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Tipologías y paradigmas de la investigación científica

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Hoy día el mayor dolor de cabeza al cual se enfrentan las personas que recién incursionan en el mundo de la investigación científica, es seleccionar y optar por aquella alternativa filosófica, epistemológica o metodológica que les sirva para orientar y guiar su trabajo teórico y operativo, particularmente si irrumpimos en un universo plagado de tendencias, paradigmas o modelos, que a su vez se encuentran entrelazados con concepciones filosóficas, que supuestamente les sirven de soporte y de fundamento.

En esta densa y compleja colección de escuelas y posturas epistemológicas, filosóficas y metodológicas que fundamentan la investigación científica, donde los conceptos y las concepciones se relacionan, se reflejan, se oponen y se contradicen, no es tan fácil optar por una sin caer en el círculo de la otra, o de seleccionar un procedimiento sin sustraerse a la gran cantidad de dicotomías, disyuntivas o alternativas que surgen el instante de tomar decisiones. Cerda (2001).

Niveles formales de la investigación científica (Fig 6)


Los procesos de investigación y en general todo aquello que se relaciona con sus diseños y realización, se realizan atendiendo a diversas dimensiones o etapas que muchas veces se confunden con los niveles propios de la construcción del conocimiento. Estos niveles son útiles y necesarios para definir, caracterizar y realizar estos procesos investigativos. Como se señala en la Fig 6, son cuatro niveles: epistemológicos, teóricos, metodológicos y técnicos, que iremos analizando en el desarrollo de este trabajo. El nivel epistemológico tiene relación con todo aquello que nos sitúa frente a lo que pretendemos conocer y que se constituirá en el objeto de estudio: cómo lo conoceremos, qué tipo de relación asumiremos ante el objeto para conocerlo, qué utilidad y propósito tendrá la investigación y todas las preguntas que se realizan para definir las actitudes que asumiremos frente al estudio de la realidad. Si bien lo epistemológico hace parte del capítulo teórico, éste se refiere específicamente a las posturas explicativas que asume el investigador en el estudio y donde se vale de los procedimientos epistemológicos para establecer relaciones con los objetos, situaciones o acontecimientos de los estudios. Es la concepción activa frente al objeto del estudio y del cual se derivan supuestos, conjeturas, hipótesis y finalmente teorías. El investigador se vale del abundante bagaje epistemológico para construir teorías. Lo metodológico incluye todas las concepciones y procedimientos que tienen relación con el conjunto de operaciones o actividades que, dentro de un proceso y normas preestablecidas, se realizan de una manera sistemática para conocer y actuar sobre la realidad. Es el camino que recorre para alcanzar estos propósitos. Y finalmente, lo técnico o lo tecnológico están asociados con las acciones más concretas del quehacer científico e investigativo, y todos los instrumentos que utiliza con tal objeto. Todos estos niveles se encuentran estrechamente ligados, en tal grado, que la debilidad de uno puede traer serias consecuencias para el funcionamiento de los otros, en el contexto específico del quehacer investigativo se constituye en una cadena ininterrumpida, continua y dependiente.

De ahí la dificultad para seleccionar aquella opción que mejor sirva para nuestro trabajo al interior de esta gran variedad de modalidades y procedimientos investigativos, cuyos signos distintivos se asocian con toda una gama diferente de escuelas filosóficas y paradigmas, en algunos casos extraños al ejercicio y a la práctica investigativa. Muchas de estas propuestas son efectuadas por filósofos o epistemólogos ajenos al ejercicio de la investigación, que perciben esta actividad desde su propia racionalidad filosófica, olvidando que la investigación posee sus propios ámbitos y medios de trabajo. Algunos autores plantean que éste es un síntoma del distanciamiento que se observa entre los modelos conceptuales y su extensión operativa o instrumental, que en la mayoría de los casos no logran traducir en actos o productos tangibles la verdadera naturaleza del discurso teórico, y viceversa, las escuelas filosóficas se convierten en discursos ajenos al ejercicio investigativo.

No siempre el andamiaje teórico-conceptual con el que cada científico ha constituido su conciencia, es capaz de percibir determinadas formas, aspectos o contenidos de lo real, debido a que la lógica de apropiación implicada en la teoría asumida, no siempre permite percibir y resolver un fenómeno o proceso entendido desde una racionalidad distinta a la suya o desde un modo de apropiación diferente al teórico o inherente a la práctica. En otros términos, teoría y práctica, si bien son inseparables están sustentadas en una pertinencia diferente, y articularlas requiere de la comprensión de dos realidades distintas, que al igual que los significados y significantes en el lenguaje, son dos caras diferentes del mismo papel.

