Читать книгу Perros salvajes - Ian Rankin - Страница 11

5

Оглавление

Fox se encontraba delante del edificio de cuatro plantas de Arden Street, y realizó la llamada con la mirada fija en una ventana del segundo piso.

—¿Qué quieres? —preguntó Rebus.

—¿Estás en casa?

—Todavía falta una hora para la partida de bolos.

—¿Utilizarás el pase de autobús para ir?

—Cada vez eres más agudo. De eso sirve una temporada en el DIC.

—¿Puedo subir?

El rostro de Rebus apareció en la ventana.

—Estaba a punto de bajar a la tienda.

—Te acompaño. Pensé que podríamos hablar de Cafferty.

—¿Y por qué íbamos a hablar de él?

—Te lo cuento cuando bajes.

Fox colgó y sostuvo el teléfono lejos de su cuerpo para mayor efecto. Rebus permaneció unos instantes al lado de la ventana y desapareció. Dos minutos después, envuelto en un abrigo tres cuartos de lana negra, salió a la calle. Dobló a la izquierda y empezó a subir la cuesta con Fox detrás.

—Antes de que preguntes, he bajado el ritmo —informó a Fox mientras sacaba un cigarrillo de un paquete casi vacío.

—¿Has probado a vapear?

—Odio esa palabra.

—¿Pero lo has probado?

—Un par de veces. No es lo mismo. —Rebus se detuvo un momento para encender el cigarrillo—. ¿Hay noticias de Cafferty?

—No exactamente.

Rebus miró a Fox por primera vez desde que este salió del edificio.

—¿Así que lo de Cafferty era un pretexto?

Echó a andar de nuevo.

—¿Te suenan de algo los nombres de Joe y Dennis Stark?

—Joe es un viejo matón de Glasgow. Su hijo no le va muy a la zaga.

—¿Has tratado con alguno de los dos?

—No.

—¿Es posible que Cafferty sí?

—Casi seguro. Es imposible que una ciudad pise el territorio de otra sin que estalle una guerra.

—¿Así que los dos han mantenido reuniones?

—Y sus equivalentes de Aberdeen, quizá Dundee...

—Eso es interesante.

—¿Por qué?

—Porque los Stark han visitado esos lugares recientemente.

—¿Qué estás pensando, Malcolm? —Rebus miró a Fox—. Y, por cierto, ¿tú y Siobhan os acostáis?

—¿Te molestaría que fuera así?

—Siempre cuidaré de ella. Si alguien le hace daño, tendrá que responder ante mí.

—Es adulta, John. Puede que sea incluso más dura que tú y que yo.

—Puede, pero te lo digo para que lo sepas.

—Somos amigos, eso es todo.

Habían doblado la esquina al final de la calle. Al otro lado había un Sainsbury’s, y Rebus se detuvo junto a la puerta, dio un par de caladas y pisó la colilla.

—Ni siquiera me lo he fumado todo —dijo—. No olvides decírselo a Siobhan. No has contestado a mi pregunta.

Fox entró detrás de él en la tienda.

—¿Qué pregunta?

—¿Por qué quieres información sobre los Stark?

—Llegaron a la ciudad hace un par de días. Quería saber si puede haber algún motivo para que vayan a por Cafferty.

Rebus entrecerró los ojos mientras cogía una cesta y guardó silencio al enfilar el primer pasillo. Café instantáneo, una barra de pan pequeña, un litro de leche y paquetes de ristras de salchichas y bacón. Cuando pasaron al lado del vino y la cerveza, Rebus hizo un gesto con la mano que le quedaba libre.

—Dile que no he comprado una sola lata o botella.

Sin embargo, en el mostrador añadió otro paquete de tabaco a la compra, además de un bollo de salchicha pasado por la plancha.

—Un hombre tiene que tener algún vicio —dijo cuando se dirigía a la salida. Fuera, retiró un poco el envoltorio de papel y dio un bocado. Las migas de hojaldre le salpicaron las solapas del abrigo—. ¿Qué quieres que haga? —preguntó.

Fox se metió las manos en los bolsillos y encogió los hombros para protegerse de la gélida brisa.

—¿Cafferty hablaría conmigo sobre los Stark?

—¿Crees que Joe Stark es responsable de lo de ayer por la noche?

—O su hijo. Una venganza por algún agravio.

—No sé si Dennis habría fallado. Debe de haber practicado un poco en todos estos años.

—Entonces era una advertencia, alguien que intentaba meter miedo a Cafferty. Tienes que reconocerlo: es raro que pase esto el día después de que los Stark lleguen a la ciudad.

—Eso es cierto —reconoció Rebus—. Pero imagínate que se lo mencionamos a Cafferty...

—Sí...

—Bueno, podría querer estudiar esa posibilidad.

—Podría —coincidió Fox.

—Y las cosas podrían ponerse feas.

Fox asintió lentamente mientras Rebus masticaba. Cuando dejó de hacerlo y esbozó una sonrisa, Fox supo que había cumplido su cometido.

