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El Noticiero Nacional

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Sigue un largo periodo (1943-1956) en el que, fuera de unos pocos largos, un noticiero regular y eventuales producciones extranjeras, hay un vacío fílmico muy pronunciado. Este periodo cubre parte del gobierno oligárquico de Manuel Prado (1939-1945); el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, con el apoyo del Frente Democrático, que tenía como sustento principal al APRA, legalizado después de doce años de incesante represión; y por último, la dictadura del general Manuel A. Odría, conocida con el apelativo de “Ochenio” (1948-1956). Es durante el gobierno de Prado que se crea un impuesto de 10 centavos de sol de cada entrada “a favor del cine nacional”. Con lo recaudado por este conducto, que se destina, además a otros fines, se crea un fondo administrado nada menos que por el Ministerio de Gobierno, a través de una dirección especial. Lo que significa que durante trece años este aparato estatal es el patrocinador de casi todo el escaso trabajo fílmico que se hace en el país. A él acuden las pocas empresas que durante esos años operan en forma regular para conseguir la financiación de documentales, siempre pro gubernamentales, y participar en la realización del Noticiero Nacional que, de 1944 a 1956, se edita con una periodicidad casi semanal. En la realización del noticiero se van alternando tres o cuatro compañías, especialmente Nacional Films (de propiedad de Federico Uranga, en primer término, y más tarde Alejandro Salas, y que tuvo como principales camarógrafos a los hermanos Pedro y Carlos Valdivieso), Leo Films (cuyo productor era Víctor de León) y Productora Huascarán, que en 1954 se convierte en Huascarán Films-Trullen-Tellería, incorporando los nombres de sus principales promotores, Manuel Trullen y Eduardo Tellería. Esta última empresa fue la que por más tiempo participó en la edición de noticieros ya antes abordada en forma privada y de manera más esporádica por Amauta Films.

Fuera del Noticiero Nacional se edita con capital particular y de manera irregular, el noticiero ECSA, de Eduardo Polo García, y El Panamericano y, luego, Noticiero Rímac, editados en forma sucesiva por el chileno Miguel Muñoz.

No hubo alternativa posible para estos “noticieros”, fuera de la propaganda oficial, en el caso del estatal, o del ensamblado de cuñas publicitarias, en los particulares. Más aún, la Dirección de Informaciones del Ministerio de Gobierno pagaba a las empresas productoras del Noticiero Nacional por metro de película, es decir, al peso, con lo cual se estiraba inútilmente la retórica oficialista. El cine de la dictadura de Odría está tipificado por el Noticiero Nacional.

Dentro de los cortos filmados en este periodo destacan tres, realizados por la empresa Artistas Cinematográficos Unidos, de Franklin Urteaga Cazorla: Machu Picchu, Castilla, soldado de la ley y El Solitario de Sayán, realizados de 1953 a 1955, con la dirección del italiano Enrico Gras, con mucha mayor solvencia técnica que el común denominador local, pero con un marcado énfasis grandilocuente.

El propio Enrico Gras, en codirección con su compatriota Mario Craveri, efectúa en 1956 un discutible documental de largometraje titulado El imperio del Sol, que, sin embargo, es la película filmada en el Perú que mayor difusión internacional ha tenido. La producción fue íntegramente italiana, pero en el equipo participaron varios peruanos, entre los que se cuentan algunos de los que laborarían en los documentales del Cine Club Cuzco.

La “cultura cinematográfica” aparece en los primeros años del cincuenta, por iniciativa del polaco André Ruszkowski y el peruano Emilio Herman, entre otros. Ruszkowski, importante dirigente de la OCIC, contribuye a la fundación del COC (Centro de Orientación Cinematográfica, filial peruana de la OCIC) e imparte diversos cursillos. Por su parte, Herman es uno de los iniciadores del Cine Club de Lima, cuya actividad iniciada con bríos en 1953 se prolonga con languidez hasta 1958. Herman realiza, igualmente, una labor periodística y docente de mucha utilidad y participa en diversos planes de producción. En 1956 llega a ser presidente de la renacida Asociación de Productores Cinematográficos, fundada en 1951, pero pocos años más tarde se aparta por completo de la actividad cinematográfica sin realizar ninguna película.

Las iniciativas de difusión de la cultura cinematográfica no consiguen instalar una actividad continua ni se enlazan con la práctica fílmica, a excepción de la experiencia cuzqueña que reseñamos a continuación, y que constituye un caso muy particular en la historia del cine peruano.

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