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Lo que este libro hará por ti

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Oí hablar por primera vez del triángulo del cambio11 en 2004 en un congreso académico sobre la ciencia de las emociones y el apego en la ciudad de Nueva York. Allí estaba yo, mirando un triángulo gigante del revés, proyectado en la pantalla del auditorio. Era una representación de cómo funcionan las emociones y de cómo, si se gestionan mal, pueden provocar síntomas psicológicos como depresión. Las defensas, la ansiedad y esas cosas tan importantes llamadas emociones fundamentales estaban representadas de tal manera que de repente algo hizo clic en mí. Los elementos de la experiencia psicológica, que parecían aleatorios y caóticos, encajaron, como el último movimiento de un cubo de Rubik. Me sentí comprendida. Sentí alivio. Estaba entusiasmada. Con toda mi ciencia y mi formación psicológica —la Facultad de Ciencias del Bronx, una licenciatura en Bioquímica en la Universidad Wesleyan, un doctorado en Cirugía Dental de la Universidad de Columbia, un máster en Trabajo Social y desde entonces un certificado en Psicoanálisis—, ¿por qué nunca antes había visto ese simple mapa? Entonces pensé: «Esto debería formar parte de la formación básica, todos podemos beneficiarnos de comprender cómo funcionan nuestras emociones y cómo trabajar con ellas para sentirnos mejor».

Mirando vídeos de psicoterapia basada en las emociones, vi cómo se producían transformaciones radicales en una sesión. Para esos pacientes, un trabajo que un psicoterapeuta tradicional habría tardado años en lograr se conseguía en una hora. No podía dejar de preguntarme si era demasiado bueno para ser verdad. ¿Era ése un método con una base científica que pudiera enseñarse y reproducirse? Mi última década de práctica ha demostrado que la respuesta es afirmativa.

Tras estudiar meticulosamente los últimos cien años de pensamiento psicológico y la ciencia y la anatomía del cerebro, y tras haber practicado la psicoterapia durante más de una década, creo que el triángulo del cambio puede ayudar a cualquier persona, no sólo a las que están en psicoterapia. Mi misión es traducir la teoría que está detrás del triángulo del cambio en una herramienta a la que todo el mundo tenga acceso, no sólo las personas que se forman para practicar psicoterapia. He adaptado la literatura clínica y la ciencia para que el triángulo del cambio sea fácil de comprender y suficientemente ágil para utilizarlo en cualquier momento y en cualquier lugar. Explicaré cómo utilizar esta importante herramienta para ayudarte a sentirte mejor.

La vida es dura. Todos sufrimos. Los seres humanos modernos experimentan más estrés, cargas, vacío, ansiedad, autocrítica y depresión que nunca. La mayoría de nosotros no sabemos cómo lidiar efectivamente con las emociones. En lugar de eso, nos esforzamos en intentar gestionarlas mediante la evitación. Esta estrategia de manejo provoca síntomas de angustia mental, como depresión y ansiedad. Evitar las emociones no funciona a largo plazo. El triángulo del cambio es un mapa para superar nuestra angustia para poder pasar más tiempo en unos estados del Ser más tranquilos y más vitales. El triángulo del cambio se basa en la investigación científica más reciente sobre las emociones y sobre el cerebro. A pesar de sus complicadas raíces científicas, intuitivamente encaja y es un recurso para manejar las emociones del que ninguno de nosotros deberíamos prescindir.

Las emociones son fuerzas poderosas que, en un instante, se apoderan de nosotros y nos hacen sentir cosas, hacer cosas, y reaccionar de maneras que a menudo son perjudiciales. Ante eso, utilizamos otras partes de nuestra mente para enterrar las emociones, creyendo que ello no nos afectará. Pero las emociones son fuerzas biológicas que se mueven según la física. No pueden ser ignoradas sin tener consecuencias, de ahí los niveles crecientes de ansiedad y de depresión en el mundo. Nuestros sistemas culturales y educativos son incapaces de equiparnos con la educación, los recursos y las capacidades necesarias para comprender y trabajar con las emociones, y nuestra sociedad carece del conocimiento básico sobre cómo funcionan biológicamente. Lo que sí nos enseña nuestra cultura, y bastante bien, es a ignorar y evitar las emociones. El triángulo del cambio desafía esta norma cultural.

