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DESDE EL SALVADOR A SANTIAGO

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No fue demasiado larga la espera en la soledad estrellada del desierto para detener un bus que viniera desde el Norte y viajara rumbo a la capital. La máquina de la línea Corsario, además de varios asientos desocupados, portaba en su parabrisas el letrero “Santiago”. El auxiliar no tuvo problemas para ofrecernos un gran descuento a Cesario, a mí y a un par de hinchas que también esperaban transporte en medio de la Panamericana. El cansancio por todo lo vivido durante las últimas horas era muy grande, así que recién me di cuenta de que el viaje había llegado a su término cuando miré por la ventana y, ante la presencia del monumento a Los Héroes, observé que atravesábamos la Alameda para ingresar al terminal de buses por calle Tucapel Jiménez. Eran poco más de las 9 de la mañana del lunes 19 de diciembre de 1994 y, lejos de pensar en el regreso a casa, caminé por la Libertador Bernardo O`Higgins hacia el poniente con destino a la universidad, en un estado de enorme satisfacción, esperando encontrar a mis compañeros, tanto azules como rivales. En el trayecto iba deteniéndome en los diferentes kioscos a mirar las portadas de la heroica gesta de El Salvador. Mi orgullo y satisfacción se vieron coronados con el titular principal de El Mercurio, que informaba sobre el éxito de la “U”, algo inédito por ese entonces, cuando apenas tenía 21 años.

En el campus estaba mi compañero Rodrigo Sepúlveda –hoy conocido periodista de Mega–, quien, además de felicitarme por mi Peregrinaje a El Salvador, me dijo que tuviera cuidado de andar con la camiseta de Universidad de Chile, pues algunas informaciones señalaban que hinchas de Colo-Colo estaban organizados para reprimir a los azules que se encontraban celebrando el título. Sus códigos de Eterno campeón les impedían ver al rival manifestarse, celebrar o expresarse, pues ellos eran dueños exclusivos del triunfo y tiranos absolutos del equipo que ha sabido ser campeón. Ciertamente las palabras del Sepu tenían alguna lógica, porque no solo los hinchas de Colo-Colo eran una potencial amenaza, sino que, eventualmente, también Carabineros. El carnaval azul se había tomado las principales avenidas de la ciudad de Santiago la noche anterior. Caminar por el centro me alertó de la criminal agresión de una turba de hinchas de la “U” a un pobre oficial en plena plaza Italia, quien recibió en el piso incontables puntapiés en la cabeza y terminó con riesgo vital. Independiente de este supuesto peligro, el miedo no me sedujo y caminé orgulloso por la universidad en busca de mis compañeros, sin embargo, mi decepción se fue acumulando, ya que en los patios casi no había gente. A esa altura del año estábamos al borde de los exámenes, algunos estudiaban en grupos, otros lidiaban con la caña tras los festejos. Los cruzados, seguramente, seguían masticando la rabia e impotencia de haber perdido la posibilidad de ir a una definición, debido al polémico penal cobrado por Imperatore contra Salas y que convirtió el Pato Mardones.

Peregrinaje al Bicampeonato

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