Читать книгу Peregrinaje al Bicampeonato - Gustavo Villafranca Cobelli - Страница 15
EL CAMPEONATO
ОглавлениеEl sábado 1 de abril de 1995 se estrenaría el Campeonato Nacional con la insólita novedad de los tres puntos al ganador y, además, con otro ingrediente particular: la televisión. El canal VTR Cable Express hacía su estreno en las transmisiones deportivas justo para el partido que se jugaría en San Carlos de Apoquindo entre Universidad Católica y La Serena. Manuel Pellegrini usó equipo mixto pensando en la Copa Libertadores, por lo que dejó en la banca a Gorosito, Acosta y Rozental, quienes entraron a la cancha como otra de las grandes novedades de la época, pues hasta entonces se podían hacer dos cambios. La apuesta le estaba resultando a la UC, porque bien entrado el segundo tiempo ganaba 1 × 0 gracias a un gol de Acosta, sin embargo, en medio de la agonía el excruzado César Marín marcaba el 1 × 1. El empate lo escuché cuando volvía de futbolito –en las canchas de Colón 9000–, en el auto de unos amigos y, por supuesto, lo recibí con alegría.
Ya de vuelta en casa, me dispuse a ver la transmisión de Mega desde Copiapó para el partido entre Regional Atacama y Colo-Colo. En mi casa no teníamos cable y un partido televisado por la tv local era algo imperdible, independiente de los equipos. El Cacique, junto con incorporar a Rogelio Delgado al cuerpo técnico, apostaba otra vez por ser campeón, como era habitual, e invertía millones en el capitán de la selección argentina, Marcelo Espina, que apenas unos meses antes había marcado un golazo a Chile en Ñuñoa. Asimismo, contrataron al exazul Fabián Estay, al arquero uruguayo Luis Barbat, a un central paraguayo llamado Miguel Ángel Acosta y a uno de los tantos Rojas que había en el fútbol chileno, aunque este era conocido como Murci. Sin embargo, de todas las contrataciones albas, la que menos entendía era la de Mauricio “Bototo” Illesca. De niño era fanático de la revista Barrabases y admirador de Pirulete y Bototo, así que cuando me enteré a principios de los 90 que venía emergiendo un centrodelantero de la “U” con ese apodo, siempre soñé que se convertiría en figura. Sin embargo, en el primer equipo nunca rindió.
El equipo de Gustavo Benítez arrasó en una de las canchas más difíciles de la Primera División y trituró con un 5 × 0 al cuadro de la Tercera Región con goles de Marcelo Vega, Fernando Vergara –que también había llegado como refuerzo, tras haber defendido otras camisetas, incluida la “U” en 1991–, Marcelo Espina y doblete de Leonel Herrera. Este último no era conocido en mi casa por su gol a Olimpia en la Final de la Copa Libertadores 1991, sino por haber sido hijo de Zapatitos con sangre, el central que solía levantar a chuletas a Héctor Hoffens en los superclásicos.
Al día siguiente, como era característico durante los últimos catorce años cada vez que la “U” debutaba en Santiago por el Campeonato Nacional, partimos con mi viejo a Ñuñoa para ver el partido ante Provincial Osorno, equipo sin entrenador y dirigido interinamente por Guillermo Valle. Los sureños tenían dentro de sus filas al excruzado Francisco Hormann, al rudo centrocampista Luis Medina, al eterno Pancho Ugarte y a dos atacantes de fuste: el argentino Roque Burella y el paraguayo Rolando Azás. Mientras la “U”, dirigida por Jorge Socías, estaba formada por Vargas, Castañeda, Abarca, Traverso, Ponce, Musrri, Mardones, Valencia, O. Acosta, Goldberg y Salas. El partido contra Los Lecheros tuvo mucha llegada a las respectivas áreas, pero Universidad de Chile terminaría haciéndolo suyo con un disparo de media distancia y un penal del Pato Mardones, además de otro doblete del Matador Salas y anotación del Polaco Goldberg. Para Osorno, en cambio, solo anotaron Burella y Barría.
Al volver del estadio, en vez de estudiar para las clases de periodismo, llegué directamente a anotar los resultados en mi nuevo cuaderno del Campeonato 1995. Al hojear los anteriores, recordaba mi primera gran alegría en un debut del Torneo Nacional: el 7 × 3 a Unión Española en Santa Laura, en una llovida tarde sabatina del año 1982. Aunque, pensándolo fríamente, el resultado que más recordaba era el 5 × 0 durante el debut del torneo pasado ante el mismo rival, donde Marcelo Salas también anotó dos goles.
Con esos resultados y el 7 × 1 de Cobreloa sobre Huachipato, mi ilusión de que el Romántico Viajero peleara el título estaba intacta, a pesar de no tener refuerzos y contar con un plantel tan estrecho. Mis compañeros de universidad, algunos albos y otros cruzados, comenzaron a molestarme desde el primer día, pues sus respectivos equipos estaban bien reforzados. Decían que la “U” pasaría otros 25 años sin salir campeón, que el argentino Óscar Acosta parecía rockero en vez de futbolista, y que Traverso era más tronco que Luis Abarca, así de malo era.