Читать книгу Peregrinaje al Bicampeonato - Gustavo Villafranca Cobelli - Страница 14
A TRES BANDAS
ОглавлениеMarzo se empezaba a llenar de actividades y en Universidad de Chile la escasez de plantel preocupaba ante la eventualidad de jugar la Copa Chile, Libertadores y el Torneo Nacional en forma paralela. A ello se sumaban las convocatorias del vasco Xabier Azkargorta, que llegaba a hacerse cargo de la selección luego del extraño periodo de Mirko Jozic, concluido con muy pocos partidos y una triste derrota 0 × 3 en el debut –llevado a cabo en Ñuñoa– de Daniel Passarella como seleccionador de Argentina.
Cristián Castañeda, Marcelo Salas y Esteban Valencia eran convocados a la selección en forma permanente; mientras que Luis Musrri, Ronald Fuentes y Patricio Mardones solo ocasionalmente. En ese sentido, Socías ya había comenzado con las rotaciones, pero el nivel de varios no convencía. Solo Cristián Traverso –que finalmente había llegado desde Argentinos Juniors– demostraba esfuerzo y garra para defender la camiseta, porque el resto de las incorporaciones hacía muy poco.
En Copa Chile fueron titulares durante algunos encuentros varios juveniles salidos de la cantera azul, como los laterales Pablo Contreras y Juan Silva, el central Víctor Bascuñán y el volante Edgardo Julio. Solo el Peladito Goldberg aprovechaba sus oportunidades y se anticipaba como la principal opción acompañando a Marcelo Salas, pues Ibáñez y Jara mostraban un rendimiento cada vez más irregular.
El 15 de marzo se disputaba el segundo partido de Copa Libertadores entre las universidades, pero el morbo del duelo inicial había desaparecido. La razón principal era que, tras perder los cuatro partidos en tierras colombianas, la opinión del medio fue casi de una crisis a nivel de clubes en el fútbol chileno. Además, los hinchas de Católica ya no estaban tan enamorados del juego de su equipo y las críticas a Pellegrini se hacían cada vez más fuertes. Para la “U” empatar el partido era un muy buen resultado, así que se entró a jugar con eso en mente. El encuentro fue malo y los azules cayeron 0 × 2 en un juego carente de emoción. El resultado dejaba la resolución entre los equipos locales, así que era hora de empezar a jugarse la vida. Llegaba el momento de recibir a los colombianos y el cuadro local que pestañeara iba a quedarse fuera de la Copa, de eso no había dudas.
Por ser el campeón, Universidad de Chile jugaba los viernes, mientras que los cruzados lo hacían los martes. El primer visitante fue Millonarios, equipo que no trajo a todos sus titulares y terminó perdiendo 2 × 1 con la UC y 3 × 2 con la “U”. Salas fue figura en el Estadio Nacional anotando dos goles, mientras el Polaco Goldberg convirtió el definitivo en un partido que terminó siendo mucho más estrecho en el marcador que en la cancha. Aquel partido ante los colombianos se disputó el 24 de marzo e inmediatamente Cristián Castañeda, Esteban Valencia y Marcelo Salas tomaron un avión hacia Los Ángeles para enfrentar a México por la Roja. Este partido era el sueño de todo el fútbol chileno, pues marcaba el inicio de un proceso que buscaba clasificar al Mundial de Francia 98, tras el fatídico último duelo ante Brasil en 1989 que nos dejó casi ocho años sin jugar eliminatorias. En la antesala del duelo a disputarse en Estados Unidos, algunos medios recordaron este último proceso premundialista de la selección. En aquellos tiempos de dictadura, se decía constantemente que Chile le hacía buenos partidos a Brasil. Yo recordaba con claridad un 0 × 0 en Ñuñoa, lo vi con mi viejo en galería poco antes del Mundial de España 1982–; un exiguo 2 × 3 en el Maracaná previo a la Copa América 1983, donde el arquero Óscar Wirth se comió un gol y el Pato Reyes estaba como lateral derecho; un 1 × 1 en Curitiba durante mayo del 86, lo seguí por la radio con tremendo orgullo al escuchar a Pellegrini como baluarte de la defensa y a Mariano Puyol convirtiendo el gol; y el inolvidable 4 × 0 de la Copa América 1987, que vi en el segundo piso de la casa de mis viejos, aunque tuve que bajar en reiteradas ocasiones las escaleras para informar a mis familiares de los goles de Basay y Letelier.
La ilusión del país era total para las eliminatorias de Italia 90. Aún recuerdo perfectamente los detalles del partido de ida con la Verdeamarela en el Estadio Nacional –al que ambas selecciones llegaban después de haber vencido a Venezuela de visita– que presencié con mi viejo desde la galería sur. Ese día el ambiente de fervor y odio al rival era feroz, con un himno brasileño abucheado por la multitud y los jugadores chilenos Raúl Ormeño y Alejandro Hisis provocando desde un principio a los visitantes. La “U” estaba en Segunda División, por ello la selección era casi colocolina, con Roberto Rojas, Jaime Pizarro, Fernando Astengo, Hugo González, Hugo Rubio y el mismo Zamorano, quien había dicho a varios medios que su sueño era jugar en el Cacique. Universidad de Chile ni figuraba en la prensa, estaba en el fango de la zona sur de segunda y las tardes de sábado en Santa Laura parecían de fútbol amateur comparadas con esas eliminatorias.
Tras aquel 1 × 1 en Ñuñoa, que se desarrolló con permanentes invasiones de reporteros chilenos a la cancha, lluvia de naranjas y proyectiles a los rivales, constantes C-H-I por los altoparlantes del locutor del estadio –lo que estaba prohibido–, el equipo fue sancionado en su localía y tuvo que hacer de local en Mendoza ante Venezuela. El medio estaba indignado. Todos criticaron a la Fifa, y se decía que Brasil no podía faltar a un Mundial. El equipo de Orlando Aravena estaba predispuesto a armar un show en caso de recibir un trato poco amigable, pero lo cierto es que aquel 3 de septiembre de 1989 todo fue muy distinto, porque Brasil dominó sin contrapeso y Roberto Rojas hacía un heroico esfuerzo por apoderarse del balón, aunque su respuesta fue débil en el gol de Careca.
Yo estaba en la casa de mi amigo Larva junto a otros quince compañeros de curso. Era la primera vez que me juntaba a ver un partido por tv y llegué sobre la hora, tras esperar por largo rato a que pasara la micro Tropezón. Cuando sucedió lo del Cóndor, quien terminó inconsciente y ensangrentado, nuestra indignación fue total. Sin embargo, lo que era motivo de orgullo, ver a los jugadores defender la patria en el extranjero ante el enemigo brasileño, pasaría a vergüenza tras saber que el arquero chileno vendió su verdad a La Tercera confesando haberse autoinfligido el corte. El papelón en cancha sería matizado por la imagen de Patricio Yáñez, que pasaría a la historia por el ordinario gesto de tocarse los genitales frente a la parcialidad carioca.
Pero volvamos a 1995. La selección de Azkargorta debutó con un claro triunfo sobre México y, por primera vez, Marcelo Salas, con apenas 20 años, era titular en ataque junto a la gran figura del Real Madrid, Iván Zamorano. El Matador terminaría siendo la figura del partido ante 60 mil personas en Estados Unidos. Jugó como un verdadero crack y anotó un golazo, mientras Bam-Bam marcaba el segundo de penal. Ese día nació la dupla que con el tiempo sería bautizada Sa-Za, como copia a la de Ro-Ro, que integraban Ronaldo y Romario en Brasil.