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1. RECENSIÓN

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Para el diccionario Littré, la valencia no era más que el nombre de una especie de naranja que provenía de Valencia (España).

Según el Robert, hay que esperar hasta 1875 para ver aparecer en el vocabulario de la química la acepción actual: el término “valencia” designa el número de enlaces químicos que un átomo o un ion puede establecer con otros átomos o iones. El término ha sido adoptado en psicología para caracterizar el “poder de atracción” de un objeto. El rasgo constante “poder de atracción” conserva una parte del sentido etimológico del bajo latín valentia (= vigor, buena salud). Lucien Tesnière lo introduce finalmente en la lingüística para designar el número de plazas actanciales ligadas a cada predicado en la estructura de base de la frase1.

Globalmente, la valencia caracterizaría simultáneamente el lazo tensivo y el número de lazos que unen un núcleo y sus periféricos, definidos estos últimos por la atracción que ejerce sobre ellos el núcleo y por el “poder de atracción” de este, poder que se reconoce por el número de periféricos que es capaz de mantener al mismo tiempo bajo su dependencia. La cantidad estaría en ese caso bajo el control de la intensidad de manera recíproca, y las dos, en conjunto, caracterizarían las relaciones de dependencia, produciendo globalmente efectos de cohesión.

Desde otro punto de vista, la emergencia de un prototipo en una categoría semántica, a partir de la red de dependencias que unen las ocurrencias sensibles que la constituyen, dependería también de la valencia objetal, en la medida en que el prototipo sanciona una cierta forma de cohesión sensible, a partir de la cual se van a trazar los límites y, luego, las oposiciones constitutivas de la categoría.

Si el término valencia no figura ni en Semiótica 1 ni en Semiótica 2*, queda no obstante consagrado en Semiótica de las pasiones** donde aparece con ocasión de la reflexión que trata a la vez de “el valor del valor” y de la rearticulación de las axiologías que intervienen entre el nivel presuponiente y el nivel presupuesto. El término “valencia” ha sido introducido en semiótica para dar consistencia a una constatación repetidas veces verificada en el análisis de los discursos concretos: el valor de los objetos depende tanto de la intensidad, de la cantidad, del aspecto o del tempo de la circulación de dichos objetos, como de los contenidos semánticos y axiológicos que los constituyen en “objetos de valor”. Morfología de los objetos, por un lado; modulaciones de los procesos que los ponen en circulación, por otro: se trata, de hecho, de proporcionar un correlato al valor propiamente dicho y de controlar la distinción entre los investimientos semánticos dirigidos a los objetos de valor, de una parte, y las condiciones tensivas y figurales que sobredeterminan y controlan los primeros, de la otra. Lo cual significaría que ni el concepto de valencia ni el concepto de valor bastarían por sí mismos: pues sólo acceden al sentido como partes que participan de una semiosis inmanente en el seno de la cual la valencia sería la manifestada y el valor la manifestante.

Tensión y significación

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