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SOBRE LA HERENCIA DE CLEÓNIMO ARGUMENTO
ОглавлениеA la muerte de Cleónimo sus sobrinos reclaman la herencia en virtud de su parentesco, admitiendo que Cleónimo escribió realmente el testamento que presentan en su favor Ferenico, Simón 1 y Posidipo y que lo depositó en casa de los magistrados, movido por su enfado con Dinias, su tutor; después, cuando intentó anularlo y mandó llamar al astínomo, murió repentinamente; además, Poliarco, su abuelo y padre de Cleónimo, ordenó que si a Cleónimo le pasaba algo, les dejara a ellos su fortuna. La cuestión de debate es la doble interpretación de un hecho controvertido: los unos se apoyan en el testamento existente desde el principio y los otros, alegando que mandó buscar al magistrado para anularlo, en los últimos actos de Cleónimo.
Grande ha sido para mí el cambio, ciudadanos 2 , a la [1] muerte de Cleónimo, pues en vida nos dejaba su fortuna, pero al morir ha hecho que ésta peligre. En el pasado fuimos educados por él con tanta prudencia que jamás acudimos a un tribunal, ni siquiera para oír, y ahora, en cambio, hemos venido a litigar en defensa de todos nuestros bienes; porque nuestros adversarios reivindican no sólo los de Cleónimo, sino incluso los nuestros propios, ya que andan [2] diciendo que le debíamos dinero por ellos. Los familiares y allegados de éstos consideran legítimo que, de lo que se admite que Cleónimo dejó 3 , tengamos también nosotros una parte igual a la de nuestros oponentes 4 ; pero estos individuos han llegado a tal punto de desvergüenza que incluso pretenden quitamos nuestros propios bienes, no porque ignoren lo que es justo, ciudadanos, sino porque advierten [3] nuestro gran desamparo. Mirad, pues, en qué hemos confiado cada una de las dos partes al presentamos ante vosotros: nuestros contrincantes se apoyan en un testamento que él dispuso en semejantes términos no por reprobarnos, sino porque estaba enfadado con uno de nuestros parientes, y que anuló antes de su muerte, puesto que envió a Posidipo a [4] la magistratura; nosotros, en cambio, somos por nacimiento sus parientes más próximos y, de entre todos, los que hemos tenido con él un trato más íntimo y a quienes otorgan la herencia no sólo las leyes, de acuerdo con el derecho de parentesco, sino el propio Cleónimo por el afecto que nos tenía y, más aún, Poliarco, el padre de Cleónimo y abuelo nuestro, que ordenó que, si Cleónimo moría sin hijos, nos dejara sus bienes 5 . Así pues, a pesar de que nos asisten tantos argumentos, [5] a nuestros oponentes, que son parientes nuestros y no pueden alegar nada justo, no les importa metemos en un pleito por algo por lo que sería vergonzoso litigar incluso para los que no tienen ningún vínculo. Sin embargo, me parece, [6] ciudadanos, que no tenemos la misma disposición los unos con los otros. Pues el hecho de que yo esté corriendo injustamente un riesgo creo que no es el mayor de los males presentes, sino el enfrentarme a unos familiares, de los cuales no está bien siquiera defenderse; porque perjudicar, en mi defensa, a los que son mis parientes no lo consideraría una desgracia menor que haber sido perjudicado por ellos desde el principio. Sin embargo, nuestros adversarios [7] no tienen la misma opinión, sino que han venido contra nosotros después de llamar en auxilio a sus amigos y de procurarse oradores 6 y sin escatimar influencia alguna, como si fueran, ciudadanos, a castigar a unos enemigos y no a perjudicar a unos familiares y parientes.
Ciertamente su desvergüenza y codicia las conoceréis [8] todavía más cuando lo hayáis oído todo. Empezaré mi explicación desde donde creo podréis comprender más rápidamente por qué litigamos.
[9] Dinias, el hermano de nuestro padre, fue nuestro tutor, por ser nuestro tío y estar nosotros huérfanos 7 . Pero resultó, ciudadanos, que era adversario de Cleónimo. Cuál de los dos era realmente el responsable de la desavenencia tal vez no es asunto mío revelarlo; tan sólo este reproche podría hacerles a ambos con toda justicia: que, siendo amigos hasta entonces y sin ninguna justificación, concibieran tan a la [10] ligera, por ciertas palabras, una mutua enemistad. Es entonces cuando, a causa de este enojo, Cleónimo redacta su testamento, no por reprobarnos, como dijo después 8 , sino porque veía que éramos tutelados por Dinias y por temor a morir dejándonos todavía pequeños y que, al ser nuestra su fortuna, Dinias se adueñase de ella: le parecía terrible dejar a su mayor enemigo como tutor de sus familiares y dueño de sus bienes y que, hasta nuestra mayoría de edad, le hiciese los ritos funerarios acostumbrados 9 aquel con quien en vida estaba enfrentado. Con esta idea, sensata o no, dispuso [11] este testamento. E inmediatamente, al preguntarle Dinias en ese mismo instante si tenía algo que censuramos a nosotros o a nuestro padre, respondió delante de todos los ciudadanos que no nos reprochaba nada malo y confesó que había testado en esos términos movido por su enfado con él y como consecuencia de una incorrecta decisión. Porque, ¿cómo, si hubiera pensado con sensatez, ciudadanos, habría decidido hacemos daño a nosotros, que no le habíamos causado ningún perjuicio? 10 . He aquí lo que para nosotros [12] constituye la mayor prueba de que en absoluto lo hizo con intención de perjudicamos: cuando Dinias murió y nos encontrábamos en una difícil situación, no consintió vemos privados de nada, sino que, después de llevamos a su propia casa, se hizo cargo de nuestra educación, nos salvó de los acreedores que tramaban quitamos nuestra fortuna 11 y se ocupó de nuestros asuntos igual que de los suyos propios. En verdad, hay que valorar su intención de acuerdo con estos [13] hechos y no por su testamento, y utilizar como prueba no las cosas que hizo en un momento de ira (en las cuales todos por naturaleza somos propensos a equivocarnos), sino aquellas por las que después puso de manifiesto su propósito. Pues en los últimos momentos hizo aún más evidente cuál era su disposición hacia nosotros. Estando ya aquejado [14] de la enfermedad de la que murió, quiso anular el testamento y ordenó a Posidipo que hiciera venir al magistrado. Pero Posidipo no sólo no lo trajo, sino que a uno de ellos que llegó hasta la puerta lo despachó. Irritado por ello, Cleónimo ordenó de nuevo a Diocles que citara a los magistrados al día siguiente 12 . Aunque no se encontraba tan enfermo —todavia había muchas esperanzas—, repentinamente esa misma noche murió.
[15] Por todo ello os presentaré en primer lugar testigos de que estableció estas disposiciones testamentarias no por reprobarnos, sino por su enfrentamiento con Dinias; luego, de que, a la muerte de éste, se ocupó de todos nuestros asuntos y de nuestra educación después de habernos llevado a su propia casa; y por último, de que envió a Posidipo al astínomo 13 , pero Posidipo no sólo no lo fue a buscar personalmente, sino que echó a uno que llegó a la puerta 14 . Así [16] pues, en prueba de que digo la verdad, llámame a los testigos 15 .