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1. RECENSIÓN
ОглавлениеLas recensiones respectivas de las categorías y del cuadrado semiótico son, evidentemente, muy diferentes unas de otras. El pensamiento europeo debe las primeras a Aristóteles; según D. de Tracy:
Las diez categorías son la sustancia, la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la situación, tener, obrar y padecer, es decir, que, como lo subrayan los autores de Port-Royal, Aristóteles ha querido reducir a diez clases todos los objetos de nuestro pensamiento, incluyendo todas las sustancias en la primera y todos los accidentes en las nueve restantes5.
Kant transformará ese inventario en un sistema de cuatro “dimensiones”: la cantidad, la cualidad, la relación y la modalidad; cada “dimensión” admite tres casos. Contando con esa herencia, los lingüistas han adoptado tres actitudes diferentes: aquellos a los que no les interesa el problema; aquellos que, como Benveniste, han creído que las categorías eran tributarias de la gramática de la lengua en la que fueron enunciadas; y en fin, aquellos otros que, como V. Brøndal, han aceptado trabajar con ellas6.
Desde otro punto de vista, a partir de las investigaciones antropológicas sobre la percepción, conducidas en los años setenta por Berlin y Kay, la psicología americana, en la persona de E. Rosch, ha mostrado cómo los sujetos empíricos (los informadores sometidos a los dispositivos experimentales) construyen las categorías necesarias para la aprehensión de su entorno. Toda una parte de la semántica contemporánea7, representada en Francia por G. Kleiber8, ha explotado los resultados de esas investigaciones con el nombre de “semántica del prototipo”.
De hecho, se trata más bien de la categorización que hacen los sujetos psicológicos y culturales (en la versión más reciente de esa teoría), categorización que opera por tipificación, y la cuestión que se plantea es la de saber si es legítimo incorporar ese procedimiento, sumamente pertinente desde un punto de vista psicológico y antropológico, a la descripción semiolingüística de la categoría. Sea lo que fuere, una vez admitida la variedad de los modos de construcción psicoantropológica de las categorías, el cuadrado semiótico, reconocido como algo específico del funcionamiento discursivo, no puede ser considerado sino como el producto de uno de esos modos de construcción, como una captación entre otras, aquella justamente que se basa en las “estructuras elementales” de la significación.
Tratándose del cuadrado semiótico, si se acepta que se trata de un caso particular de lo que A. de Libéra llama un “dispositivo cuadrangular”9, entonces no resulta imposible vincular el cuadrado semiótico con el cuadrado de Apuleyo según unos, de Aristóteles según otros, el cual permite articular “cuatro proposiciones que se distinguen por la cantidad y por el carácter positivo (afirmativo) o negativo del juicio que encierran”10. Sin embargo, esa filiación no ha sido reivindicada por Greimas, y si a toda costa tuviéramos que señalar los “padres espirituales” del cuadrado, serían más bien los nombres de Hegel y de Lévi-Strauss los que vendrían a la mente. El cuadrado semiótico11 aparece en filigrana en el último capítulo de Semántica estructural, consagrado a la obra de Bernanos, capítulo en el que la referencia a Hegel es explícita12. Pero es sobre todo del modelo propuesto por Lévi-Strauss en el estudio titulado La estructura de los mitos13 de donde arranca el cuadrado semiótico:
… la nueva formulación presenta la ventaja de ser idéntica, en cuanto a la forma de su articulación, a la de la estructura acrónica, inmanente, del cuento popular, así como al modelo del mito, propuesto por Lévi-Strauss14.