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I. VIDA DE ISEO

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«Del nacimiento y la muerte del orador no puedo indicar una fecha exacta, ni decir nada sobre su vida privada, ni sobre sus principios políticos —ni siquiera si prefería un régimen autocrático o la democracia—, ni dar ningún detalle sobre cuestiones como éstas, porque no he encontrado ninguna información». Estas palabras de Dionisio de Halicarnaso 1 explican bien el escaso conocimiento que se tiene de la vida de Iseo.

En efecto, las fuentes (Hermipo de Esmirna 2 , Demetrio de Magnesia 3 y Cecilio de Caleacte 4 ) de las que Dionisio se sirvió para componer su estudio sobre Iseo dentro de su tratado Sobre los oradores antiguos 5 , no proporcionaban muchos datos y de entre ellos, además, Dionisio seleccionó sólo los más contrastados y objetivos, prescindiendo de los detalles anecdóticos. La obra de Dionisio fue, a su vez, fuente ineludible para otras biografías, como la que figura en las Vidas de los diez oradores , incluida en el Corpus Plutarcheum 6 , o una anónima conservada en los manuscritos que transmiten la obra de Iseo. Los lexicógrafos Harpocratión y Suda 7 completan este árido panorama sin aportar mucha más información.

Con respecto a su origen, la tradición antigua recoge dos versiones que le hacen proceder bien de Atenas, bien de Calcis: mientras Dionisio de Halicarnaso no se define, Hermipo lo presenta decididamente, según Harpocratión, como ateniense, pero Cecilio, Demetrio y el Pseudo Plutarco lo sitúan en Calcis. El autor de la mencionada biografía anónima proporciona, sin embargo, un dato relevante: su padre se llamaba Diágoras, un nombre no ático, pero documentado en cambio en Eubea 8 . Así las cosas, la crítica moderna parece inclinarse por su procedencia calcídica, lo que explicaría —al tratarse de un meteco— el hecho de que Iseo no interviniera en la vida política ateniense. No han faltado, sin embargo, intentos de aunar todos los datos, haciendo de Iseo un hijo de un colono ateniense establecido en Calcis, que habría regresado a Atenas después de la pérdida de Eubea en el año 411 a. C. 9 .

Lo cierto es que en el siglo IV a. C., el siglo de la retórica, encontramos a Iseo en Atenas dedicado a su actividad logográfica y como maestro de elocuencia, y es en relación con estos menesteres con los que se pueden reconstruir algunos detalles personales.

Dice Dionisio de Halicarnaso que «su madurez se sitúa después de la guerra del Peloponeso, como se puede inferir de sus discursos, y continuó produciendo hasta la llegada al poder de Filipo» 10 . Las fechas que los filólogos atribuyen hoy día a la obra de Iseo no hacen sino confirmar esta información: el discurso V, considerado el más antiguo de los conservados, fue problablemente pronunciado en el 389 a. C. y el XII, tal vez el más reciente, puede ser del 344-343 a. C. 11 . Su actividad profesional permite, pues, postular como fecha aproximada de su nacimiento los años 415-410 a. C. y, en todo caso, el 344-343 a. C. como término post quem para su muerte.

Sin ningún dato, pues, sobre su vida privada 12 , todas las fuentes antiguas coinciden en presentar a Iseo como discípulo de Isócrates 13 . Tan limitadas son las coincidencias de estilo entre ambos oradores que podría sospecharse de la autenticidad de esta información, pero la unanimidad con que se transmite la noticia y algunas semejanzas formales no dejan lugar a la duda.

Es asimismo incontestable que Iseo fue maestro de Demóstenes, sobre el que, sin duda, ejerció una notable influencia. Con relación a esta parte de su vida han trascendido algunas anécdotas de las que, por su condición de tal, prescindió Dionisio de Halicarnaso, pero que muestran el interés que la relación entre ambos oradores despertaba. Así, mientras la Suda afirma que Demóstenes recibió sus clases gratuitamente, Cecilio de Caleacte y Pseudo Plutarco 14 establecen en 10.000 dracmas el precio de su enseñanza y, más aún, recogen el rumor según el cual habría sido el propio Iseo (tras abandonar su escuela para reservarse a este único alumno) el autor de los discursos de Demóstenes contra sus tutores. Para Plutarco 15 , el orador ateniense habría acudido a Iseo, no por no poder pagar —como algunos sostenían— las diez minas que Isócrates pedía por sus lecciones, sino porque prefirió su elocuencia «eficaz y llena de habilidad práctica».

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