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Tras la rota de Filipos, Horacio no tenía motivos para considerarse como el más desdichado de los hombres: a diferencia de tantos de sus compañeros de armas —seguramente miles— no había caído en el combate, y a diferencia de bastantes otros no fue víctima de las proscripciones que en Roma solían ser el triste epílogo de los grandes enfrentamientos civiles; al contrario, fue amnistiado (uenia impetrata , dice la Vita 7). Pero tampoco salió indemne: fue objeto de una confiscación que lo dejó «privado de hogar y del fundo paterno» (Epi . II 2, 50 s.), al igual, según parece, que Virgilio y que Propercio, aunque con mayor motivo. Tenía, pues, que buscarse un medio de subsistencia. La Vita (8) nos dice que scriptum quaestorium comparauit , lo que, según la autorizada opinión de FRAENKEL (1957: 15), debe entenderse dando al verbo el sentido de «compró» (palabra española que —dicho sea de paso— deriva cristalinamente de comparauit ). El scriptus quaestorius era una plaza de «escribano de los cuestores», más o menos lo que hoy llamaríamos de «funcionario de Hacienda». El cargo comportaba tareas al servicio del erario público, que era también el archivo oficial del estado. Según el propio FRAENKEL (loc. cit .), los escribas cuestorios eran con frecuencia caballeros romanos, lo que permite suponer que tenían una retribución no despreciable.

Parece, pues, que Horacio exageraba al hablar de la pobreza en que quedó tras la confiscación de sus bienes, dado que conservó u obtuvo recursos con que agenciarse un cargo público; y, consecuentemente, que también lo hacía cuando escribió aquello de que por entonces había sido «la osada pobreza» (Epi . II 2, 51) la que lo había empujado a escribir versos. En efecto, aparte de que sabemos cómo se ganaba la vida en aquellos días —algo al que él no hace referencia alguna 14 —, la única perspectiva de hacerlo escribiendo versos reposaba sobre la esperanza de un generoso patronazgo, a la sazón muy lejana para él (FRAENKEL 1957: 14).

Como es bien sabido —y luego recordaremos con el debido detalle—, el patronazgo que Horacio tal vez ni soñaba acabó llegándole, para dar un giro decisivo a su vida, entre los años 38 y 37 a. C., una vez que accedió a la amistad de Mecenas. Sin embargo, cabe preguntarse por la que podríamos llamar su obra pre-mecenática ; es decir, por la que ya podía exhibir cuando sus amigos poetas lo presentaron como a uno más de ellos al que ya tenían como generoso protector. Es seguro que por entonces Horacio no había publicado ninguno de los libros que como tales han llegado hasta nosotros; pero tampoco cabe duda de que ya había dado a conocer en los ambientes literarios algunas de las composiciones que luego recogería en ellos. Puestos a conjeturar cuáles eran ésas, podemos pensar que se trataba de alguno de sus Epodos y de algunas Sátiras de su libro I.

En efecto, varios de los Epodos pertenecen a aquella su primera época de poeta enragé , que Horacio describiría años más tarde en su palinodia dirigida a una bella mujer ofendida por sus invectivas:

Modera tus impulsos, que también a mí, en la dulce juventud, me tentó el hervor del alma, y enloquecido me empujó a los veloces yambos (Od . I 16, 21-25).

En sus Epodos Horacio trataba de rescatar y de imitar en latín los metros y el espíritu de los yambógrafos griegos arcaicos, ante todo los de Arquíloco de Paros (s. VII ) y también los de Hiponacte de Éfeso (s. VI ). Ahí vio Horacio una vía nueva y fecunda por la que enriquecer el Parnaso latino.

A decir verdad, los Epodos que parecen corresponder a los primeros tiempos no son de los más yámbicos , en el sentido ya dicho de «agresivos». Se trata de dos de los llamados «epodos políticos», el 7 y el 16, ambos marcados por un profundo pesimismo al respecto del presente y del futuro de Roma.

Más difícil resulta calcular cuántas y cuáles de las sátiras del libro I, que se publicaría en torno al año 35 a. C., figuraban en el curriculum poético que Horacio podía mostrar cuando fue presentado a Mecenas. En efecto, no hay muchos datos que permitan precisar la cronología relativa de las 10 piezas que forman el libro (cf . H. J. CLASSEN , EO I: 275). Sí parece probable que la 7 fuera escrita ya en el año 42, dado que la jocosa escena que comenta tal vez se produjo en el campamento de Bruto, al que alude en su v. 33 15 . Obviamente, no cabe atribuir al Horacio pre-mecenático las sátiras en las que ya habla de su protector, como son I 1, I 5, I 9 y I 10; pero el resto de ellas hemos de dejarlas en la incertidumbre.

Odas. Canto secular. Epodos

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