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2. DEFINICIONES 2.1 Definiciones paradigmáticas

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La empresa greimasiana no ha podido eludir el hecho de que la lingüística europea, en los años sesenta, estaba marcada por la diversidad de sus postulaciones. En una perspectiva fundadora, cuya necesidad nadie discute, cuatro direcciones epistemológicas hacían valer sus derechos: una semiótica de la diferencia y del valor, que se apoyaba en el Curso de lingüística general de Saussure; una semiótica de la dependencia, preconizada por Hjelmslev; una semiótica de la oposición binaria distintiva, formulada por Jakobson e ilustrada por Lévi-Strauss; finalmente, una semiótica de la complejidad, adelantada, en términos más o menos nítidos, por Brøndal. Es probable que su coexistencia en el tiempo haya acusado las diferencias, así como su alejamiento en el tiempo las usará insensiblemente; nosotros queremos situarnos precisamente en ese interregno en el que desacuerdos y convergencias se equilibran más o menos.

Ante tal diversidad, la empresa greimasiana trató de ser doblemente “ecuménica”: (i) logró establecer que el aparato conceptual, esencialmente praguense, previsto para controlar las distinciones fonológicas, era transportable y aplicable al tratamiento de la narratividad; (ii) la tarea greimasiana, ante dos versiones del estructuralismo, la “praguense” y la “danesa”, se esforzó por conjugar la “letra” de la versión praguense —tenemos en mente la tipología de las oposiciones elementales, tomada de Jakobson— y el “espíritu” de la versión danesa15, a saber, de una parte, la “teoría del lenguaje” propuesta por Hjelmslev, no por ser la mejor, sino porque es, en cierto modo, la única que asegura de manera coherente la continuación de la revolución saussuriana, a pesar de la notable ampliación del campo de mira; de otra parte, la importancia de la complejidad, tomada de Brøndal:

… mi deuda principal es con Viggo Brøndal quien ha propuesto una combinatoria sistemática de las oposiciones morfológicas16.

Pero esa síntesis pone entre paréntesis la tensión entre esas dos corrientes teóricas, tensión que no deja de reaparecer en el análisis de los discursos.

La divergencia entre las dos corrientes mayores del estructuralismo europeo se debe a que la escuela praguense admite la existencia de términos simples, conciliables dado el caso, mientras que para la escuela danesa, la complejidad es primero, y todos los términos son compuestos, puesto que, según Hjelmslev, “… toda magnitud es una suma”17. Dicha posición enlaza en línea directa con la Mémoire sur le système primitif des voyolles dan s les langues indo-européennes de Saussure, obra en la que se establece que las vocales largas son complejas, dado que asocian una vocal breve y un “coeficiente sonántico”. El progreso, si es que hay progreso, va de la ilusión de la simplicidad al reconocimiento de la complejidad.

Preocupado por precisar lo que lo separa de los praguenses, Hjelmslev afirma que se pueden considerar dos modos de organización de las entidades: la red y la jerarquía. Define la primera como “análisis por dimensiones” y la segunda, como “análisis por subdivisión”. El análisis por dimensiones, que produce las “redes”,

… consiste en reconocer, al interior de una categoría, dos o más subcategorías que se entrecruzan y se compenetran (…)18.

En consecuencia, cada miembro de la categoría puede ser considerado como la intersección de dos dimensiones al menos, y compuesto de dos magnitudes, como mínimo.

Tal es, entre otros, el principio del análisis sémico corriente. El análisis por subdivisión, que produce jerarquías,

… consiste en repartir los miembros de la categoría superior en dos o más clases, una de las cuales, al menos, comportaría dos miembros, como mínimo.

de suerte que cada miembro de la categoría puede ser definido por la manera (parcial o total) como ocupa las casillas obtenidas por subdivisión.

La diferencia entre las dos aproximaciones no es nada despreciable:

La diferencia operativa entre los dos procedimientos consiste en que, en el análisis por dimensiones, se establecen simultáneamente dos (o más) subcategorías, que están absolutamente coordinadas, mientras que en el análisis por subdivisión, se establecen sucesivamente dos (o más) subcategorías, la segunda subordinada a la primera (la tercera a la segunda, y así sucesivamente, si hubiere lugar)19.

Añadiremos que la intervención de las valencias, que hemos preconizado en el ensayo correspondiente, reclama el análisis por dimensiones.