Hay que recordar que los principales componentes de una teoría son conceptos, nociones, leyes, principios, hipótesis, etc, en cambio la práctica trabaja con hechos, fenómenos, procesos y sistemas concretos ¿En qué medida se puede establecer una correspondencia entre dos realidades y racionalidades diferentes? En la historia de la ciencia y la filosofía ha sido una empresa difícil resolver esta articulación, aunque autores como: Nagel, Hempel, Frage, Klimosvky, Carnap y actualmente Morin o Bourdieu, desde posturas diferentes, han contribuido a definir vías y estrategias para establecer puentes mediadores entre la teoría y la práctica.

El hombre vive permanentemente preguntándose por los grados de correspondencia que existen entre lo que dice y lo que hace, entre lo que lee y aplica, entre la teoría y la empiria, entre el significado y el significante, entre lo que piensa y escribe. Es lo que Bourdieu denomina pares de conceptos, que existen y se sostienen por el otro, pero que en la vida científica y cotidiana muchas veces se constituyen en obstáculos epistemológicos para el abordaje de la realidad social. Cerda (2005).

Puede suceder también que una teoría sea capaz de percibir formas y contenidos de lo real planteados por otra teoría, pero que a partir de un momento determinado del desarrollo del objeto ya no pueda hacerlo.

Contextos de la investigación científica (Fig 7)


A similitud de los niveles, el conocimiento y la investigación científica posee sus ámbitos y principalmente sus contextos que nos señala la ruta que sigue un conocimiento que descubre, explica, justifica y aplica sus productos o resultados. H. Reichenbach en 1937 y posteriormente Klimovsky en 1994, nos hablan de los contextos del conocimiento y de la investigación científica, los cuales pueden entenderse en este caso como los lugares, situaciones o momentos que ha vivido o vive la investigación y en general la ciencia. Los autores mencionados nos hablan de tres contextos: de descubrimiento, justificación y de aplicación, (Fig 7). En el contexto de descubrimiento se hace referencia a los factores que dieron origen a un producto, una hipótesis o una teoría científica. Alrededor de todos estos resultados del quehacer científico e investigativo, giran numerosos aspectos sociales, históricos, tecnológicos, culturales, económicos, etc., involucrados en estos. El conocimiento de ellos será de gran utilidad para definir el contexto de justificación, o sea el para qué o por qué de estos productos científicos, ya sea desde la dimensión especifica de la ciencia o la tecnología, es decir, los argumentos empíricos, lógicos o teóricos que lo justifiquen. Para el racionalismo crítico de K. Popper, la epistemología sólo trata el contexto de la justificación. Y finalmente, el contexto de aplicación, que alude a la aplicación que se hace del conocimiento con vistas a la transformación donde se actúa: usos del conocimiento, beneficios o perjuicios que acarrean, etc.

Muchas veces la investigación científica es víctima de algunas teorías y escuelas filosóficas que perciben el problema del conocimiento desde una racionalidad muy diferente al ejercicio y la praxis investigativa, con lo cual surgen conflictos entre los epistemólogos de la investigación y los investigadores. Diversos autores critican a los teóricos de la investigación de ser los responsables de toda esta proliferación de supuestos teóricos y filosóficos que la mayoría de las veces tienen poca, alguna o ninguna relación con el quehacer investigativo. Por ejemplo, uno de los casos más controvertidos es el uso y aplicación de una clasificación realizada por J. Habermas en su teoría de la ciencia, la cual ha sido adoptada por muchos investigadores como paradigmas de la actividad científica e investigativa. El filósofo alemán distingue tres categorías: ciencias empírico-analíticas, ciencias históricas-hermenéuticas y ciencias orientadas críticamente o ciencias sistemáticas de la acción, la que a su vez involucra tres diferentes intereses cognoscitivos o intereses directores del conocimiento: interés técnico, interés práctico e interés emancipatorio. El aporte filosófico de Habermas a la sistematización y categorización de la ciencia es inmenso, y su teoría crítica de la sociedad basada en los conceptos de acción comunicativa, la lógica de las ciencias sociales, etc. son en la actualidad fundamentales para comprender el pensamiento de la sociedad poscapitalista. Pero si bien Habermas con su postura dialéctica y crítico-hermenéutica logra plasmar aspectos que son importantes aportes críticos al reduccionismo positivista, muchos investigadores consideran a estas categorías como supuestos teóricos muy difíciles de manejar y operacionalizar. Es decir, sólo tienen sentido y validez en el contexto teórico, particularmente filosófico, y se dificulta su utilización en la práctica investigativa.

La investigación científica se encuentra inscrita en diversas concepciones filosóficas o epistemológicas que la sustentan y las respaldan teóricamente, y que en la terminología actual se identifica con un concepto que a juicio de Thomas Kuhn, sintetiza un conjunto de creencias y actitudes compartidas por un grupo de científicos: paradigma de investigación. Tradicionalmente el término paradigma se ha utilizado como sinónimo de modelo o ejemplo, o en su defecto se usa en Linguística para designar un conjunto de esquemas formales o virtuales de elementos, pero en el caso relacionado con la investigación tiene un significado diferente. Hoy día el término se ha banalizado y se ha convertido en un concepto que muchas veces se utiliza arbitrariamente como sinónimo de modelo, escuela, arquetipo modelo, representación, etc. Algunos defensores del significado original de Kuhn, piensan que –contra lo expuesto por los filósofos del mercado y los defensores de cualquier clase de cambio– se abusa de un término que en este contexto muchas veces carece de sentido.