Evitar las emociones tiene múltiples costes. Las emociones nos dicen lo que queremos y necesitamos y lo que es malo para nosotros. Cuando no utilizamos nuestras emociones, es como si navegáramos en un barco por un mar agitado sin sónar o sin brújula. Las emociones también nos conectan con nuestro Ser auténtico y nos permiten sentirnos íntimamente conectados con otras personas. Cuando estamos desconectados de las emociones, sufrimos soledad, porque las conexiones con nosotros mismos y con las personas que queremos se enriquecen mediante la empatía, el conector emocional. Se produce una conexión más profunda con nuestro Ser más auténtico al experimentar las siete emociones fundamentales universales, innatas y preprogramadas: tristeza, alegría, ira, miedo, asco, entusiasmo y excitación sexual.12 Estas emociones fundamentales nos ayudan a navegar efectivamente por la vida, empezando el día en que nacemos hasta el día en que morimos.

Las emociones son programas de supervivencia profundamente integrados en el cerebro y no sometidos al control consciente. Ante una amenaza física, se desencadena el miedo. Imaginemos que un perro salvaje nos está persiguiendo; el miedo nos hará movernos instantáneamente. La ira nos protege haciéndonos luchar en defensa propia. La tristeza es la emoción fundamental que sentimos cuando sufrimos pérdidas, como la pérdida del cabello, de una posesión muy preciada o de nuestros seres queridos. Cuando logramos conectar con los demás de maneras enriquecedoras, las emociones como la alegría y el entusiasmo nos empujan a implicarnos más, para que crezcamos, nos expandamos y evolucionemos como seres humanos. Las emociones son respuestas inmediatas al entorno presente. Las emociones contrastan totalmente con el intelecto. Nuestro cerebro pensante nos deja tiempo para pensar cómo queremos responder. Nuestro cerebro emocional simplemente responde.

A pesar de necesitar realmente las emociones para vivir de manera efectiva, también pueden causarnos problemas. ¡Menudo conflicto fundamental! Desde un punto de vista biológico, necesitamos las emociones, pero también nos hacen daño. La evolución de la mente humana nos ha dotado de una habilidad increíble para ignorar las emociones para ir avanzando en la vida. De hecho, esta habilidad nos ayuda a hacer las cosas. Necesitamos trabajar, alimentar a nuestra familia, garantizar nuestro cobijo y satisfacer otras necesidades básicas. Utilizamos defensas para poder seguir adelante. Pero los investigadores saben ahora que bloquear las emociones es perjudicial para la salud física y mental. Las emociones bloqueadas provocan depresión, ansiedad y una gran variedad de otros síntomas psicológicos causados por el estrés crónico. Además, el estrés emocional crónico causa cambios en nuestra salud física al aumentar la cantidad de hormona del estrés, llamada corticosterona, que está por todo el cuerpo. El estrés emocional se asocia con la enfermedad cardíaca, el dolor de estómago, las cefaleas, el insomnio y los trastornos autoinmunes,13 entre otros.

Además, los desafíos de la vida moderna —como la presión por tener éxito, por encajar, el deseo de «seguir el ritmo», el «miedo a perder oportunidades» y el deseo de tener buenas relaciones y satisfacción laboral— provocan combinaciones de emociones que a menudo entran en conflicto entre sí. Por ejemplo, Frank no podía permitirse el tipo de coche que realmente quería. Algo tan simple como el deseo frustrado de Frank de tener ese coche podía causarle una mezcla de tristeza, ira, humillación y ansiedad. Huelga decir que todos estos sentimientos juntos son difíciles de manejar o de soportar sin defensas. Los retos y los conflictos de la vida crean complejos cócteles emocionales.