Es posible remitir la tipología de los términos primeros a esa problemática. Un “análisis por dimensiones” solo conoce términos complejos, obtenidos a partir de dos dimensiones cuando menos, mientras que un “análisis por subdivisión” encuentra, a la vez, términos complejos y términos simples. Los textos fundadores del estructuralismo pueden ser aproximados entre sí, si los consideramos como tomas de posición en esa materia. Para el fundador de la glosemática, todos los términos son complejos, aunque parezcan simples. Brøndal y Greimas toman nota de la existencia de unos y otros, pero, luego, se separan: las dominantes brøndalianas son las que median entre los términos positivo y negativo, o incluso —aunque el asunto no es muy claro— entre términos plenos y término neutro; Greimas acude a operadores lógicos, como la contradicción y la implicación, para pasar de un contrario al otro. Finalmente, las oposiciones jakobsonianas afectan a los términos simples en cuanto tales. Resumiendo: entre Hjelmslev y Jakobson, que optan exclusivamente por la complejidad el primero, por la simplicidad el segundo, Brøndal y Greimas conjugan las dos soluciones.

A partir de ahí, definir una relación paradigmática únicamente por la alternancia es reducir manifiestamente el alcance de la relación a la mitad por lo menos. Accedemos a la racionalidad de una relación paradigmática cuando son satisfechas las tres condiciones siguientes: (i) la relación paradigmática tiene como marco lo que Hjelmslev llama una red, en la que la alternancia paradigmática no representa más que una parte “ciega”, por decirlo de algún modo, ya que falta la otra mitad; (ii) una red comprende por definición dos dimensiones distintas; en ese sentido, muchas de las propuestas que aquí hacemos muestran que las dimensiones prevalecientes son la intensidad y la extensidad; (iii) en cada dimensión operan correlaciones de valencias, unas veces conversas, otras inversas, si bien las incidencias de las correlaciones inversas son más significativas y más apremiantes para los sujetos que las correlaciones conversas.

Creemos que tales exigencias se pueden leer en las dificultades, digamos en las objeciones que no han dejado de embestir al cuadrado semiótico: (i) el material operativo no es homogéneo, puesto que el cuadrado semiótico hace intervenir, por un lado la contrariedad y la contradicción, y por otro, la implicación; pero subsiste una solución de continuidad, revelada, por ejemplo, por B. Pottier, que ha insistido una y otra vez en el hecho de que no-rico no implica necesariamente pobre. (ii) El carácter bidimensional del cuadrado semiótico es evidente en el caso de los cuadrados modales que comprenden al menos dos predicados, y la solución propuesta, a saber, el recurso al “grupo de Klein”20 lo único que hace es dar una nueva forma al problema sin resolverlo; (iii) la diferencia entre el modelo constitucional y el modelo transformacional se mantiene, a pesar de los ingeniosos esfuerzos de Greimas por compatibilizarlos, y uno tiene la impresión de que se trata de un simple cambio de punto de vista:

Una nueva interpretación de la estructura elemental de la significación (…) parece entonces posible: si la primera trataba de dar cuenta de la manera en que el sentido se articula para ser captado como significación, la segunda permite a su vez representar cómo se produce la significación por medio de una serie de operaciones, creadoras de posiciones diferenciadas21.

Pero, como por otro lado la significación solo puede ser captada en su transformación, la distinción introducida resulta muy frágil.

La reformulación de la semántica fundamental a partir de premisas tensivas —proyecto declarado desde las primeras páginas de Semiótica de las pasiones— debe, si quiere lograr el fin que se propone, articular los datos siguientes: (i) adoptar la forma de una red que asocie dos dimensiones por lo menos, ligadas por una función, de conformidad con la definición propuesta en los Prolegómenos: “una dependencia que cumple las condiciones de un análisis se llamará función”22; (ii) toda magnitud, cuya pertenencia a la red haya sido establecida, debe ser considerada, por ese mismo hecho, como compleja: si la red comporta dos dimensiones, A y B, la definición de una magnitud es del tipo siguiente: [(valencia de A) + (valencia de B)]. Recordemos, sin más, que Greimas, en las primeras páginas de Semántica estructural, planteaba la complejidad del lexema “cabeza”, pero sin resaltar la tensión entre las dimensiones de /extremidad/ —¿intensiva?— y /esfericidad/—¿extensiva?—. Sin embargo, existe un isomorfismo innegable entre los términos, concebidos como “puntos de intersección de [esos] haces de relaciones”, y la red establecida por la compenetración de las dimensiones.

Tensión y significación

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