Читать книгу Nada importa - Jesús Terrés - Страница 10
Prenderse
ОглавлениеNo seas así. El mundo es de los locos. Préndete. El exceso (recuerda) es nuestro único argumento. «Time to get drunk!». Solo es un rato. La noche es una escuela de vida. Una y a casa. ¿A qué tienes miedo? «Atacar naves en llamas más allá Orión» y toda la vaina de la vela es más vela cuando se consume y si no arde pa qué. Qué haces aquí si no es para arder, qué haces aquí si no te prendes. Pero es que yo no sé si quiero.
No salgo de fiesta —y no pasa nada—, pero esta certeza es más nueva que otra cosa; esta resolución llega con la letanía de la madurez, tanto tiempo perdido y este preguntarse sin piedad por cada cosa (y cada persona) que veo a mi alrededor. No pienso dejar pregunta por hacer ni puerta por abrir: es que no quiero una casa con habitaciones cerradas. Entonces (mi entonces, digo) parecía que la única consigna posible era resignarse, aplaudir en coro y correr sin mirar mucho atrás, no vaya a ser. Supongo que debíamos tanto a aquel verso de Charles Baudelaire: «Hay que ser sublime sin interrupción».
A ver, la verdad: nunca me gustó salir (en el sentido más estricto y popular del salir), pero al final siempre llegaba la rendición porque cómo quedarse en casa si tampoco tenía muy claro qué era eso del hogar. Por unas o por otras, siempre ganaba el contrato de lo esperado y la lucha infatigable contra el miedo a vivir, estábamos cagados, pero no lo veíamos; qué poquito veíamos y qué lejos de aquella certeza de Montherlant, «la felicidad escribe en blanco».
Hoy entiendo que arder tiene poco que ver con lo de ocurre fuera y casi todo con la luz de dentro. Arder: «experimentar una pasión o un sentimiento muy intensos»: no puede ser nunca un compromiso porque sin oxígeno no puede haber llama. Si no eliges tu vehemencia, qué escuela de vida ni qué narices. No salgo de fiesta (y no pasa nada), pero qué mal asunto si no eres absolutamente consciente de que los días pasan, de que no habrá segunda parte.
Préndete. Tira todo lo que sobra, no hagas planes y no vendas tan caros los «te quiero». Vuelve a los discos que te emocionaron, a los libros de saldo y a pasear sin el móvil en mano: no te preocupes tanto por lo urgente, que el deadline hace honor a su nombre. Pierde una tarde, desayuna dos (tres) veces y gasta hasta lo imprudente, porque la vida no entiende de cautelas. Ve al cine, corre sin más meta que correr y perdona hasta casi lo imperdonable: tendrás que empezar por ti mismo. Olvida los desengaños (no los tapes, pero tampoco dejes que te ahoguen, porque es lo que hacen) y deja estar a los dementores —la gente tóxica lo es porque tiene espacio. Y el tuyo es infinito—. Sé breve, sé amable. Recuerda que uno se define por lo que hace, pero también por lo que siente: no tengas miedo.