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Crítica al concepto usual de experiencia

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La exposición del concepto de experiencia empieza con la crítica del que considera concepto habitual de su tiempo. Según Benjamin, «el problema de la teoría kantiana del conocimiento, como el de toda gran teoría del conocimiento, posee dos lados»: la cuestión de «la certeza del conocimiento» y la cuestión de «la dignidad de una experiencia que es efímera». A la primera cuestión la filosofía kantiana le ha dado «una explicación válida», pero no a la segunda (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 162). Kant se ha preocupado mucho por la certeza de la experiencia, pero escasamente por el alcance y densidad de la experiencia. ¿A qué se debe esta pobreza de experiencia en la filosofía kantiana? Fundamentalmente, Benjamin lo atribuye a dos motivos.

En primer lugar está el motivo, propio de cualquier filosofía, de que «el interés filosófico universal siempre se dirige al mismo tiempo a la validez atemporal del conocimiento» (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 162). El primer reproche es, por tanto, que la filosofía no capta la experiencia en la temporalidad y singularidad que le son propias, por encontrarse sesgada hacia lo intemporal por su interés en la búsqueda del concepto, es decir, de estructuras universales e intemporales.

A este primer reproche, de carácter general, se añade otro más específico de la filosofía kantiana, a saber, que el de Kant «aún seguiría siendo el mismo viejo concepto de experiencia», el concepto empirista, el de la física matemática (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 163). A pesar de este reproche, Benjamin defiende a Kant20, ya que en la Crítica de la razón pura, según Benjamin, Kant no identifica la experiencia con el mundo de objetos de la ciencia. El problema de Kant es, según Benjamin, un problema humano: la experiencia que tuvo como hombre, por el hecho de compartir con toda obviedad el horizonte de su época, una «experiencia singular y temporalmente limitada». Compartir tal experiencia es compartir lo que propiamente se llama cosmovisión, que en este caso no es otra que la de la Ilustración (ÜPkP: GS II/1, 158) (SPFV: Obras II/1, 163).

La primera limitación de Kant y de su concepto de experiencia proviene del carácter general de la filosofía, que tiende a lo universal e intemporal y olvida lo temporal y singular, lo efímero. La segunda limitación, propia de la época, viene dada por el carácter necesariamente histórico de toda filosofía. Disculpadas de esta manera las dos limitaciones, Kant sigue de alguna manera por encima del mal. La crítica se dirige, en efecto, no a Kant, sino a la Ilustración. Pero miremos, un poco más de cerca, en qué consiste la limitación epocal, la de la Ilustración.

La Ilustración «es una de las experiencias o visiones más bajas del mundo» (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 163), lo cual hace resaltar mucho más «la grandeza y el radicalismo del intento» de Kant, ya que este, para su filosofía, hubo de partir de «una experiencia reducida al mínimo de significado» (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 163). Ningún otro filósofo anterior hubo de enfrentarse con una tarea de tal magnitud. Benjamin especifica dos signos, que ponen de manifiesto «la pobre experiencia de esta época» o «[su] sorprendentemente ínfimo peso específico metafísico»: el primero es el imperio «tiránico» de la física newtoniana, a la cual queda reducida esencialmente la experiencia; y el segundo, la falta de «fuerzas espirituales» que habrían sido capaces de dar un gran contenido a la experiencia. Benjamin no da nombre a estas «fuerzas espirituales», pero, por lo que dice más adelante, hace pensar que se refiere a la metafísica y la religión. Notemos, no obstante, que con la constatación de esta carencia Benjamin no se sitúa fuera de lo más básico de la Ilustración, ya que, para él, estas potencias espirituales son «autoridades», «pero no en el sentido de tener que subordinarse a ellas sin crítica» («crítica» es la palabra clave en la concepción kantiana de la Ilustración) (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 164)21. Consecuencia de estas dos limitaciones es «la ceguera religiosa e histórica de la Ilustración» (ÜPkP: GS II/1, 159) (SPFV: Obras II/1, 164), es decir, la ceguera de la Ilustración para la historia y la religión.

Esperanza, pero no para nosotros. Capitalismo, técnica y estética en Walter Benjamin

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