En función de nuestra genética, nuestra disposición natural y las experiencias de nuestra infancia, todos navegamos por las emociones de manera diferente. El tipo y la cantidad de adversidad a la que nos enfrentamos en la juventud afecta directamente a cómo nos sentimos hoy, aunque conscientemente no podamos percibir esta conexión. Además, el modo en el que nuestros padres y cuidadores respondieron a nuestras emociones individuales afecta directamente a cómo nos sentimos y lidiamos con nuestras propias emociones y las emociones de los demás en el presente, ahora.

Algunos de nosotros desconectamos de nuestras emociones para lidiar con los retos a los que nos enfrentamos. Esto tiene repercusiones. Nos desconectamos. Nos apagamos. Nos insensibilizamos. A la larga, vivimos en nuestra cabeza únicamente con nuestros pensamientos y nuestro intelecto para guiarnos. Hemos perdido nuestra brújula emocional. Como alternativa, algunos de nosotros no podemos desconectar y nos vemos fácilmente desbordados por las emociones. Esto también tiene repercusiones. La gente que se ve fácilmente sobrepasada por sus emociones gasta una cantidad extraordinaria de energía gestionando sus sentimientos, y esto es agotador. Puede que se identifique como una persona que se enoja rápidamente o que llora por nada. O quizás reconozca que a menudo se siente asustado aunque racionalmente sepa que no hay nada que temer. Algunos nos sentimos fácilmente heridos o insultados por los demás, tomando hasta el más mínimo malentendido de forma tan personal que estar con gente nos resulta extenuante. Cuando nuestras emociones son tan intensas y se disparan tan fácilmente, a veces reaccionamos de una manera que después lamentamos, lo cual dificulta más nuestra vida.

Teóricamente, deberíamos crear un equilibrio entre nuestras emociones y nuestros pensamientos. Necesitamos sentir nuestros sentimientos, pero no hasta el punto de que nos superen, alterando nuestra funcionalidad y nuestra capacidad de ser productivos. Necesitamos pensar, pero no hasta el punto de ignorar nuestra profunda y rica vida emocional, sacrificando nuestra vitalidad.

El triángulo del cambio es un mapa para salir de nuestras defensas y volver a ponernos en contacto con nuestras emociones fundamentales. Cuando contactamos con nuestras emociones fundamentales, las sentimos y pasamos al otro lado, experimentamos alivio.

TRIÁNGULO DEL CAMBIO


En cada momento, situaremos nuestro estado psicológico en una de las tres esquinas del triángulo del cambio o en la parte inferior, en el estado de corazón abierto.

Nuestra ansiedad y depresión se reducen. Cuando estamos en contacto con las emociones fundamentales, nuestra vitalidad, confianza y paz interior aumentan. Biológicamente, nuestro sistema nervioso se resetea para mejor.

Trabajar el triángulo del cambio hace que el cerebro sea más flexible, teniendo mucho más control y poder sobre cómo nos sentimos, pensamos y nos comportamos. Cuando la gente conoce el triángulo del cambio y comprende cómo funcionan las emociones, se transforma.

Aunque la primera vez que oí hablar acerca del triángulo del cambio fue en un congreso para profesionales, es un mapa que todos nosotros podemos aprender fácilmente y empezar a aplicar inmediatamente. Cuando llegues al final de este libro te entenderás a ti mismo, a tus seres queridos, amigos y compañeros de una manera nueva y podrás poner en práctica estos conocimientos. Como todos somos iguales en lo que respecta al funcionamiento de las emociones, el triángulo del cambio tiene sentido para todo el mundo. Aprenderás a mejorar las relaciones tanto contigo mismo como con los demás. Te sentirás mejor y tu vida será más fácil.

No siempre es depresión

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