La palabra paradigma proviene de la palabra griega paradeigma, que significa mostrar, pero particularmente modelo o ejemplo. En el campo de la investigación y de la epistemología en la década del setenta se comenzó a adoptar la concepción del filósofo y científico Thomas Kuhn quien dio al paradigma su significado contemporáneo, término que actualmente se utiliza para referirse al conjunto de creencias, actitudes y prácticas compartidas que definen una disciplina científica durante un período específico de tiempo. Según Kuhn (1980), son “realizaciones científicas universalmente reconocidas, que durante cierto tiempo proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica”.

Estos paradigmas son una pluralidad de usos y significados, y en general sus definiciones se distanciaron cada vez del significado original de Kuhn y se han convertido en un verdadero juego de apuestas, ambiguas, imprecisas y vagas, que en la mayoría de los casos carecen de un significado operacional en el terreno de la investigación. No extraña esta dispersión de definiciones, ya que en la obra de Kuhn: La Estructura de las Revoluciones Científicas, se han identificado aproximadamente 15 formas diferentes de definir un paradigma. Guillermo Briones (1988), se aparta un poco de la definición de Kuhn, y se refiere a un paradigma de investigación como:

Una concepción del objeto de estudio de una ciencia, de los problemas para estudiar, de la naturaleza de sus métodos y de la forma de explicar, interpretar o comprender –según el caso– los resultados de la investigación realizada. En conjunto, el paradigma define lo que constituye la ciencia legítima para el conocimiento de la realidad a la cual se refiere, (Fig 8).

El propio autor citado grafica de esta manera el paradigma de investigación:

Paradigmas de investigación (Fig 8)


El investigador y epistemólogo chileno, aunque utiliza el término, le asigna un significado más vinculado a las exigencias operacionales del investigador. Para Briones (1988), “el Paradigma de Investigación es una concepción del objeto de estudio de una ciencia, de los problemas para estudiar, de la naturaleza de sus métodos y de la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada”. Se constituye en un punto y una concepción intermedia entre una concepción filosófica y los diseños e investigaciones concretas realizadas por los investigadores, o sea en una especie de modelo investigativo. La concepción filosófica, por su carácter teórico, no puede convertirse directamente en una alternativa metodológica u operativa de una investigación, sino que ello es posible sólo a través de los procedimientos que utiliza la investigación en el proceso de operacionalización de sus métodos y supuestos teóricos. Su utilidad en la investigación científica es obvia, ya que en el momento de apoyarse en un paradigma reconocido, permite superar las contradicciones y discrepancias que tradicionalmente pueden surgir entre ciencia y realidad, entre teoría y práctica. Al surgir esta instancia intermedia es posible integrar y combinar muchas concepciones, y resolver los abismos que las separan. No hay que olvidar que en la actualidad, entre los investigadores existe cierta tendencia a la integración y a la complementación metodológica y técnica, pero siempre teniendo como referente el quehacer investigativo, donde muchas veces las concepciones filosóficas son sustratos de éste, pero de ninguna manera pueden sustituirlo.

Surge inevitablemente la pregunta: ¿cuáles serían los paradigmas vinculados al ejercicio y a la praxis investigativa, independientemente de la larga lista de modelos y clasificaciones recomendadas por los metodólogos de la investigación? ¿Qué determina que se relacionen unos paradigmas con determinados métodos y técnicas de investigación? Algunos autores consideran que existen dos factores que en mayor o menor grado han incidido en este proceso: las posturas que existen en torno a las relaciones que se dan entre sujeto-objeto en el contexto epistemológico y la clasificación de las ciencias, frente a las cuales se utilizan formas propias para conocerlas y estudiarlas. Las dos instancias se encuentran estrechamente ligadas, ya que a la postre el tema del conocimiento de la realidad, de sus fuentes, formas y métodos, son caminos comunes en estos dos ámbitos.

La mayoría de los métodos y concepciones científicas han tenido como referente principal las Ciencias Naturales, las cuales han servido para determinar lo que es o no ciencia y método científico, situación que entraría en conflicto con el modus operandi y la naturaleza de éstas, las cuales tienen su propia forma de percibir y resolver el problema del conocimiento. Aunque se ha querido asociar las posturas de las Ciencias Sociales con la Fenomenología, esta escuela filosófica tiene planteamientos muy dispares y contradictorios, lo cual muchas veces dificulta cualquier intento por convertirla en el soporte filosófico de estas disciplinas, las cuales se encuentran vinculadas con otras tendencias (naturalismo, hermenéutica, materialismo dialéctico, humanismo, etc.).

Los elementos de investigación

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