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DUELO DE CAMPEONES

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Si bien esperaba a un grande de Argentina o algún club importante de otro país, lo cierto es que en ningún caso nos sentimos desmotivados con mi viejo para el partido de celebración –disputado un par de días después del 1 × 1 con Cobresal– ante el campeón de la Segunda División, Deportes Concepción. Ver a la “U” con la Copa del Torneo Nacional era parte de ese pacto padre-hijo que había llegado la hora de pagar, así que partimos a Ñuñoa ante el cuadro penquista.

Faltaban pocos minutos para las 20 horas, aún las luces artificiales del Estadio Nacional no se encendían y unas 30 mil personas se encontraban en las tribunas. Mientras el locutor los nombraba uno a uno, cada jugador del plantel 1994 emergió del túnel sur y recibió el caluroso saludo de la hinchada. Esta vez, tras Marcelo Salas y Sergio Vargas, el más ovacionado fue Patricio Mardones, quien, tras aquel penal convertido en El Salvador, había tatuado para siempre su nombre en la historia más grande del club azul, y eso el hincha lo hizo sentir de inmediato.

Luego de que todos hicieran su ingreso, la Copa fue entregada al doctor Orozco y al capitán Luis Musrri, para que luego los jugadores dieran la vuelta olímpica desde el sector de regalones, continuando por Los de Abajo, el lado del Imperio Azul, la tribuna Andes y el codo norte –donde nos encontrábamos–, para concluir en marquesina. Si bien el acto tuvo su cuota de simbolismo, la verdad es que no fue un momento emotivo y lo sentí con una fría distancia respecto a la celebración que siempre había soñado.

Tras la ceremonia ingresó Concepción de uniforme completamente blanco, mientras la “U” lo hacía con el azul eléctrico característico del auspiciador de entonces. El equipo de Jorge Socías comenzó atacando con determinación y rápidamente sacó una cómoda ventaja, resultado con que se fue al descanso. En el entretiempo, mientras compartíamos el maní tostado, comentábamos con otros hinchas del tablón que Arturo Salah se quería llevar a Fabián Guevara y Raúl Aredes al Monterrey, lo que me generaba muchas contradicciones. Por un lado, sentía que la noticia era casi una tragedia, pues encontrar un equipo para ser campeón nos había costado mucho, y el hecho de que llegaran ofertas por jugadores no me hacía gracia. Pero, por otro, había pasado mucho tiempo para poder ver a un jugador de la “U” vendido al extranjero.

Hasta entonces, el último gran equipo que la “U” había tenido era el cuadro dirigido por Leonel Sánchez en 1986, que arrasó con sus rivales del Grupo Norte de la Copa Apertura, con una racha de 7 triunfos y 2 empates en las primeras 9 jornadas; un registro extraordinario en ese oscuro período de los 25 años sin títulos. Tan bien andaba ese equipo, que desde México vino un llamado de la selección nacional para enfrentar a Universidad de Chile, con el objetivo de jugar contra un rival de categoría internacional, además de evaluar toda la logística para recibir a 120 mil personas en el estadio como ensayo general del Mundial en tierras aztecas. Aún recuerdo el murmullo de la multitud la tarde de ese sábado 20 de abril, en el audio de la transmisión que hizo Televisión Nacional de Chile, para el momento en que Patricio Reyes convirtió el 1 × 1. El problema fue que, a la vuelta de la gira, Carlos “Búfalo” Poblete se quedó en el Puebla, mientras Martín “Tincho” Gálvez fue al Cruz Azul, conjunto al que luego se sumaría Mariano Puyol. Con esas ventas, el equipo de Leonel se vino abajo.

Pero volvamos a diciembre de 1994. En el segundo tiempo, la “U” sacó el pie del acelerador y el partido ante Concepción se transformó en un trámite. El marcador final sellaba el 3 × 1 con goles del Pato Mardones –penal–, Marcelo Salas y Rodrigo Goldberg. Con mi viejo nos fuimos del estadio con una extraña sensación de felicidad insatisfecha.

Peregrinaje al Bicampeonato

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