Era la hora del almuerzo y el Golden Rule estaba casi vacío. La barra principal estaba unida por unas escaleras a una zona más amplia con mesas en la que había otra barra, solo abierta cuando había muchos clientes. Tenían la sala para ellos. Cafferty parecía cómodo, sentado a una mesa esquinera lejos de la ventana. Delante tenía un whisky doble. Rebus llevaba una pinta en la mano, mientras que Fox, que iba un par de escalones por detrás, no había pedido nada.

—Malcolm Fox, ¿verdad? —Cafferty le tendió una mano y Fox se la estrechó—. Según tengo entendido, ya no trabaja en Asuntos Internos. Imagino que ahora que John se ha retirado le parecerá que el trabajo ya no supone ningún reto.

Hizo un brindis mirando a ambos y bebió un sorbo.

—Gracias por acceder a reunirse conmigo —dijo Fox.

—No me reúno con usted, hijo. Me reúno con su excompañero. Siempre merece la pena averiguar qué pasa en esa cabeza suya.

—Que así sea...

Cafferty aleteó una mano para indicar a Fox que parara. Alrededor de la mesa reinaba el silencio, interrumpido solo por el sonido del televisor de la lejana barra. Finalmente, Rebus dejó el vaso encima de la mesa y habló.

—Anoche te dispararon; eso lo sabemos todos. La mayoría de tus enemigos más obvios desaparecieron hace mucho tiempo...

—Exceptuándote a ti —dijo Cafferty, alzando el vaso otra vez.

—Pero entonces el inspector Fox descubre que Joe Stark y su hijo están en la ciudad.

—¿Todavía no han encerrado a Dennis? —preguntó Cafferty haciéndose el sorprendido.

—Estamos pensando si podría haber alguna conexión —prosiguió Rebus—. Me he pasado la noche dándole vueltas y solo se me ocurren un par o tres de nombres.

—Ah, esto me interesa. ¿Qué nombres?

—Billy Jones.

—Por lo que sé, vive en Florida.

—Eck Hendry.

—Se fue a vivir con su hija a Australia. Creo que hace un par de meses sufrió una embolia.

—Darryl Christie.

Los labios de Cafferty formaron una O.

—Ah, el joven Darryl.

—Antes era tu protegido.

—Nunca lo ha sido. Darryl siempre se ha valido por sí mismo. Le va muy bien, según me han dicho. Está ampliando el negocio y no tiene una sola mancha en su expediente. —Miró a Rebus a los ojos—. Es como si tuviera a la ley de su parte.

—A lo mejor siempre ha sido un poco más astuto que tú.

—Debe de ser eso —coincidió Cafferty fingidamente—. Pero dudo que me considere una amenaza para sus intereses, al menos ahora mismo.

—No parece que esté usted seguro al cien por cien —terció Fox, que no pudo evitar interrumpirlo.

—Vivimos en una época de incertidumbre. No hace ni seis meses creíamos que pronto seríamos un país independiente.

—Todavía podríamos serlo.

—¿Y no sería un plan excelente?

Cafferty sonrió por detrás del vaso y se lo llevó a los labios.

—Hay algo que debes saber sobre Big Ger —explicó Rebus a Fox—: si parece que está ofreciéndote algo, es que está jugando. No descarta a Darryl Christie, quizá con la esperanza de que busquemos a Darryl y averigüemos algo, algo ventajoso para el propio Big Ger.

Cafferty guiñó un ojo a Fox.

—Parece que me conoce mejor que yo mismo. Me ahorro una fortuna en terapia. —Luego, desviando su atención otra vez hacia Rebus—: Pero me tienes intrigado. ¿Por qué está aquí Joe Stark?

—Sea lo que sea, obviamente no va a compartirlo contigo.

—Su hijo pronto estará al mando de todo. A lo mejor Joe está presentándolo en sociedad.

—Es una teoría —reconoció Rebus.

—Hasta que hay pruebas, todo lo es. ¿Irás a preguntarle a Darryl?

Rebus aguantó la mirada de Cafferty.

—¿Olvidas que estoy jubilado?

—¿Usted qué opina, inspector Fox? ¿Se comporta Rebus como un hombre al que han llevado ya al desguace? Hablará con Darryl. Él y Darryl son viejos amigos. ¿No se hacían favores el uno al otro no hace tanto?

—No creas todo lo que te cuentan —dijo Rebus, que se levantó y se puso el abrigo.

—¿No te acabas la bebida? —Cafferty señaló la pinta, que estaba medio llena—. Supongo que hay una primera vez para todo. —Luego, extendiendo de nuevo la mano—: Me alegro de verle, inspector Fox. Salude a la perfumada Siobhan de mi parte. Y, por favor, dígale que está usted chupándole rueda a Rebus. Es muy posible que pueda darle un sabio consejo al respecto.

Cafferty soltó una pequeña carcajada, que no hizo sino intensificarse cuando Fox se negó a estrecharle la mano y siguió a Rebus hacia la salida.

Perros salvajes

Подняться наверх