copa Libertadores, pues no tenía recuerdos de su última participación en 1981, así que mi obsesión y nerviosismo eran desesperantes.
Transcurridas las horas, una fuerte lluvia comenzó a caer, lo que no fue impedimento para que con todo el grupo fuéramos a ver el partido. El Negro, uno de mis amigos, se había vuelto mucho más fanático tras el título ante Cobresal y ya conocía bien a todos los jugadores, así que compartía muchos de mis temores en la previa.
Universidad Católica era favorita para el debut, porque tenía mucho mejor plantel que el año anterior, mientras que el de la “U” estaba despotenciado, pues en reemplazo de Rogelio Delgado jugaba Luis Abarca; en lugar de Fabián Guevara, el ex Everton Miguel Ponce; y reemplazando a la gran Bruja Aredes, el desconocido mediocampista argentino Óscar Román Acosta. Por otro lado, el cuadro de Jorge “Lulo” Socías había dejado muchas dudas al caer por la cuenta mínima en Coquimbo durante el debut oficial de la temporada; el estreno de la Copa Chile había sido unos días antes.
El favoritismo de aquella noche tuvo mucho de cierto, porque Católica empezó con todo y rápidamente se puso 1 × 0 gracias a la anotación de Alberto Acosta. Los cruzados dominaban el partido casi a su antojo, pero lentamente se comenzó a dar vuelta en favor de la “U” gracias a dos jugadas muy concretas: en la primera, el Beto enfrentó solo a Vargas, quien tras gran achique, logró quedarse con la pelota cuando el gol era casi seguro; y, en la segunda, Marcelo Salas corrió a disputar una pelota con Sergio Fabián Vázquez y se lanzó en dura trancada contra el argentino, lo que provocó su lesión y salida del campo. Ambas acciones fueron un aliciente para el resto de los jugadores azules que, poco a poco, comenzaron a presionar con el sobrio trabajo de Musrri y Mardones, además del constante desahogo del Huevo Valencia. En las áreas, era un hecho que Vargas estaba inspirado y Salas parecía una amenaza constante. Así, el hombre de Temuco, aprovechó la única oportunidad que tuvo y anotó el 1 × 1 al filo del descanso. El gol lo gritamos todos en el bar y en la fila al baño durante el entretiempo; el Negro, con un par de piscolas en el cuerpo, se animó con un C-H-I que hizo retumbar los ventanales del sucucho.
Tras aquel grito, comenzamos a ver el segundo tiempo como si estuviéramos en el estadio, cantando y alentando a la “U”, lo que pareció transmitirse a los jugadores de Socías, ya que en el segundo tiempo entraron aleonados y atacando con todo hacia el sector sur. De esta manera, gracias a otros dos goles del Matador y a la conquista del Polaco Goldberg, se produjo un expresivo 4 × 1, algo impensado. Terminado el partido, salimos a las calles a celebrar y eran muchos los autos que tocaban la bocina. Parecía que Universidad de Chile estuviera celebrando un título, sin embargo, la temporada recién comenzaba.